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RESEÑA DE “MANUAL DE SUPERVIVENCIA” DE PEDRO SÁNCHEZ

Daniel Riaño Rufilanchas
Daniel Riaño Rufilanchas
Daniel Riaño Rufilanchas es un investigador científico que nació en Madrid. Su especialidad es la lingüística cognitiva y computacional. En la actualidad enseña Filología Clásica y redacción académica en la Universidad Autónoma de Madrid, pero también ha trabajado en prensa musical de varios medios. Ha grabado reportajes sobre temas artísticos, culturales y de conservación de la naturaleza. Cuando no está dedicado a asuntos de lingüística, programación o literatura griega probablemente esté discutiendo sobre la manera en que los avances tecnológicos están transformando nuestra sociedad o tratando de volar un dron.
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análisis

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No es frecuente, como admite el prólogo de la obra que reseñamos, que un presidente de Gobierno en ejercicio publique un libro autobiográfico. Tampoco es frecuente que su prólogo vaya firmado por el propio autor, ya que personas en cargo tan elevado suelen encontrar alguna persona ilustre que les prologue el libro. Pese ello, y aunque hay recelos respecto a la autoría de un trabajo previo del Presidente, no podemos dudar de que realmente sea Sánchez el responsable último de su contenido texto, puesto que acudió en persona a la presentación oficial. Es cierto que se le veía contrariado y cariacontecido, como si no estuviera del todo seguro de que hubiera sido una buena idea, pero al menos sabemos que Pedro Sánchez se identifica como su último autor.

El libro ofrece una “crónica en primera persona” del periodo que va desde la elección de Sánchez como Secretario General del PSOE en 2014 hasta sus primeros meses de gobierno cuatro años más tarde. La organización del libro recuerda más a la de un curriculum vitae que a unas auténticas memorias: comienza con los “ultimos logros” (llegada a la Moncloa, Moción de censura) que ocupan los dos primeros capítulos, y en los siguientes nueve trata otros episodios en orden vagamente cronológico, aunque siempre que es posible se coloca al comienzo del capítulo lo más llamativo, sobre todo si se puede incluir la palabra “victoria” o “líder”. El libro termina con unas reflexiones sobre el futuro de España en Europa que se intuyen fueron escritas con un ánimo inspiracional.

Para demostrar que no estás leyendo el libro de una persona cualquiera, en el primer párrafo Sánchez ubica al lector ya como presidente en el Palacio de la Moncloa con su mujer, y nos dice que su primera decisión fue cambiar el colchón del dormitorio porque « ‘dos que duermen en el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión’ y yo quería mantener mi criterio alejado del de mi predecesor”. Es característico del estilo del autor que introduzca el lecho conyugal en tal situación y que, en la misma frase, se quite del medio a su mujer para introducir a su archirrival Rajoy, quien me atrevo a pensar que nunca vio su relación con Sánchez como un affair de cama.

Con su mujer fuera del escenario, el presidente dedica el resto del primer capítulo a describir su primera decisión política, el asunto del barco de inmigrantes Aquarius, al considerar que la primera decisión de un presidente se tiene por crucial para definir su carácter (el autor emplea el término “inmigrantes” en lugar de “migrantes” en uno de los rarísimos ejemplos de desajuste con la corrección política más radical).

Aquí como en otras partes, el libro nos proporciona una de esas raras ocasiones que tiene el lector ordinario para acercarse a los centros de poder y al auténtico proceso de toma de decisiones por parte de los líderes: el Presidente ve en la televisión internacional las noticias sobre la desastrosa situación de 630 inmigrantes en el Mediterráneo e inmediatamente piensa: “tenemos que hacer algo”. Una reacción tan sobresaliente no puede sino dejarnos con la boca abierta. Luego añade con compasión: “en una situación tan crítica como esa, está claro que la prioridad es salvar vidas humanas”.

Cuando Sánchez afirma en el libro que él personalmente ha salvado la vida a esas 630 personas su valor humano ya ha quedado patente en este punto, pero el resto del razonamiento es todavía más revelador. En realidad en este asunto se dirimían “dos visiones de Europa enfrentadas” una cicatera y otra generosa (el lector ya se imagina cuál elegirá su Presidente), y no solo esto: con el Nautilus estaba en juego “la misma esencia de la Unión Europea, el derecho internacional, los derechos humanos, el humanismo, la democracia”.

