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Grito desesperado de auxilio de una madre para evitar que sus tres hijos menores vuelvan con su padre maltratador en los próximos meses

El juez Jorge Sánchez Parellada evitó que el ex edil del PP Luis Irzo cumpliera siete años de prisión por maltratar a toda su familia al conmutar la pena por un curso de violencia de género y 510 jornadas de trabajos sociales

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análisis

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Pese a la gravedad de la condena por violencia doméstica sobre su ex esposa y sus tres hijos menores cuando tenían 6, 9 y 11 años de edad, el caso de Luis Irzo, ex concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Huesca, es un tema tabú en la ciudad aragonesa, de poco más de 50.000 habitantes y lugar de residencia habitual del maltratador y de esta madre y sus tres hijos menores. Paloma Delgado Bavai ha iniciado una recogida de firmas a través del portal change.org para proteger a sus hijos menores de su progenitor maltratador, ya que el titular del Juzgado de lo Penal número 1 de Huesca, Jorge Sánchez Parellada, permitirá que a partir de 2022 el condenado pueda volver a tener contacto con los hijos a los que ha maltratado durante 12 años de forma habitual.

El juez decidió suspender el cumplimiento de la pena de prisión a cambio de que el condenado no vuelva a delinquir en tres años y realice un curso de formación en violencia de género y un total de 510 jornadas de trabajos en beneficio de la comunidad. La Fiscalía, que no se opuso en su momento a esta decisión, sí ha recurrido en cambio las liquidaciones del resto de penas solicitando que no pueda acercarse ni visitar a sus hijos hasta el año 2034, cuando todos ellos ya sean mayores de edad. 

La madre y sus tres hijos menores han sufrido durante 12 años todo tipo de malos tratos físicos y psicológicos y el Supremo recrimina al juzgado de Huesca que impusiera la pena menor al condenado

Esta madre víctima de violencia machista, médica de familia, lanza a la sociedad un grito de auxilio desesperado después de haber utilizado todos los resortes posibles de la administración de justicia. Para agotar todas sus opciones de lucha, el pasado abril envió también una carta a El Justicia de Aragón, al Consejo General del Poder Judicial, al Defensor del Pueblo y al antiguo Defensor del Menor. “La sensación de pánico y angustia que están viviendo mis hijos solo es comparable a la de la incredulidad de cualquiera al que se le cuente mi caso. Han sido 12 años de maltrato físico, psíquico, etc. Una sentencia condenatoria de siete años de prisión hecha firme por el Supremo que termina en nada, absolutamente nada, volver al terror, a los ataques de pánico, a la inseguridad, a la impotencia, en unos niños que habían empezado a reconstruir su vida con normalidad desde abril 2019 cuando se suspendieron las visitas. Les intenté proteger con mi vida y lo hice lo mejor que pude, pero el daño fue mucho y las cicatrices quedan”, escribe la madre de los tres menores.

“Estamos ante un hombre que maltrató de forma diaria a sus hijos, que niega los hechos y que no se arrepiente, ni su familia tampoco. Renuncié a cualquier tipo de responsabilidad civil para disipar las dudas de que mi único interés ha sido y es salvaguardar la vida de mis hijos. Niños en los que no se está pensando, a los que no se está protegiendo. Niños a los que se empuja al trauma brutal que supone reanudar esas visita o verle pasear impunemente a su lado”, denuncia esta madre víctima de violencia machista. Paloma teme que los menores vuelvan “al terror, a los ataques de pánico, a la inseguridad, a la impotencia”, después de que los niños ya hubiesen comenzado a reconstruir sus vidas con normalidad desde abril 2019 cuando se suspendieron las visitas al progenitor.

Pese a todo ello, esta víctima de violencia machista, que grabó 18 horas de vejaciones del agresor de toda la familia en 37 videos, tendrá que soportar cómo su verdugo y el de sus tres hijos menores podrá volver a tener contacto con los niños a partir de 2022, ya que el ex edil maltratador habitual no ha pisado la cárcel un sólo día pese a haber sido condenado a siete años de prisión. La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo desestimó en mayo de 2020 el recurso de casación del condenado e incluso llamó la atención del juez que dictó la condena en el Juzgado de lo Penal número 1 de Huesca porque “la pena impuesta es la mínima legal imponible al haberse cometido los actos de violencia en el domicilio familiar”.

