Cuando todavía resuenan en nuestros tímpanos las palabras que pronunciadas por algunos de los descendientes de quienes sin el menor género de dudas se identificaron como agentes en la actuación de guerra que para siempre pasaría a la Historia como El Bombardeo de Guernica; lo cierto es que poco más que eso, excepción hecha del daño que objetiva y subjetivamente tal acto causó, puede a estas alturas ser considerado.

Son tales palabras, aparte de una petición de clemencia, la manifestación expresa del que a la sazón es el argumento diferenciador a la hora de explicar la capacidad del Hombre para sobrevivir a saber, la capacidad para olvidar. Sea ésta considerada o no en las diversas acepciones que poco a poco ha ido adoptando, lo cierto es que ya sea a título de piedad (manifestación que sirve para poner de relevancia la que es una de las consideraciones más excelsas del Hombre a saber, la del perdón); o cuando se muestra en su matiz menos condescendiente (en cuyo caso es al desprecio y al desdén a lo que hay que agradecer su valía), lo único cierto es que en esa ambivalencia, en esa disposición netamente dialéctica es donde una vez más habremos de hallar la definición cuando no más precisa, sí seguro que más completa de cuantas podamos esperar de El Hombre, en su complicada condición.

Y lo parezca o no, el Bombardeo de Guernica, en tanto que acción netamente humana, está plagado de muestras destinadas a poner de manifiesto tal ambigüedad.

Son los componentes llamados a precipitar en todo lo concerniente al Bombardeo de Guernica, elementos de una ecuación compuesta por y para una realidad que ni en el tiempo ni en el espacio se corresponden en el marco estructural de las cosas con lo que cabría determinar como propio del bombardeo a un pueblo.

Así, las consecuencias de la acción bélica (resumiendo lo factual del acto como tal), se vieron absolutamente superadas por la componente de potencialidad que la acción acabó por asumir (con la salvedad de aceptar que tal no fuera desde un primer momento el objetivo de la acción).

Auspiciar la conducta que en términos estrictamente militares pueda evolucionar hasta convertirse en una justificación militar del Bombardeo de Guernica requiere de tantas excepcionalidades, de un proceder tan complejo, que resulta inoperante, máxime dentro del al menos en apariencia simplismo que puede vincularse a cualquier proceder una vez que la guerra se ha erigido en la prueba del fracaso de la obligación diplomática. De perseverar en tales consideraciones, y aparte de las anotaciones que en el diario del responsable de la operación: teniente coronel Wolfram von Richthofen (primo del histórico aviador de la Primera Guerra Mundial Manfred von Richthofen, más conocido como el Barón Rojo); el hecho de que tanto los puentes como las fábricas de armamento quedaran intactas, parecen erigirse en sujeto de prueba lo suficientemente convincente como para poder afirmar que muchas eran las consideraciones netamente a futuro que se ponían en juego con tal acción. Una acción llamada no solo a pasar a la Historia, que sí más bien a ser periódicamente revisada por la Historia.

Porque es el Bombardeo de Guernica el resultado de una acción perfectamente planificada. Planificada en su desarrollo, planificada en su ejecución, pero sobre todo planificada en sus consecuencias. Porque podríamos decir sin dejar el menor resquicio al error, que lo que se busca con el bombardeo es dejar un claro mensaje, una advertencia.

Múltiples son los casos en los que tal es el objetivo de una acción militar. No en vano, lo magnífico de algunos despliegues tácticos (llamados a superar con mucho lo que la respuesta del enemigo haría entender como lógico), o el tamaño de algunas de las armas empleadas en el sitio de tal o cual plaza; tienen en el componente psicológico gran parte de su poder. A pesar de lo correcto de tales consideraciones, ninguna de ellas resulta de aplicación a efectos de explicar el objeto del evento que hoy nos ha traído hasta aquí. Y la causa está en que los receptores del mensaje no se encontraban entre los enrolados en los que cabrían ser considerados como ejército adversario al que lanzó el ataque; ni las potencias a las que estaba destinado el mensaje se encontraban todavía erigidas como tal.

Podemos pues a estas alturas afirmar sin recelo al error que el Bombardeo de Guernica fue, al menos en lo concerniente a táctica y contraste de material, un ensayo de lo que habría de venir en la Segunda Guerra Mundial.

