Gracias porque estoy vivo. De momento.
Gracias porque tengo el poder y la virtud de darte las gracias.
Llega junio, en plena efervescencia comercial, tras un mes sin mascarillas mentales,
dándonos cuenta que somos el encuentro físico entre desconocidos, amigos y familiares.
Antiguamente, de abril a junio hacías el año comercial. Ahora tras la pandemia, tengo la sensación de llegar tarde a muchos eventos, que como empresa teníamos que haber participado o haber creado la apertura. Sí, es un sin vivir, con la sensación que hay oportunidades que se evaporan ante nosotros, por no haber sabido tomar la decisión que acorte el laberinto. Sé que quien mucho abarca poco aprieta, pero para encontrar oro hay que picar mucha piedra, y filtrar toneladas de tierra.
Cada semana abro la cremallera donde guardo los «y si», y elijo uno para probar nuevas aperturas comerciales, tirándonos a la piscina sin saber si hay agua.
Después, en el secreto de mi intimidad, abro la cremallera de los decretos y libero detalles de acciones de comunicación, que a las horas, otras personas las convierten en las vueltas de una llave maestra, como si estuvieramos conectados analogicamente.
Esas aperturas, están dando pie a nuevas sinergias, muy especiales, encontrando clientes y potenciales distribuidores en los lugares más insospechados. Lo cual, nos recarga de ilusión en la montaña rusa semanal que es ser empresario sin padrinos, sin red, sin oxígeno a esa altura de la ascensión a nuestro Everest, donde ya vemos la cima, pero cada paso que ascendemos nos roba un soplo de vida.
En ese empezar semanal, prefiero empezar por el final del principio: gracias, que al revés es saicarg y quitando la letras “i” y “g” obtenemos sacar.
¿Será que cuando damos las gracias sacamos algo de provecho a corto plazo?
Puede que por eso, todos los caminos con amoR lleguen a Roma.
Somos.