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Hasta Federico se desmarca de Vox

Grandes gurús de la prensa de la derecha española marcan distancia con los postulados ultrarradicales del partido de Abascal

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análisis

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Han pasado siete días ya del soberano repaso que Federico Jiménez Losantos le dio a Rocío Monasterio en su programa de radio matutino, pero todavía no nos hemos recuperado del shock. En esa hora amarga para la dirigente ultra (lo pasó fatal hasta tragar litros de saliva) el conocido locutor fue lo más parecido a un león que juega traviesamente con una tierna cervatilla antes de saltar sobre ella, despedazarla y comérsela con fruición. “¿Pero por qué creéis algunos que sois los únicos que sabéis lo que es la vida, los únicos que defendéis la vida y que los demás tenemos que acatar sumisamente, con afecto, con simpatía, con devoción, la idea que vosotros tenéis de la vida?”, le reprochó el térmico periodista a la Monasterio tras afearle el polémico protocolo antiabortista que el vicepresidente voxista de Castilla y León, Gallardo Frings, quiso colarnos por la puerta de atrás de los hospitales como parte de la descabellada “guerra cultural” y la caza de brujas feminazi emprendida por el partido de extrema derecha.

Durante la entrevista, Losantos puso contra las cuerdas a la líder voxista madrileña y de paso destrozó a Gallardo, lo ridiculizó con algunas lindezas, lo llamó “mendrugo fanático” y le preguntó, con su retranca demoledora, si es que se cree “ministro de Franco o qué”. Por momentos, parecía que Monasterio iba a romper a llorar como una colegiala.

Hace tiempo que venimos constatando que entre Jiménez Losantos y Santi Abascal no hay ningún feeling. Ya en aquella gloriosa entrevista que ambos mantuvieron hace dos años, en la que el máximo dirigente de Vox se negó a revelar si se ha vacunado contra el covid, quedó meridianamente claro que al gruñón periodista de Orihuela del Tremedal muchas de las ideas conspiranoicas y medievalistas del mundo verde se le indigestan. “Cuatro nazis en paro no me van a cambiar”, sentenció ante los micrófonos advirtiendo a los simpatizantes voxistas que le acosan en las redes sociales que a él no lo va a callar ni Dios ni tampoco las sectas ultracatólicas que sostienen en la sombra al partido trumpista español. Losantos puede ser lo que sea, un tipo muy de derechas, un hater que no deja pasar ni una a la izquierda podemita y sanchista, pero también es un francotirador que dispara con entera libertad contra unos y contra otros sin tener en cuenta si es de tal o cual partido. Y eso, aunque uno no comulgue con su periodismo faltón, es de agradecer.

En el mundo de la prensa de hoy, donde abundan los paniaguados, palanganeros, cobistas y gacetilleros al servicio del político de turno, que un tipo indómito e insobornable como Losantos siga diciendo lo que le dicta en cada momento su conciencia (para nuestra opinión una conciencia totalmente errática y equivocada en muchas cuestiones) no deja de ser una buena noticia. Nunca se debe perder de vista que la esencia de la democracia se encuentra encerrada en aquel viejo axioma –“estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”–, que a menudo se le atribuye falsamente a Voltaire. Las gentes de Vox niegan ese principio esencial que define a cualquier demócrata de bien y lo rechazan hasta el punto de que vetan a los periodistas que no son de su cuerda. Bien mirado, se trata de la misma censura que practicaba el Ministerio de Información durante el cuarentañismo y que les pone cachondos como buenos franquistas que son.

En su entrevista con Federico, la propia Monasterio demostró su obsesión con el derecho a la libertad de prensa que les horroriza y no paró de acusar a la Cadena Ser de todos los males que aquejan a su partido. Por lo visto, la lideresa regional de Vox no debe pegar ojo por las noches pensando en las cosas horribles que dicen los rojos melenudos en la radio del Grupo PRISA y se quejó amargamente al gran pope de las ondas conservadoras, de quien esperaba un poco de complicidad, afecto y comprensión. Es evidente que la marquesona ultra cometió el grave error de acudir a la entrevista pensando que Federico es un manso adepto a la causa cuando en realidad es un periodista ingobernable que no se casa con nadie. Y así le fue. Le llovieron las hostias como panes hasta en el carné del Movimiento Nacional.

Jiménez Losantos es un zorro viejo, un señor de derechas y todo lo que tú quieras, pero un profesional que, por mucho que a veces se caliente y dedique sus dardos, escarnios y mofas a sus víctimas políticas, sabe de qué va este negocio del periodismo en un Estado de derecho. Hasta para insultar hay que tener ingenio y arte, algo de lo que siempre han carecido los nostálgicos del falangismo. Y esa mediocridad, ese paletismo trumpista, no los soporta Federico, que tiene calada a la muchachada ultra. El gran fustigador radiofónico está hasta las criadillas de las puerilidades de unos niñatos inmaduros y acusicas que se pasan el día quejándose de los periodistas de El País y de la Ser, esos “malos españoles” a los que hay que censurar y depurar tal como se hacía en el Antiguo Régimen.

Pero más allá del carácter indómito del controvertido locutor y de la pelea entre medios reaccionarios madrileños por la publicidad institucional, conviene preguntarse qué está pasando en la prensa de la caverna que empieza a desmarcarse de un proyecto tan marciano como imposible. En la línea de Losantos, Carlos Herrera decía en la COPE hace unos días: “Vox en Castilla y León tiene una buena tendencia a meter la pata en beneficio del PSOE, como cuando en Madrid decide no votar a favor de los presupuestos. Cuando cometes ese tipo de cosas, demuestras que gobernar contigo es una ruleta rusa del peligro”. Y la mismísima Ana Rosa, santo y seña del conservadurismo televisivo, afirmó en una tensa entrevista con Gallardo Frings: “Las mujeres sabemos muy bien lo que queremos. Ustedes no aprenden, se lo digo de verdad” (acto seguido le reprochó al envarado vicepresidente castellanoleonés que su partido no tenga el menor respeto por la libertad de expresión y de prensa). Hasta Inda parece que se está quitando de ese vicio verde que se agarra a los pulmones como la tos mala del tabaco. Ya no son los rojos de PRISA los que le dan estopa a Vox. Hasta los suyos de la caverna les meten caña desde lo ideológico. Normal, con esta gente exaltada del Pleistoceno Superior no se puede ir ni a la vuelta de la esquina. A este paso, para cuando lleguen las elecciones no les va a apoyar ni Trece TV.

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1 COMENTARIO

  1. Pero no se lleve a engaño: todo es porque Vox impidió la aprobación de los presupuestos de Madrid. Es decir, las subvenciones al entramado del señor Losantos.

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