Agresiones tras la luna de miel

Paloma se casó con su verdugo en 2004. Las agresiones comenzaron a los diez días, en cuanto volvieron de la luna de miel. A partir de ahí todo ha sido una sucesión de vejaciones y malos tratos continuados que se han incrementado y extendido también sobre los tres hijos menores que tuvo la pareja. Los hechos probados recogidos en la sentencia condenatoria son estremecedores: “Durante su matrimonio, y con especial intensidad tras el nacimiento del primero de sus hijos, el señor Irzo, cuando se encontraban en el domicilio conyugal, de manera reiterada hacía objeto a su esposa de menosprecios, en presencia de los niños, se dirigía a ella a gritos, en actitud agresiva, insultante e intimidatoria y con expresiones como “gorda, foca, asquerosa, eres una inútil, me das asco” y otras similares, llegando a decirle, cuando Paloma dio a luz a su primer hijo, “te has deformado durante el embarazo, te doy nueve meses más para que te recuperes”, perdía los estribos ante la menor contrariedad, rompiendo objetos, llegando a empujarla, agarrarla bruscamente o zarandearla en diversas ocasiones en presencia de los hijos, sin que consten acreditadas lesiones, así como que, desde que su esposa se negó a seguir manteniendo relaciones sexuales, le impedía dormir de forma intencionada, zarandeando la cama para evitar que su esposa descansase”.

Los niños fueron obligados a realizar terapia para que quisieran ver al que fue su propio maltratador durante años

El fallo del Juzgado de lo Penal número 1 de Huesca confirma que “en este contexto, y por lo que respecta a los tres hijos menores, cuando se encontraba en el domicilio familiar, Luis Antonio Irzo los sometía a un clima de dominación, menosprecios, insultos y constante agresividad, haciéndolos objeto de actos de violencia física y verbal y de intimidación constante que excedían ampliamente del derecho de corrección, insultando y humillando a los tres frecuentemente” y sobre todo a su hijo mayor, a quien de forma reiterada se dirigía llamándolo subnormal, sinvergüenza, gilipollas, mocoso de mierda”, entre otras expresiones, rompiendo a patadas sus juguetes, golpeándolos, agarrándolos por el cuello o por el pelo, y utilizando castigos totalmente desproporcionados a la menor ocasión.

En la carta enviada a El Justicia de Aragón, al órgano de gobierno del Poder Judicial y al Defensor del Pueblo, Paloma reconstruye también el calvario que ella y sus tres hijos tuvieron que sufrir tras denunciar los hechos y ponerlos en manos de la justicia. “El proceso judicial fue duro y largo, siempre bajo sospecha de algún interés maquiavélico y alguna pérfida intención por mi parte en la motivación de la denuncia. Similar proceso siguieron los niños”, subraya Paloma.

Terapia para querer ver a su maltratador

Tras ser sometidos “a un sinfín de valoraciones psicológicas”, los niños tuvieron que someterse incluso a una terapia de acercamiento a su propio maltratador. Todo ello sin contar el calvario de los puntos de encuentro con su progenitor, a los que los niños acudían por separado “para que no se influenciaran entre ellos, y sin que les llevase yo para evitar mi nociva influencia”, explica Paloma, quien pide que “se ponga en situación” sobre lo que supone a un niño de 11, 9 y 6 años mandarlo solo con un extraño a un punto de encuentro donde tiene que encontrarse con su maltratador no arrepentido. “Como no podía ser de otra manera, estas visitas requirieron de la presencia de la policía ante su negativa total a querer entrar, ataques de pánico. Mi hija pequeña me partió el labio de un cabezazo intentando zafarse de mí, ante lo que seguía siendo “poco colaboradora” para el PEF. Estas visitas se sucedían martes, jueves y viernes sin tener en cuenta sus extraescolares, vacaciones, puentes ni horario escolar si cabe o enfermedades. A esto se añadió el trauma de visitas los domingos esta vez con los abuelos paternos, también aferrados en la negación total de los hechos”.

En el grito desesperado que esta madre maltratada pide a través de la recogida de firmas, suplica que “aunque nuestro maltrato no ha tenido consecuencia punitiva alguna, no pedimos venganza, pero, por favor, salven a mis hijos de un sufrimiento que no merecen. Ayúdanos con tu firma a conseguir que se prorrogue la orden de alejamiento y a que mis hijos no se vean obligados a tener visitas con su maltratador. Ayúdanos, simplemente, a sobrevivir”.

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