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Hay que ser un malnacido para matar un lobo

El Gobierno decreta la prohibición de cazar a estos animales a partir de septiembre

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análisis

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Cazar lobos será ilegal a partir del próximo mes de septiembre. El Gobierno ha entendido que del respeto a la naturaleza depende el futuro del país y de la humanidad entera. Tenemos que cuidar al máximo nuestra biodiversidad porque de lo contrario estamos abocados a sufrir una catástrofe detrás de otra. El lobo es un eslabón fundamental en nuestros ecosistemas naturales. Este hermoso animal superior, al igual que el oso y el lince ibérico, constituye una pieza vital para mantener el equilibrio de los hábitats. Si nos lo cargamos, hemos dado otro paso de gigante hacia la extinción de la especie humana, tal como alertan todos los informes de organismos internacionales.

Si algo nos ha enseñado el drama cósmico del coronavirus es que cuando acabamos con las especies animales y vegetales de nuestro entorno estamos atentando contra nosotros mismos. Cuanta más biodiversidad, cuanta más armonía y fauna verde, más difícil será que un virulento agente patógeno salte al ser humano. Hasta hace no mucho el lobo se encontraba en vías de extinción, pero los diferentes programas de recuperación milagrosamente han dado resultado. Hoy quedan algo más de trescientas manadas (entre dos mil y tres mil ejemplares), que no son tantas si se tiene en cuenta que cada año se matan más de cien lobos legalmente en España, una auténtica aberración. No podemos permitirnos el lujo de bajar la guardia después de todo el esfuerzo de décadas solo para satisfacer el instinto cazador de unas cuadrillas de domingueros que no tienen otra cosa mejor que hacer en esta vida que salir al monte a pegar tiros y a ponerse borrachos.

La extrema derecha ciega y cinegética de este país no entiende de ecologismos. Por lo visto, el respeto a la naturaleza, fuente de vida, también debe ser cosa de rojos, blandengues y feminazis. Un auténtico españolazo de verdad, un machirulo de los pies a la cabeza, no dedica ni un solo minuto de su tiempo a pensar en fábulas naturistas, se deja llevar por la testiculina, empuña la escopeta, sale al campo y abate a un animal inteligente como el lobo, que no le ha hecho daño a nadie y es el mejor guardián de una naturaleza sana y sostenible.

Tal como era de prever, las derechas (Vox y PP) ya han anunciado que recurrirán la ley del Gobierno. Los de Abascal opinan que “prohibir la caza del lobo es un disparate”, otra medida progre, como si cuidar la casa común en la que vivimos todos, que es el planeta, no fuese lo lógico y racional. Para esta gente cualquier cosa que no encaje con su ideario fanático, paleolítico y tribal es progre. Tratar de mejorar el mundo es progre, defender nobles valores es progre, buscar el bien de todos, la justicia y la razón es de progres.

El PP, por su parte, se opone también, demostrando que no hay demasiada diferencia entre ellos y la extrema derecha. Mismos perros, diferentes collares. “No somos como ustedes”, le dijo Casado a Abascal en aquel histórico debate parlamentario. Todo postureo. Desde entonces, cada cosa que ha hecho y dicho el líder popular ha servido para demostrar que es tan ultra como Abascal. Para muestra ese aquelarre franquista que han organizado en la plaza de Colón para protestar contra los indultos a los líderes soberanistas catalanes. Solo hay una cosa que les dé más placer que la caza contra el bello lobo: la caza al separatista enemigo de España.

Esta gente ultra lo tiene todo: insensibilidad con las mujeres asesinadas, niños inmigrantes y refugiados; indiferencia ante el problema del cambio climático; e inhumanidad con los toros y el lobo, un amigo que nos acompaña en este mundo desde tiempos inmemoriales y al que podemos perder para siempre, tal como nos enseñó el gran Félix Rodríguez de la Fuente, que por lo visto murió para nada porque seguimos sin aprender la enseñanza.

Hermano lobo

Todo cazador lleva dentro de sí a un hombre injusto, duro, falto de escrúpulos. La caza tenía su razón de ser en la Edad de Piedra, cuando nuestra subsistencia diaria dependía del arco y la flecha para sobrevivir. Hoy en día se matan animales por puro placer, por deporte y por hacer un poco de ejercicio en el campo, que la ciudad estresa mucho. También por estúpido elitismo, ya que para algunos horteras colgar la cabeza de un corzo en el salón, encima de la chimenea, debe ser un signo de distinción. Hace falta ser zoquete, ignorante y gañán.

Decía Jordi Sabater que algún día la humanidad será juzgada por haber encerrado a los primates en zoológicos. Pues algún día toda esta patulea de la derechona patria pagará caro lo que le está haciendo al hermano lobo. El retorno de las gentes de Vox al estadio cavernícola de puro salvajismo, al hombre de Cromañón, solo se explica desde un odio interior enfermizo hacia la naturaleza a la que han esquilmado y convertido en basuraleza, hacia los animales considerados simples bestias que han de ser dominadas, hacia los demás hombres a los que es preciso cazar también (ya hemos dicho antes que el fascismo entiende la política como la caza del otro).

Fue Arthur Schopenhauer quien denunció aquello de que el hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales. Ahora la Tierra se revuelve contra nosotros enviándonos su moco verde coronavírico contagioso y letal. Si es cierto que un país se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales, como sentenció Gandhi, nuestro pueblo taurino, paleto y ágrafo está aún al nivel de bárbaro por civilizar. El español, ese buen español prototípico de Casado y Abascal, vive para la patada bestial a la vaquilla, destruye su propio patrimonio cultural, esquilma las tierras, quema los montes, maltrata animales por pura diversión, desprecia a los compatriotas que no piensan como él y practica todo el rato la “guerra cultural”. Ser de derechas debería ser pecado porque destruye el planeta y destruye lo mejor del ser humano, pero la Iglesia, lejos de pararles los pies con el discurso moral, está de parte de esta gente y los perdona con cuatro padrenuestros y un avemaría en misa de doce. Así nos va.

Los que matan lobos están faltos de buenos libros (ni siquiera leyeron Platero y yo y si lo hicieron no entendieron lo que debe ser el amor a los animales). Ciertamente, hay que ser un auténtico malnacido para cazar un lobo (de cazar elefantes mejor no hablar ni traer a la memoria fotos de la realeza de infausto recuerdo). Y no solo por el daño que los furtivos están causándole a la biodiversidad, que es la riqueza natural y el futuro de este país, sino porque no hay más mirar a los ojos de un lobo para entender que ese animal enigmático y noble es mucho más digno y decente que las partidas de cejijuntos de pana y caqui que primero aprietan el gatillo y luego se echan unas risas y un porrón de vino sobre el cadáver de la presa. Un ser misterioso que un minuto antes, y bajo la luz de la luna, lanzaba su orgulloso y místico aullido de libertad sobre el risco de una montaña.   

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