A estas alturas el lector ya se ha dado cuenta de que su protagonista no es cualquier político de nuestro tiempo, sino alguien más cercano a Hércules o Gilgamesh, un ser fuera de lo común que se mueve por encima de los mortales con enorme fuerza y resolución, encontrando sentido a los grandes conceptos de la Humanidad mientras va salvando vidas por centenares. Todavía no hemos llegado al final del primer capítulo.

Sánchez fue censurado desde algunos medios porque tras el capítulo del Nautilus dio un giro radical a su política de acogida y más tarde se negó a acoger un barco de inmigrantes en semejantes condiciones, privándose él mismo de otra oportunidad de experimentar semejante satisfacción ¿El reconocimiento de un error? No espere el lector encontrar algo de este estilo en todo el libro ¿Quizá una torpeza política? Sánchez contesta a quienes piensan así que después del Nautilus “le toca a otro país.”

Antes de descubrir al auténtico Sánchez en estas páginas, alguien podría pensar que hay cierta hipocresía en la respuesta, pero ahora que conoce su carácter, el lector añade “magnanimidad” a la lista de dones de su Presidente. El capítulo también le sirve a Sánchez para mostrar algunos rasgos que le diferencian personal e ideológicamente del anterior presidente, como cuando nos dice que nada más llegar a la Moncloa sustituyó la prensa deportiva por la prensa y las cadenas internacionales de habla inglesa, que Sánchez devora cada día.

El segundo capítulo nos lleva a la Moción de Censura que le permitió tomar el poder. Sánchez desgrana con bastante acidez su narración de los hechos y continúa el retrato de Rajoy como, básicamente, un incompetente sin pulso político ni conocimiento de los tiempos actuales y probablemente la única persona del mundo a quien no le conmovió la foto del niño Aylan ahogado en una playa turca. Niega Sánchez que hubieran preparado la moción con meses de anterioridad: los hechos se conjuraron para que él pudiera salvar con su moción la credibilidad del Gobierno de España, enlodazado por el PP, un partido corrupto hasta la médula (no hay en todo el libro una atención a los casos del ERE en Andalucía o a episodios de corrupción en su partido). Sánchez pone un gran esfuerzo, aquí y en capítulo siete, y de nuevo en el once, para demostrar que jamás hubo pacto con los nacionalistas.

Los capítulos 3 a 9 narran, efectivamente en primera persona, las peripecias de Sánchez y su entorno desde las primarias de 2014 hasta la ya vista llegada a la Moncloa en una serie de viñetas donde se repite una y otra vez la misma estructura del protagonista rodeándose de un eficaz equipo al que lidera para salir de un problema tras otro. No es una historia menor, y el Presidente no es alguien que se atragante a la hora de reconocer su propia importancia ya que “mi historia es, en realidad, la del triunfo de la democracia dentro del PSOE”.

Además de estas sonrojantes frases lapidarias, abundantes en todo el libro, el libro está lleno de latiguillos coloquiales donde el lector reconoce inmediatamente el habla del Sánchez, y que revelan a la vez el origen del relato en unas conversaciones grabadas y una cierta forma polar de razonamiento. A pesar de los evidentes filtros de todo tipo que tiene el relato, el riesgo de usar un lenguaje tan llano como el que emplea tiene su coste, que es sacar a la luz su talón de Aquiles antes de llegar a la mitad del libro. La kriptonita de Sánchez es que no se reconozca su capacidad de liderazgo. Esto es algo tan antinatural que, cada vez que ocurre, a Sánchez le deja fuera de lugar y expuesto a caer ante sus envidiosos competidores, con el consecuente riesgo para toda España y me atrevo a decir para el resto de Europa.

