Asesinato

 Es ocho de abril. Desde la azotea del hotel Palestina, el amarillento horizonte está salpicado de pequeñas humaredas que recorren gran parte de la ciudad al otro lado del río. El ruido de las explosiones disipa la tranquilidad de lo que debería ser un día primaveral. La ciudad ha sido tomada por el ejército norteamericano y como en todas las guerras, los actos de vandalismo militar no son extraños. Los soldados americanos son extremadamente obsesivos. Les enseñan a que en el combate, un enemigo al que dejas huir, puede ser el que mañana te quite la vida. Además de esa cultura militar estadounidense basada en el “primero disparas y después preguntas”, que tanto hemos visto en sucesos policiales en los que mueren inocentes por ser negros, hispanos o pobres.

Es la primera vez que una guerra es retransmitida en directo por la televisión. Aún no ha llegado la época de vacas flacas en la que los medios de comunicación se convierten en medios de reproducción de imágenes de agencia, convenientemente filtradas e iguales para todos. Aún hay dinero para que periodistas se desplacen al lugar del conflicto y cuenten en directo lo que están viendo y denuncien esas violaciones de los derechos humanos, esas expoliaciones de museos y tesoros llevadas a cabo por los soldados en cualquier guerra.

Los mandos americanos saben que una guerra televisada en directo, les provocará conflictos con la opinión pública de su país y sobre todo, con la del resto del mundo civilizado. A ellos no les conviene ese “directo”.

Desde el Piso 14, José, cámara en mano, divisa las maniobras que el ejército americano está realizando en Bagdad. Tanques que pasan por encima de coches y destruyen edificios. Soldados que se esconden entre ruinas y escombros. Morteros que destrozan fachadas y asesinan gente inocente,…

Por el visor en blanco y negro de su cámara, vislumbra un carro de combate que rueda ruidosamente en dirección al río Tigris. El tanque se detiene sobre el puente y gira su enorme cañón hacia la posición en la que él y otros compañeros de la Agencia Reuters, situados un piso más asuso, se encuentran informando en directo de la toma de Bagdad.

Lo siguiente que ve es una explosión a su derecha y un fuerte escozor en el pecho y varios pequeños dolores en la cabeza y en las piernas. No parece grave porque está consciente. Poco a poco, el dolor aumenta y le va cambiándole el color de la cara y las heridas sufridas le hacen perder la consciencia. En un paupérrimo quirófano del Hospital de San Rafael de Bagdad, a José se le escapa la vida.

Todos sus compañeros son conscientes de que lo sucedido ha sido a propósito y que por tanto es un asesinato. Los Estados Unidos se escudan en un supuesto doctrinador de francotiradores que encontrándose camuflado entre los periodistas, indica a los iraquíes dónde deben disparar. El mundo entero clama justicia y el sometimiento a juicio de los culpables. Pero en Estados Unidos, matar en tiempos de guerra no es delito. Aunque el muerto sea inocente y no sólo no participe en la misma, sino que además es periodista. La legalidad se enfrenta a la justicia y a los derechos humanos.


 

Golpe Incruento

Lo que acabáis de leer es un relato basado en el hecho real del asesinato de José Couso. No pretendo fidelidad en el relato sino que sirva como introducción a la premisa de que, a veces, quizá con demasiada frecuencia, en este modelo del hijoputismo desilustrado, la legalidad no tiene nada que ver con la democracia ni mucho menos con la defensa de los derechos y libertades, ni siquiera con la garantía de los Derechos Humanos.

En este puñetero país gobernado por un partido que, en cualquier sociedad con unos mínimos fundamentos de libertad y democracia y un mínimo de moral cristiana, sería un partido ilegalizado con la mayor parte de sus miembros en situación de vacaciones permanentes y forzosas en Soto del Real, somos muy dados a hacer la vista gorda con aquello que nos beneficia o justifica nuestros actos y a pedir galeras para lo que creemos que su inmoralidad es tan evidente, que nos posiciona en la verdad más absoluta. De legalidad no hablo porque España es un país donde la sabiduría es más bien escasa, la cultura general nula y la moral la instruyen programas de televisión como el Hormiguero, Salvados, el Intermedio o La Sexta Noche para aquellos que se declaran como gentes de centro izquierda y el Hormiguero (de nuevo), el Programa de Ana Rosa o Espejo público para parados, amas de casa y el ciudadano medio que no tienen nada que hacer y se “come” todos los días doce o trece horas de televisión.

A estas alturas de la película, tengo claras varias cosas. Primero, que el referéndum catalán o no se va a celebrar o lo va a hacer en unas condiciones tan lamentables que ningún organismo, institución o gobierno internacional le dará validez. Segundo, que el deseo de votar y de decidir por sí mismos ha calado tan profundamente en la sociedad catalana y, gracias a los corruptos legales, en buena parte de la sociedad del resto de la nación, que la situación en Catalunya es irreversible y que, o se tranquilizan los ánimos a base de negociación real o esto acabará en ruptura y además en un baño de sangre. Y tercero que, esto ya no va de referéndum, sino de democracia y derechos de TODOS los españoles.

