En el deporte, y en la vida en general, vivimos unos tiempos en los que todo es inmediato. Solo existe el presente. Las redes sociales, ese huracán de noticias, rumores, insultos y comentarios de bar como si fueran opiniones reputadas mucho tienen que ver.

Querer jubilar a los mitos o meterse con ellos cuando no están en su mejor momento es, tristemente un deporte nacional.

En esta vorágine, y como si el tiempo se hubiera detenido se nos presenta una final en el Open de Australia entre los dos tenistas que han protagonizado los duelos más épicos de la historia del tenis, Don Roger Federer y Don Rafael Nadal. Casi seis años después de su último enfrentamiento en una final de Grand Slam (Roland Garros 2011), estos dos genios vuelven a verse las caras.

Yo le doy las gracias a los dos. Gracias por hacer que niños de diez o doce años que igual han oído hablar de vuestros duelos pero nunca han disfrutado de ninguno de ellos por ser demasiado pequeños ahora puedan hacerlo.

Gracias por ser un ejemplo en el mundo del deporte. Vuestra rivalidad, basada en el respeto mutuo, en la educación y en otros valores ha sido una bendición en estos tiempos de Mujeres Hombres y Viceceversa y Gran Hermano. Gracias por demostrar que nunca hay que rendirse que cada vez que uno se cae hay que levantarse y que cuando uno en un bar dice aquello de “Nadal está ya acabado” no tiene ni idea de lo que es estar acabado.

Un deportista que lo ha dado siempre todo, que ha sido el mejor deportista de la historia de España se merecía, poder disfrutar una vez más de una final de Grand Slam contra su más íntimo rival, que no enemigo.

Rafa y Roger jugarán el domingo su novena final de un Grand Slam, con una ventaja histórica de 6-2 para Nadal. Cuando estemos viendo el partido nos cabrearemos con cada bola fallada por Rafa o con cada Ace que consiga el suizo, si Rafa pierde sufriremos como sufrimos cada vez que lo hace, pero no pasa nada. Habrá merecido la pena. Y si Rafa Gana… pues otra vez nos hará sentir que hemos ganado nosotros, porque pocas personas tienen tanta capacidad para hacer que sus triunfos los vivamos como nuestros.

Con 17 títulos de Grand Slam del suizo y 14 de Rafa, primero y segundo en la historia del tenis (Nadal empatado con Sampras), uno de los dos, seguirá agrandando su leyenda en 2017. Los dos miran de reojo a Djokovic que, con 12 Grand Slam parece que podría incluso alcanzar al helvético, aunque ahora no sea el jugador imbatible de hace un par de temporadas.

En cuanto al favoritismo en la final, si atendemos al ranking actual Nadal puede partir como favorito al ocupar el noveno puesto del ranking ATP y Federer el 17. Si miramos los duelos directos también (23-11 para el balear), sin embargo, la pista dura del Open de Australia puede favorecer al suizo. Además, esto es como un derbi futbolero, aquí las estadísticas cuentan poco y las emociones pueden contar mucho.

Decía Mats Wilander que no le apasionaba una final Nadal-Federer que se necesitaba savia nueva… Ya vendrá la savia nueva, disfrutemos una vez más de estos dos genios.

Como él mismo decía, a McCartney y Lennon es imposible volverlos a ver juntos por razones obvias, a Rafa y Roger sí.

Casi todo el que ha visto jugar a Federer coincide en que nunca ha visto nada igual en una pista de tenis. Si hablamos de clase y talento puro, no hay nadie como él. No corre, se desliza y flota sobre la pista, por eso, con 35 años todavía está al nivel que está.

Nadal es otra cosa, y por eso transmite tanto. Lucha, entrega, superación… Y sobre todo cabeza; quizás el deportista de la historia con la mente más brillante a la hora de competir, con permiso de Michael Jordan. Todo esto no exento de calidad, claro está porque de jugadores luchadores está el circuito lleno y ninguno tiene 14 Grand Slam a sus espaldas.

Pase lo que pase el domingo (9,30 de la mañana hora española), esta final es para disfrutarla, y para que quien nunca lo haya vivido antes, le pueda contar a sus nietos: yo viví una final Nadal-Federer.

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