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Grecia: Syriza deja de ser útil

Pedro Antonio Curto
Pedro Antonio Curto
Escritor. Colaborador del periódico El Comercio y otros medios digitales. Autor de los libros, la novela El tango de la ciudad herida, el libro de relatos Los viajes de Eros, las novelas Los amantes del hotel Tirana (premio Ciudad Ducal de Loeches) y Decir deseo (premio Incontinentes de novela erótica). Premio Internacional de periodismo Miguel Hernández 2010. Más de una docena de premios y distinciones de relatos. Autor de diversos prólogos-ensayo de autores como Robert Arlt y Jack London, así como partiipante en varias antologías literarias, la última “Rulfo, cien años después”.
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análisis

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En la película de Theo Angelopoulos, El paso suspendido de la cigüeña, un político interpretado por Marcello Mastroianni huye de su propio fracaso a una lejana ciudad fronteriza, para perderse entre los refugiados que se agolpan en aquel lugar. Prefiere el caos al que están sometidos los desheredados, a una civilización injusta e imposible de cambiar, en especial por parte de sus direcciones políticas. Es la visión crítica y pesimista de Angelopoulos sobre el siglo XX y en particular sobre su propio país.

Hay dos momentos claves en la reciente historia griega y que tuvieron gran importancia porque pudieron marcar una resistencia efectiva frente a la deriva neoliberal y reaccionaria de la UE, incluso más allá de la propia Grecia. Uno fue la llegada de Syriza al gobierno, que si bien no llevaba un programa revolucionario, significaba un cambio social frente a las políticas de austericidio que la Troika había impuesto al pueblo griego. Y también de cambio nacional, por cuanto se quebraba el bloque histórico de poder, el de un bipartidismo, PASOK-Nueva Democracia, sustentado además por clanes familiares. Más que una victoria partidista, se alcanzaba la hegemonía social rupturista que señalaba Gramsci para conquistar el poder por parte de las clases populares, frente a la formula de toma del palacio de invierno.

El conflicto, necesario para el avance progresivo de la historia, estaba planteado y así el nuevo gobierno de Alexis Tsipras, se negaba a aceptar las imposiciones tecnocráticas de la UE. Porque la democracia no es una mera alternancia partidista gubernamental y unas libertades formales, sino que la ciudadanía pueda elegir los modelos políticos, económicos, sociales, territoriales, en los que quiere vivir. Así, y después de unas infructuosas negociaciones con la UE, el gobierno de Syriza decidía convocar un referéndum para que el pueblo griego se pronunciase sobre si aceptar o no las imposiciones de la Troika. El 61 % rechazaban las medidas: ganaba la democracia, perdía una realpolitik autoritaria. Prometeo lograba arrancar el fuego a los dioses y no era encadenado. Pero el sueño, como suele suceder en Grecia, duró muy poco: El gobierno de Tsipras terminaba aceptando las imposiciones de la Troika, que incluso acababa endureciendo. Era la venganza del poder: había que castigar como ejemplo e impedir cualquier disidencia y la mejor manera es que fuese la propia dirección política, quien aplicase las medidas austericidas. La rebelión de la gente había triunfado, la revolución fracasaba por la traición de sus élites. Es cierto que la situación era difícil, la salida del euro, incluso de la UE, presagiaba el endurecimiento de una guerra económica que colocaba a Grecia en una situación de inestabilidad. Pero los caminos que no se andan, son los intransitables; se hace camino al andar. No se llega a Ítaca sin emprender el viaje que puede ser largo y tormentoso. Tsipras no lo hizo y ha sido derrotado en las elecciones, pero la mayor derrota fue renunciar a su propio programa y entregarse a lo que el poder necesitaba: que incapaces de mantener el status quo tradicional (ND-PASOK), fuese Syriza quien se ocupase de aplicar salvajes políticas neoliberales, propiciando el descarrilamiento de la rebelión ciudadana. Y sin duda lo han hecho.

Aunque en agosto del año pasado se libraban del rescate y subían algo las pensiones y ayudas a las rentas más bajas, no dejaba de ser un maquillaje cosmético, acompañado por las clásicas cifras macroeconómicas como la subida del PIB. El 59% de los trabajadores no llegan a los 1000 euros al mes y el 25% no alcanzan los 500. La pobreza se ha cronificado y el precariado es ya como una consolidada clase social. De las políticas de privatización se han salvado el Partenón y poco más. Los refugiados sobreviven gracias en buena parte gracias a ONG´s y movimientos sociales, además de perseguir a los barcos de salvamento en el mar. Incluso han mantenido políticas represivas contra sectores disidentes. Así no es extraño que Nueva Democracia acabe de ganar las elecciones por mayoría absoluta. Para gestionar lo existente según las formas de la política clásica, se termina volviendo al original. La izquierda que no transforma, que cuando menos no crea perspectivas de cambio social, termina siendo engullida por la realpolitik tradicional.

El personaje protagonista de El paso suspendido de la cigüeña, derrotado y sin expectativas, prefiere la muerte civil, a un permanecer en la política en base a la ignominia. Tsipras debía contemplarse en el personaje interpretado por Mastroianni.

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