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“Hay más personas desplazadas por motivos climáticos que por conflictos armados”

Entrevista a Javier Raboso, responsable de la campaña de Paz, Democracia y Derechos Humanos de Greenpeace

Juan Carlos Ruiz
Juan Carlos Ruiz
Periodista y Licenciado en Ciencias de la Información
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análisis

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La Comisión Española de Ayuda al Refugiado CEAR y Greenpeace han presentado esta semana el informe “Huir del clima. Cómo influye la crisis climática en las migraciones humanas”, en el que analizan un fenómeno que cada año obliga a más personas a dejar sus hogares huyendo de los impactos provocados por la crisis climática. El sociólogo y activista Javier Raboso, responsable de la campaña de Paz, Democracia y Derechos Humanos de Greenpeace nos ofrece algunas  claves de una realidad que, sólo en 2020, provocó  30,7 millones de desplazamientos.

-¿Cómo se establece esta alianza entre CEAR y Greenpeace?

Entre CEAR y Greenpeace analizamos un fenómeno que toca el expertise de ambas organizaciones y analizamos en el informe el hecho de la propia crisis climática como un motor de las migraciones, tanto internas como internacionales. En este sentido, desde agosto, vamos viendo cómo los expertos del panel intergubernamental sobre cambio climático (IPCC) van evidenciando, cada vez más, efectos sobre los territorios alrededor del planeta. Es decir, la elevación de temperaturas y la alteración del ciclo hidrológico, que tienen repercusiones muy directas que vemos cotidianamente en las noticias, como los ciclones devastadores, las olas de calor extremo, el aumento del nivel del mar o las sequías prolongadas. Lo que queremos poner de relevancia es que esto tiene un impacto directo sobre los derechos humanos de millones de personas. Impacta sobre el derecho a la salud, a la alimentación, al acceso al agua potable o a la propia vida. Y en este sentido también a una vivienda adecuada. Hablamos de que el cambio climático es un fenómeno global cuyas consecuencias afectan desproporcionadamente a determinados países que llamamos del sur global, los países menos industrializados.

Se da la paradoja que los países industrializados son los que más han contribuido a esta situación y son los países que menos han contribuido a generar este problema los que más están sufriendo sus impactos.

-Pero este fenómeno ya afecta a los países ricos.

No hay lugar que sea seguro en este ámbito. La gran diferencia es la preparación o la capacidad financiera que hay para reaccionar a todo esto. Y esto tiene un impacto muy grave con respecto a países menos industrializados. Es un modelo de desarrollo que, a todas luces, es injusto, no sólo porque determinados países han podido emitir más y estamos viendo que las primeras consecuencias están en otros países  que no han contribuido, sino que no hay financiación o recursos para hacerlo.  Esto, en clave de adaptación, se ve claro. Ciudades que están cerca del mar como San Francisco o Nueva York ya hacen inversiones millonarias para adaptarse a una nueva situación y hay otros lugares que no tienen esa capacidad. Sí es cierto que hemos analizado en el informe algunos lugares clave sobre los que se están dando mayores impactos y entre ellos hablamos de EE.UU o España. En EE.UU, sólo en 2020, un millón de personas se vieron desplazadas por los incendios que tuvieron lugar.

-¿Cuáles son las rutas calientes de estas migraciones?

Habría que hacer tres aclaraciones por honestidad científica. No hay una relación monocausal simple y directa entre el cambio climático y las migraciones. No podemos establecer una relación muy directa que hable de cifras concretas y estas personas sean refugiadas por el cambio climático, sino que éste es un potenciador de otro tipo de amenazas que hacen que unas personas, de una manera más programada o repentina, se tengan que marchar. Si hay situaciones en tensión, conflicto o con pocos recursos es más probable que haya personas o comunidades enteras que tengan que desplazarse de unos lugares a otros. Aproximadamente el 90% de estos desplazamientos son internos, se dan dentro de las fronteras de los propios países. Las más típicas son las zonas rurales que, poco a poco, van viendo cómo, a través de las sequías prolongadas, sus cultivos tienen menos rendimiento. Son poblaciones muy pegadas a la agricultura o la ganadería y tienen que desplazarse a las periferias de las grandes ciudades aumentando también las tensiones sociales que se generan. También decimos que nadie quiere voluntariamente abandonar sus hogares. Y en muchos lugares donde ocurren eventos climáticos extremos, como ya ocurrió con algún ciclón devastador en Mozambique, siempre las comunidades desplazadas tienen voluntad de volver. Es decir, esto no es un viaje de ida. Muchas veces son viajes de ida y vuelta. O incluso son cíclicos. En temporada de lluvias tienen que abandonar sus hogares y vuelven a sus territorios cuando pueden. Para tener un marco general en cifras, la principal fuente de datos a la que todo el mundo se refiere en este ámbito que es el IDMC, Centro para el Monitoreo de los Desplazamientos Internos, habla en su informe de 2020 de 40 millones de desplazamientos en 149 países. De ellos, unos 30 millones, es decir, el 75% tienen que ver con eventos climáticos extremos. Esto significa que hay más personas desplazadas por estos motivos que por conflictos armados. 