Lo que ha sucedido en este país es un golpe de estado, pero no desde Cataluña, sino desde el partido del charrán. Un golpe en el que los partidarios del franquismo, de la dictadura, de la mano dura, del ordeno y mando y del aquí se hace lo que yo digo, han copado todas las altas instituciones de los poderes del estado, para convertirlos en uno sólo al servicio del partido de la corrupción. Las denuncias de la Guardia Civil a Netflix por el anuncio de Narcos, la del cartel de carnaval del Ayuntamiento de Santiago o de la Drag Queen que acabó ganando el Carnaval de las Palmas, no son sino síntomas de falta de talante democrático que, a veces se quedan en nada y otras veces acaban en sentencia condenatoria, dependiendo, no de la legalidad vigente, sino de la interpretación de la misma de aquellos encargados de la administración de la justicia y de su “ideal” sobre libertad y democracia. Hace treinta años, verse envuelto en una pelea con un guardia civil de paisano que, como tú estaba de juerga, no traía mayores consecuencias que los mamporros que pudieras recibir en la contienda o que, tras el diálogo con el compañero de turno, más razonable y con menos copas en el cuerpo, todo hubiera quedado en un forcejeo y cada uno a lo suyo. Hoy unos chavales de Alsasua están encarcelados y acusados de terrorismo. La ley es la misma. El poder de uno de los contendientes y la interpretación de la instancia superior no (recordemos que la Audiencia Provincial de Navarra había rechazado que la agresión fuera por causas terroristas). La Instancia Superior, en este caso la Audiencia Nacional responde a unos criterios que “casualmente” coinciden con los del partido de la corrupción y el gobierno.

La Justicia, no existe. Existe la Administración de Justicia. Y ésta, es llevada a cabo por hombres que tienen ideología y creencias y que, precisamente por esa ideología y esas creencias, son escogidos por los partidos políticos para ocupar los altos organismos de esa administración como el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional.

¿Por qué se declararon inconstitucionales 21 artículos del Estatut Catalán y esos mismos artículos son legales en el de Andalucía? ¿Por qué el partido de los NOVECIENTOS casos de imputación por corrupción se negó sistemáticamente a renovar esos poderes cuando no podía poner a los suyos en ellos? ¿Qué tiene que ver la legalidad con la democracia? ¿En Corea del Norte no existe legalidad? ¿Y es una democracia?

Cuando ves como indigentes morales del partido corrupto, policías o guardias civiles se envalentonan en las redes sociales (y cada vez más en las calles) y, a título particular, hacen exaltación de la dictadura y de sus ideas reaccionarias y fascistoides y esas opiniones pasan absolutamente desapercibidas y sin embargo se acaba deteniendo y condenando a otros por verter opiniones de signo contrario, es que tenemos un serio problema de calidad democrática.

El golpe de estado ha sido incruento (de momento) pero muy nocivo en cuanto a derechos y libertades. Si el PSOE no ve que esto no tiene nada que ver con la defensa del orden constitucional sino con la defensa de las corruptelas y del status quo, es que sin lugar a dudas están en el mismo saco y con el mismo problema y para ellos es mucho más importante defender sus propios intereses que los derechos y libertades de la población.

El bloque constitucionalista no es garante de democracia y participación sino de su propio estatus en el caso de los corruptos charranes y de las élites del PSOE. En el caso de los de la Nueva Falange, se desenvuelven como pez en el agua en las situaciones en las que no consiguiendo gran cosa en las urnas, la violencia les sirve de caldo de cultivo para su expansión.

Pero parafraseando a Cervantes “Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”. Hoy el edificio cristiano ha sido sustituido por la omnipresencia televisiva y la manipulación informativa. Difícil que un pueblo enseñado en la mansedumbre durante ochenta años, dónde el que piensa es considerado antisistema y el que protesta una amenaza, vea más allá del españolismo. Difícil que deje de creer que lo normal, no es que las uvas se cojan de una en una y no que, aprovechando que el ciego es desconfiado y las coge de dos en dos, en lugar de decirle que eso no está bien, uno se calle y las vaya quitando de tres en tres.

Si hemos soportado que los corruptos nos dejen en la miseria, que las pensiones estén a punto de la extinción, que los derechos laborales se hayan ido por la alcantarilla, que la sanidad sea cada vez peor y tengamos que pagar por ella, además de lo que ya nos quitan de nuestros impuestos, que nuestros hijos no puedan estudiar Formación Profesional o Bachillerato porque las plazas públicas son escasas y masificadas, dudo mucho que veamos el bosque detrás del árbol del referéndum catalán.

Malos tiempos para la lírica democrática.

 

Salud, laicismo, república y más, muchas más escuelas.

 

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Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.

2 COMENTARIOS

  1. El clima que se respira me recuerda bastante a lo que me contaba mi padre de los años 30.

    Muy peligroso. Mucho estúpido. Es lo que tiene ver la tele 12 horas diarias.

    Salud amigo

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