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William Shakespeare escribió en Hamlet, «Algo huele a podrido en Dinamarca». Esta frase se puede trasladar perfectamente a la situación política que se está viviendo en República Dominicana en las semanas previas a las elecciones presidenciales del ¿5 de julio?

Las encuestas no son nada favorables para el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), cuyo candidato, Gonzalo Castillo, podría perder los comicios incluso en primera vuelta con Luis Abinader, el representante del Partido Revolucionario Moderno (PRM).

Los escándalos de corrupción que asolan al PLD en los años en los que ha ocupado el poder, primero Leonel Fernández y después Danilo Medina, sumado a las informaciones publicadas por Diario16 en referencia a los movimientos empresariales de Castillo en los últimos 8 años, en los que ha ejercido como ministro de Obras Públicas, presentaban un panorama absolutamente desolador para el PLD.

A todo lo anterior hay que sumar el escándalo que supusieron las elecciones municipales donde los errores del sistema informático siempre daban la opción de voto para el PLD. Un movimiento desesperado para el que ni siquiera la Junta Central Electoral pudo dar una explicación plausible. A pesar de todas estas estrategias absolutamente antidemocráticas, el PRM se impuso con solvencia en los principales distritos y alcaldías del país. El prólogo de lo que supondrá para República Dominicana el próximo ¿5 de julio?

Ante esta situación, el PLD parece estar moviendo todos los resortes a su alcance para evitar que los dominicanos puedan votar libremente en la fecha indicada. Para ello están utilizando la excusa del Covid19, la declaración de pandemia (3 meses después de que lo hiciera la OMS), y, de este modo, intentar ganar tiempo con una nueva posposición electoral para que Gonzalo Castillo pueda recuperar el terreno perdido…, algo que ya resulta difícil porque el pueblo dominicano está harto de palabras y quiere hechos que se traduzcan en la persecución real de la corrupción y que los responsables devuelvan el dinero a sus verdaderos propietarios: los hombres y mujeres de la República Dominicana.

La periodista Altagracia Salazar, colaboradora de este medio, afirmó en sus redes sociales que «Están forzando la posposición de las elecciones y pueden hacerlo», un hecho al que se opone claramente una ciudadanía que clama por el cambio.

Por otro lado, ha surgido otro escándalo que muestra a la perfección la desesperación del PLD: un camión de la Junta Central Electoral entrando en un «comando» de la campaña de Gonzalo Castillo.

¿Se imaginan que vehículos de las autoridades electorales de los Estados Unidos entraran en la Torre Trump? Sería un escándalo del que ninguna democracia podría recuperarse. Sin embargo, en República Dominicana está ocurriendo y, a pesar del desmentido de la Junta Central Electoral de que ese camión no pertenece al organismo, la sospecha ya está ahí y es muy grave desde un punto de vista democrático porque lo que se está comprobando es que el PLD no está dispuesto a abandonar el Palacio Nacional al precio que sea, como sea, caiga quien caiga. Eso es un golpe de Estado electoral, un verdadero golpe de Estado que busca la permanencia en el poder a costa de la voz del pueblo. Eso, en una democracia, es inaceptable y sólo el dictador Trujillo se hubiera atrevido a hacer algo así.

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