En la vida política de Sánchez, tal como él mismo nos la describe en estos capítulos, todas las grandes decisiones responden a una de estas dos situaciones. En la situación A, el líder sabe exactamente qué debe hacer desde el comienzo y arrastra con su liderazgo a todos los que no se oponen a las fuerzas del progreso. En la situación B, ante la complejidad de la situación el líder se detiene a reflexionar profundamente (las reflexiones de Sánchez son siempre profundas, a diferencia de la del resto de líderes de la oposición) y observa mientras todos a su alrededor le piden que actúe de una vez o le intentan apartar de su misión. El líder piensa y piensa, acuciado por el entorno de sus seguidores que temen seguir adelante sin él, hasta que finalmente Sánchez lo ve todo claro, con lo que nos encontramos de nuevo en la situación A. Esto le diferencia, por ejemplo, de Rivera, que no da un paso (aprendemos en el capítulo 6) sin consultar a Luis Garicano.

Como títeres en un guiñol, todos los votantes se reparten a lo largo del espectro derechas e izquierdas, una división tan básica para Sánchez como las leyes de la termodinámica. Las cuestiones capitales de la política se dividen igualmente en dos tipos: aquellas (la mayoría) en las que el presidente “siempre ha tenido claro que X”, “siempre he pensado que Y”, y aquellas que exigen más reflexión. Afortunadamente esta reflexión siempre se dirige por principios éticos claros que Sánchez prácticamente “lleva en el ADN”, lo que facilita notablemente encontrar el camino correcto. Esta expresión biológica de la metáfora más frecuente del libro, la de la familia socialista, Sánchez parece tomar en sentido estrictamente biológico y llevarla a sus últimas consecuencias.

No hay en todo el libro la menor señal de sentido del humor, salvo que se nos obligue a tomar como tal el ya mencionado chascarrillo del colchón, de dudoso gusto. Sánchez hace sin embargo reiteradas referencias a su “profunda empatía”. No me imagino a alguien como Felipe González o Bill Clinton insistiendo tanto sobre ese rasgo específico de su carácter. Para alguien así es llamativo lo áspero del lenguaje que emplea para calificar a todos y cada uno de sus adversarios políticos, a los que no les reconoce valor humano alguno (además del hecho obvio de que son líderes de sus respectivos partidos) ni motivación distinta de la envidia, el ansia de poder, o el puro egoísmo (de Iglesias, como excepción, dice que le gustan los animales, como a él mismo). La inquina con Rajoy roza lo obsesivo. Respecto a Ciudadanos, su mayor problema parece ser que no tiene personas que “piensen bien”. El líder de Podemos es un irresponsable radical, etc. Los políticos vivos de la Península de los que Sánchez habla con elogio o gratitud para algo que no sea mencionar su nombre en una lista de agradecimientos se cuentan de sobra con ambas manos: Ángel Gabilondo, Antonio Costa, Carlos Westendorp, Cándido Méndez, Josep Borrell… Dentro de su espectro ideológico, quienes no reconocen su liderazgo son generalmente tratados como espíritus atolondrados, o (con más frecuencia) como auténticos traidores al PSOE y la izquierda, de los que el peor fue sin duda Tomás Gómez, actualmente en el purgatorio. Traicionarle a él (es decir, no reconocer su liderazgo) equivale a traicionar al PSOE, lo que es igual que traicionar a la izquierda. En el terreno de las ideas ocurre algo parecido: “la derecha ha defendido siempre la idea de Europa como un gran mercado, nada más”. Así descritas, se entiende que no tenga nada que empatizar con ellas.

En un paisaje ideológico pintado con trazos tan gruesos lo único realmente dotado de vida es el sufrimiento y la alegría del protagonista en su camino a la presidencia, con ocasionales alusiones a su vida familiar. La narración recuerda a veces el modelo del Mesías que, en su camino a Jerusalén, va sorteando los obstáculos que inútilmente se entrometen ante su destino, con el ocasional episodio taumatúrgico.

Por ejemplo, en el que podemos llamar “El Milagro de la Mujer que Sufría Maltrato” (Capítulo 5) se nos cuenta que mientras Sánchez estaba en su camino hacia la Moncloa se le acercó una mujer que no creía en los políticos, y que lo estaba pasando muy mal. Sánchez se le acerco, y la mujer le dijo que su marido la pegaba. Sánchez tomó su número de móvil, hizo unas llamadas y aquella mujer terminó recuperando el sentido de su vida y abriendo su propio negocio. La mujer, agradecida, contó lo que había ocurrido en los medios locales y cómo aquél encuentro fortuito con Sánchez había cambiado su vida.

