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¿Hacia dónde va Brasil?

El ex militar Jair Bolsonaro da sus primeros pasos como presidente de Brasil centrado en una agenda que tiene como principales ejes la lucha contra la corrupción, el saneamiento de la maltrecha economía brasileña, el alineamiento con los Estados Unidos en el plano exterior y un discurso de mano dura frente a la inseguridad pública

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análisis

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Cuando apenas lleva unas semanas en el poder, el presidente brasileño Jair Bolsonaro se ha caracterizado por imprimir un estilo personal a su forma de hacer política y dejando bien claro que su llegada al gobierno significa una ruptura clara y rotunda con respecto al pasado izquierdista del país. Ya se ha declarado absolutamente contrario a la ideología de género y al predominio de la izquierda en la sociedad brasileña, sobre todo en lo relativo a los movimientos sociales y en la educación.

También en estos días, o semanas, el nuevo presidente ha querido dejar bien definido, en lo que respecta a la política exterior de Brasil, su alineamiento con los Estados Unidos sin fisuras, su rechazo y condena al régimen venezolano de Nicolás Maduro y el alejamiento definitivo del país de los antaño aliados de Lula en la región, tales como Bolivia, Cuba y Nicaragua. Bolsonaro como clara señal de por donde van a ir los tiros a partir de ahora no invitó a su toma de posesión a los dictadores de Cuba y Venezuela. Enhorabuena al nuevo presidente de Brasil.

Estas primeras semanas el presidente mandó mensajes claros a sus vecinos y se reunió con los presidentes de Chile y Argentina, Sebastián Piñera y Claudio Macri, respectivamente, con los que pretende conformar una suerte de gran bloque político y económico en las Américas más allá de Mercosur, “club” al que no pertenecen los chilenos.

En uno de sus primeros viajes al exterior, tras haber estado en Argentina en un gesto que “irritó” a la diplomacia chilena, Bolsonaro viajó brevemente hasta el importante Foro de Davos, en donde dio un discurso más bien mediocre y pobre, defendiendo la validez de sus ideas y la necesidad de poner fin a las políticas de izquierda en la región, al tiempo que llamaba a los empresarios extranjeros a invertir en Brasil. Bolsonaro utilizó tan solo seis de los cuarenta y cinco minutos que tenía asignados para dirigirse a la elite económica planetaria. A renglón seguido de estar en Davos, Bolsonaro tuvo que hacer frente a una catástrofe minera en Brasil que dejó más de 150 muertos. El presidente ya ha afirmado que el accidente será investigado y después del anuncio se sometió a una intervención quirúrgica debida a las secuelas que le dejó el atentado en la campaña electoral el año pasado.

En el plano interno, el nuevo mandatario ha apostado por algunos perfiles muy conservadores al frente de algunos ministerios, como han sido los nombramientos de Ricardo Vélez, al frente de Educación, de Damara Alves, al frente de la cartera de la Mujer y Familia, del general Heleno Augusto Ribeiro, como titular de Defensa y hombre de confianza de Bolsonaro, y de Paulo Guedes, a cargo del súper ministerio de Economía. El discurso de Bolsonaro se centra en tres ejes fundamentales, como la lucha contra la corrupción, la liberalización económica y poner el enfoque en la seguridad pública, un asunto que preocupa especialmente a los brasileños tras haber llegado a una de las tasas de homicidios más altas de su historia; el año pasado hubo más de 60.000 en el país y se producen un promedio de 175 al día. Por lo pronto, el nuevo presidente ya ha aprobado y firmado un decreto que permite el acceso, la tenencia, el registro y la posesión de armas de fuego a todos los brasileños, en la creencia de que así podrán defenderse de los delincuentes y se frenará la inseguridad ciudadana (¿?). Dudas razonables al respecto mantienen muchos expertos, entre los que me incluyo, vistas las experiencias de los Estados Unidos en este asunto.