El fracaso que había supuesto La Paz de Versalles se agudiza en la medida en que sus protagonistas, ya estén en el bando de los supuestamente vencedores, o en el de los estrictamente derrotados, se empecinan en llevar a cabo una labor que siguiendo principios básicos de psicología puede resumirse en lo especificado en el concepto de negación voluntaria. Así, de aquel vagón de tren no salió sino la certeza de que el tiempo podría congelarse toda vez que el mismo habría de resultar inútil a la vista del escaso valor que unos y otros daban a lo allí esbozado. Lo curioso del tema es que quienes salieron llenos de dudas no fueron los vencidos, sino los vencedores.

Y el tiempo se congeló, excepción hecha de su vertiente cronológica. Ésta, lejos de congelarse más bien conspiró para que un cabo condecorado por mediación de una farsa, constatara el valor de tal proceder con tal pasión y capacidad que logró arrastrar a toda Europa, y por ende a todo el mundo, a una de las farsas más dramáticas de cuantas la Historia ha podido en este caso no solo ver, sino también documentar.

A falta de que las capacidades de Heinz Wilhelm Guderian hubiesen tenido tiempo para transmitir a Hitler las certezas de lo importante que habría de resultar la aportación de los blindados en el desarrollo de cualquier confrontación que quisiera llamarse moderna; lo único cierto es que éste seguía convencido de que su gran proyecto, especificado en los cánones de lo que ha pasado a la Historia como la Guerra Relámpago (Blitzkrieg) tenía, al menos en principio, puestas todas sus expectativas en la aviación. Tanto era así que la Wehrmacht, entendida en tanto que tal como la totalidad del ejército alemán, centraba todos sus esfuerzos en pos de los comportamientos que la Luftwaffe, la que sin duda era una de las fuerzas aéreas más fuertes, doctrinalmente avanzadas y más experimentadas en combate del mundo en el momento que estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa en septiembre de 1939; estaba llamada a demostrar.

Llamada a convertirse en el elemento determinante a la hora de alcanzar la victoria en los planes de Hitler; la fuerza aérea alemana habría de desarrollarse en todos y cada uno de los elementos a tal efecto integrantes. Así, además de erigirse por sí sola en elemento autónomo y suficiente de cara al desarrollo de acciones tales como los acontecidos en La Batalla de Inglaterra y otros como los desempeñados en torno a la Operación Barbarroja; a la Luftwaffe le correspondió desarrollar labores de apoyo sin las cuales el desempeño de la Wehrmacht y sus logros, serían del todo impensables.

En lo que concierne a los motivos que llevaron a Hitler a depositar toda su confianza en la aviación, muchos son los elementos, la mayoría de ellos admisibles, que han de servir para entender tal acción. Con todo, uno de ellos supera a todos los demás: Se trataba del único cuerpo con experiencia en combate real. Una experiencia adquirida en los cielos de España, donde aparentemente integrada en las expediciones diseñadas para La Legión Cóndor, se creyeron con capacidad para reducir la Guerra Civil Española a un campo de entrenamiento en el que tanto pilotos por otro lado bisoños, y armamento peligroso en tanto que experimental, daban forma al que en breve habría de convertirse en uno de los hechos con mayor capacidad de impacto en la Historia de cuantos Europa ha conocido.

Sea como fuere, el tiempo ha llevado a cabo la que a la postre es la única labor que por sí sola puede serle atribuida a saber, la de aportar perspectiva. Porque es el paso del tiempo la única fuerza capaz de convertir en transitables caminos que hasta un determinado momento eran intransitables; la única fuerza capaz de descubrir en lo que parece ser algo inhumano, la certeza de que aunque solo sea por oposición, en todo acto humano perdura siquiera un ápice de la condición humana.

Tal vez por ello, o ya solo por ello, que vivir suponga siempre un experimento digno de ser celebrado, pues solo así podemos cumplir con la que es nuestra obligación, la que pasa por encontrar al Hombre en aquellos lugares más estériles para que arraigue la Humanidad.

Y sin duda no ya Guernica, que sí más bien lo que su simbolismo despierta, hubo de erigirse en el primero de muchos de esos lugares destinados a destruir la Humanidad del Hombre. Lugares que paradójicamente se han constituido en baluartes de ésta, tal y como se desprende del hecho de que ochenta años después, vencedores y vencidos puedan reunirse sin necesitar reclamarse cuentas, pues unos y otros se reconocen mutuamente condiciones antitéticas, y no por ello menos humanas, pues no es sino en esta dualidad donde en definitiva reconocemos al Hombre.

 

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Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.

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