En varias ocasiones Sánchez se detiene a hacer alguna reflexión y parece reconocer acertadamente las principales cuestiones que abarca un escenario. El problema es que nunca está clara cuál es la relación entre esa identificación y la solución que propone, o en qué consiste realmente tal solución.

Por ejemplo, cuando habla de la necesidad de “actualizar el marco de convivencia”, dentro de un proceso de cambio constitucional indispensable, Sánchez se pregunta: “¿Cómo hacerlo? Mirando a la ciudadanía y a Europa. Le doy más importancia al contenido que a la forma de llevarlo a cabo. En primer lugar debe hacerse con participación…” y sigue hablando de la forma sin volver a mencionar el contenido.

Antes ha exclamado: “faltan ideas nuevas e instituciones para desenvolvernos en el territorio ignoto de la globalización”, pero no nos dice cuáles pueden ser las unas ni las otras. Para resolver los problemas medioambientales y de discriminación de las mujeres parece ser que basta con “poner el feminismo y el ecologismo en el centro de las políticas”.

Tampoco está claro con qué principios resuelve las cuestiones de organización, centrales para Sánchez (como es de esperar), como cuando del “tengo claro que el PSOE es un partido municipalista” concluye que “en consecuencia tiene que haber una dirección nacional fuerte”. Sánchez se fija varias veces en los retos sociales de la robotización del trabajo y al menos sabe distinguir entre Inteligencia Artificial y big data, un descubrimiento con el que llena media página.

Para un número de cuestiones ideológicas Sánchez remite directamente al lector a un documento redactado por su equipo para un acto en el Círculo de Bellas Artes.

¿Se puede aprender algo sobre el pensamiento político del Presidente en este libro? La lección más clara es que Sánchez piensa que el control de los resultados de las encuestas sobre intención de voto es completamente esencial para el resultado de unas elecciones.

En toda su narración sobre la campaña de las elecciones de 2015, desastrosa para el PSOE, Sánchez no reconoce un solo error personal, pero insiste en cómo les perjudicaron los espúreos resultados de las encuestas. Probablemente esto no sea una excusa, sino que el autor lo piense a pies juntillas. Cuando en el capítulo seis Sánchez menciona, a mi juicio acertadamente, que ha de cambiarse la selección de ciertos cargos “que son clave en instituciones de control” para que “sea realmente un modelo de selección de selección y no de nombramiento” da varios ejemplos de tales instituciones, que no incluyen al CIS.

También da sobradas pruebas de su profunda desconfianza hacia la prensa impresa, a la que tiene por eminentemente corrupta. Reconforta por otro lado la familiaridad que se ha granjeado con el Rey (la cuestión de la República no aparece tratada en ningún lugar).

No soy un especialista en la política del PSOE, de modo que no entraré en el asunto de si las cosas ocurrieron aproximadamente como él las cuenta, aunque supongo que, por ejemplo, Madina tendrá una idea distinta sobre cómo fueron las primarias de 2014, y sería temerario tomar al pie de la letra su relato sobre las reuniones con otros líderes previas a la aplicación del 155 sin conocer ante el relato de tales líderes.

Igualmente son llamativas las omisiones: no hay, por ejemplo, una sola referencia a la libertad de expresión, un tema central para el PSOE de González y que no parece incumbir a Sánchez. No soy capaz por tanto de decir si alguno de los datos que menciona es claramente falso, menos uno, que lo es: el autor afirma, refiriéndose a la génesis de su libro, que “es el fruto de largas horas de conversación con Irene Lozano” quien “dio forma literaria a las grabaciones”.

No hay, les puedo asegurar, la menor traza de forma literaria en todo el libro. No estoy diciendo que a las oraciones les falte el verbo, que las comas estén mal puestas (considerando que quiere respetar el estilo oral del autor) o que haya faltas de ortografía: lo que digo es que no hay ningún rasgo que coloque este libro por encima, literariamente, de un nivel conversacional con una persona no exactamente dotada para la narración, la descripción o la introspección.