Miles de personas llegaron al campo de personas desplazadas de Dar Agg, Somalia, tras perder todos sus animales y peregrinar por el desierto hasta encontrar agua. © Pablo Tosco

-¿Qué repercusión tienen las actividades de las empresas del norte?

El propio modelo de negocio de extracción de recursos de lugares del sur global tiene un impacto bastante directo. Aquí nos referimos, por ejemplo, al caso de la costa occidental africana. En Gambia, Senegal y Mauritania, fruto de los acuerdos comerciales o de la pesca indiscriminada de pesqueros europeos, chinos y rusos, la pesca que era la principal fuente de alimento y sustento económico de las comunidades de esta zona, poco a poco va desapareciendo. Esto tiene una correlación directa con las migraciones. De manera que cuando hablamos de la crisis de acogida en Canarias y uno pregunta a las personas que están viajando, muchas hablan de la relación de esto con la falta de pesca. 

-Como consecuencia de estos flujos migratorios, ¿se genera algún tipo de impacto en el medio ambiente? 

Puede tenerlos. No hay registrado un impacto concreto, pero lo que sí ocurre es la competencia por los recursos. En el área del gran Sahel, en África, por ejemplo, comunidades que se dedican al pastoreo o la agricultura, cuando los territorios se vuelven yermos por las sequías prolongadas, se desplazan a otros lugares y esa competencia alimenta tensiones sociales y políticas.

-¿Existe una normativa internacional que ofrezca garantías a las personas migrantes?

No, todavía no. Ha habido determinadas propuestas de pactos mundiales. Por parte de CEAR y Greenpeace apostamos, no por abrir la Convención de Ginebra, que tiene que ver con el refugio y la protección internacional, pero sí la propia Convención ya permite una interpretación amplia en este sentido. Cada vez son más los intentos de regularlo, pero es difícil porque no hay una correlación simple y directa.         

-En este contexto, ¿qué pasos tendrían que dar el Gobierno de España y las instituciones europeas?

Es una problemática sobre la que hay que actuar urgentemente. Necesitamos un acción climática, una ambición mayor de reducción de emisiones en todo el mundo. Dentro de unas semanas tenemos, en Glasgow, la COP26, la conferencia de las partes sobre cambio climático y es el momento en que los líderes mundiales tienen que abordar con seriedad una mayor ambición climática. Por otro lado, los países que más han contribuido a generar esta crisis climática tienen que responder con respecto a los países que están sufriendo sus efectos o que menos recursos tienen para hacerlos frente. Es decir, financiar globalmente la transición energética de los países que tienen más dificultades para hacerlo y  la adaptación de los países que más están sufriendo estas consecuencias. Hay un fondo global para la adaptación y a todos los niveles la acción exterior, tanto de la comunidad internacional, la UE o del propio gobierno español debería estar enfocada en este sentido. Y a nivel de protección, para las personas que se vean obligadas por estos motivos deberían habilitarse vías legales y seguras para que esta migración pueda proteger al máximo grado sus derechos.

-¿Y abrigan esperanzas en la COP26?

Es una buena pregunta. Abrigamos esperanzas porque no nos queda otra. La esperanza es una actitud necesaria en este ámbito. La comunidad científica nos repite que, cada vez, el margen de oportunidad es más estrecho y no nos queda otra que pedir el máximo compromiso a los líderes mundiales en un momento que es histórico para toda la humanidad.        

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