El saneamiento de las cuentas públicas, cuando el país atraviesa un periodo de recesión o nulo crecimiento económico, pasa por la reforma del sistema de pensiones, una demanda de varios sectores económicos, y será un asunto prioritario en la agenda del presidente, pero sin perder de vista que Bolsonaro no cuenta con mayoría en el legislativo y que tendrá que tejer alianzas con otras fuerzas para sacar adelante sus proyectos. El parlamento brasileño cuenta con 32 partidos y lograr sólidas mayorías requerirá una gran capacidad de diálogo por parte del ejecutivo del nuevo presidente, que apenas cuenta con un 10% de los miembros del legislativo en ambas cámaras –Senado y Cámara de Diputados- a su favor. Por lo pronto, a pesar de las dificultades iniciales, el país ha reaccionado bien ante las primeras medidas anunciadas por Bolsonaro y la Bolsa de Sao Paulo, el principal oráculo de la economía brasileña, encadena diez récords históricos en el mes de enero.

Los grandes retos de Bolsonaro

Destacando el viento a favor que sopla, los principales retos que afronta el nuevo presidente son sobre todo económicos. El desempleo es, sin lugar a dudas, el problema más grave que presenta la economía brasileña y que se dobló entre 2014 y 2018, pasando del 6% hasta casi el 13%, afectando a más de seis millones de brasileños. Además, el empleo que se crea es de mala calidad, pues las desigualdades salariales son muy altas provocando un poca o nula cohesión social, y casi el 40% de los empleos creados son informales.

La pobreza también aumentó en estos años de recesión, pasando de los 52 millones de pobres del 2016 a más de 55 en la actualidad, y afectando especialmente a las poblaciones más vulnerables, como las mujeres y los niños. Ligado a la pobreza está el asunto de las viviendas inadecuadas o infraviviendas, en las que viven millones de brasileños hasta llegar hasta el 13% de la población. “Más de un tercio de la población no tiene al menos uno de los tres servicios de saneamiento básico analizados: desagüe sanitario, abastecimiento de agua y recolección directa o indirecta de basura”, señalaba una nota de la BBC británica al referirse al estado de los servicios en Brasil y a las condiciones de vida de millones de ciudadanos de este país.

Por último, en este cuadro de problemas que afectan a la nación, hay que reseñar el mal estado de la educación de Brasil, que tiene relación directa con el desarrollo social y económico, y que es claramente muy deficiente, ya que solamente el 90% de la población infantil está escolarizada plenamente y la brecha entre la escuelas públicas y privadas es muy grande. Mientras que el 80% de los estudiantes que van a escuelas privadas, generalmente gentes de clase alta o media alta, llegan a la universidad, en las escuelas públicas, donde estudia casi mayoritariamente la población negra, solamente llegan a la enseñanza superior el 35% de los alumnos. La segregación racial, por tanto, se ve acentuada en el país por razones educativas. Los negros siguen siendo ciudadanos de segunda en Brasil y no parece que sus condiciones, a tenor de los datos objetivos y la cruda realidad, vayan a cambiar.

La nota discordante y negativa en estas primeras semanas ha sido el escándalo del hijo de Bolsonaro, Flávio Bolsonaro, quien hizo una serie de extraños y no explicados movimientos bancarios a su ex chofer Fabrício Queiroz por cerca de 1,2 millones de reales que pasaron por la cuenta bancaria de Queiroz. Bolsonaro, que es Senador de la República desde las elecciones de 2018, tenía contratado en su nómina como chofer y asesor a Queiroz, que llegó a efectuar un depósito de 24.000 reales en la cuenta de Michelle Bolsonaro, esposa del presidente electo. Al día de hoy, el hijo del presidente no ha dado unas explicaciones muy creíbles acerca del asunto y ha empañado el espíritu inicial que enarboló Bolsonaro de lucha contra la corrupción en su discurso en la toma de posesión.

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