El destinatario del libro está claro: todos los votantes españoles que se reconozcan a sí mismos entre el centro y la izquierda no extrema. El objetivo es igualmente evidente: proyectar en esta parte del electorado la imagen de un líder extraordinariamente dotado y con visión política, capaz, una vez investido del poder presidencial, de sacar a España de sus problemas generales y al lector mismo de sus más preocupantes problemas personales.

Lo único complicado para el reseñante es identificar de dónde se ha tomado el modelo para este libro. Claramente no son las biografías políticas al uso, que incluyen además de auténticas ideas algún comentario personal, alguna confidencia al lector, alguna observación simpática sobre un adversario o cualquier toque humano. No se hallará nada semejante a las memorias de Azaña, Churchill u Obama en la obra que reseñamos. Las anécdotas del libro son todas aburridas y parecen seleccionadas más para dejar caer el nombre de quien las protagoniza que por su valor intrínseco.

Mi conclusión es que quienes han decidido poner en circulación esta obra (y este es su único rasgo original) han tomado como modelo los perfiles de las aplicaciones de contactos personales, como Tinder o Meetic, aunque eliminando la mayoría de los toques auténticamente personales que ocasionalmente se puedan encontrar ahí. En realidad, si se le quitan al libro las más de doscientas páginas que claramente le sobran, nos queda un perfil de este tipo, que resume lo básico del manual: “Me llamo Pedro Sánchez, soy el presidente de Gobierno más capaz que ha tenido España y me gustaría que me votaras en las próximas elecciones. Mis asesores me han recomendado que escriba una bio porque no te creerías que un hombre tan guapo sea además inteligente, compasivo, trabajador y cariñoso.

Me gustaría que me pudieras ver cualquier día en la Moncloa trabajando sin cesar por ti con una camisa de seda blanca y una corbata a lo Kennedy, pero como no puede ser, escribo este perfil. Soy muy empático: no te creerías lo empático que soy, de verdad. Puede sonar presuntuoso, pero como que me crezco en las situaciones difíciles. Soy un gran amante de los animales: tengo una perrita y dos tortugas. Desprecio el maltrato animal y soy partidario de erradicarlo. Estoy perfectamente preparado para hacerme cargo de todos tus problemas y necesidades, los que tengas y los que puedas tener.

Organicé el Pacto de Estabilidad de los Balcanes. Si eres mujer debes saber que además soy socialista, y los socialistas comprendemos mucho mejor a las mujeres. ¿He mencionado que soy súper-empático? ” Ya digo que el resto del texto sobra casi por completo, pero las fotografías están bien elegidas para acompañar el perfil.

Es imposible recomendar este libro a ningún lector que esté interesado en algo más que conocer el listado de los amigos y enemigos de Sánchez. Y ello no tanto porque el libro carece de cualquier idea nueva u original, o porque añade pocos datos sobre los acontecimientos de que trata, sino porque la machacona autocomplacencia del autor resulta obscena. No puedo creer que una persona que ha llegado a presidente de Gobierno carezca de numerosas virtudes personales. El problema es que el autor se ha preocupado tanto de enterrar cualquier indicio de ello bajo esta pila de autosatisfacción que resulta difícil sacarlos a la luz.

Desde el punto de vista de su cometido (volver a poner a su autor en la Moncloa), no me atrevo a señalar como un error garrafal la aparición de este libro: a fin de cuentas las aplicaciones de contactos son un éxito, y nadie se hubiera creído hace unos años que nadie pudiera hablar de uno mismo con semejante falta de pudor. Quizá entre los asesores de Ferraz tienen prominencia los que piensan que el líder no debe hablar con su propia voz, sino con esta voz metálica e impostada que usa la persona política de Sánchez y que este libro nos hace temer que se trate de su voz real. Yo me atrevo a pensar que esto no es así. Hay dentro de su propio entorno personas como Ángel Gabilondo (uno de los pocos políticos de los que Sánchez habla bien) que desarrollan un discurso muy distinto: calmado, bien articulado, generoso y con ideas nuevas, y que además es apreciado por los votantes. El secreto para publicar un libro es tener ideas propias detrás de las palabras.

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