La tardía pero pertinente intervención de Estados Unidos en la crisis siria, atacando varios objetivos militares, tendrá graves consecuencias para el régimen sirio. En apenas unos días, los que van desde el ataque con armas químicas contra civiles por parte de las fuerzas del presidente Bashar al-Assad hasta el bombardeo norteamericano de una base militar siria, la situación ha cambiado radicalmente. Si bien hace unas semanas parecía clara la victoria de al-Assad frente a las fuerzas de la oposición, sobre todo a merced de la ayuda militar, política y económica que estaba recibiendo de Irán y, sobre todo, de Rusia, ahora las cosas son bien distintas.

La intervención norteamericana en la crisis siria es un giro estratégico que tendrá consecuencias impredecibles, aparte que significa un cambio radical con respecto a la anterior administración precedida por Barack Obama, muy reacio a una intervención militar en ese país y que incluso llegó a frenar una acción militar auspiciada por Francia y el Reino Unido en los momentos de mayor debilidad del régimen. Es más que seguro que la guerra civil siria, que ha provocado la destrucción del país, siga su curso imparable, causando incontables estragos, pero este ataque norteamericano puede ser el comienzo de una mayor implicación de los Estados Unidos y sus aliados europeos en el conflicto.

El régimen sirio es uno de los más sanguinarios de la región y utiliza todos los medios a su alcance para seguir en el poder. Sin la salida de al-Assad de la escena política, tal como demanda la oposición y la mayor parte del mundo occidental, la situación no se podrá desbloquear y será imposible que avance un hipotético diálogo entre las partes. La guerra, al día de hoy, ha provocado más de 11 millones de refugiados y desplazados internos y externos, 400.000 muertos y la parálisis total de la economía siria. Aparte de todos estos daños, el régimen sirio ha bombardeado a ciudades, incluso atacando hospitales y objetivos civiles, ha usado indiscriminadamente las más bárbaras torturas contra sus oponentes, ha atacado con armas químicas a poblaciones indefensas y ha arrasado aldeas y pueblos supuestamente ocupados por milicias opositoras, en una política de tierra arrasada sin precedentes en la región.

 

UN AVISO A RUSIA, IRÁN Y COREA DEL NORTE

Abrir unas negociaciones políticas con Damasco, con todos este elementos que caracterizan a su brutal forma de conducir la guerra, es harto difícil y seguramente se obtendrían pocos resultados de las mismas. Otro problema radica en que la oposición no tiene un liderazgo sólido y unificado, sino que responde a un sinfín de grupos, organizaciones y formaciones de todos los colores, ideologías e incluso etnias. Entre esos grupos, hay que reseñar que también está el Estado Islámico, que llegó  a ocupar la ciudad de Palmira y se situó a una corta distancia de la capital siria, Damasco, y que todavía sigue teniendo una enorme capacidad militar y un arsenal con el que continuar sus acciones durante mucho tiempo. Conseguir poner de acuerdo a todos estos grupos, tal como desearían los Estados Unidos y Occidente, no será una tarea nada fácil no sólo por la disparidad en sus objetivos políticos, sino porque el escenario final que pretende alumbrar cada uno de ellos es bien distinto. Por ejemplo, la milicia kurda YPG (Unidades de Protección Popular) tiene muy claro que su objetivo final es la creación de una entidad política kurda en territorio sirio que se acabe conectando con los territorios que controlan las milicias kurdas en suelo iraquí, un anhelo que causa pesadillas en Ankara y que seguramente tendría consecuencias políticas y militar en Turquía.

Turquía ha recibido la intervención militar norteamericana  sin ocultar su alegría y apoyo, ya que desde hace años es uno de los países que más ha luchado por provocar la caída del régimen sirio y la salida de al-Assad del poder. Es pronto para ver las consecuencias que puede tener esta intervención y si las acciones militares de los Estados Unidos contra Siria van a continuar, pero en cualquier caso la paulatina rehabilitación del al-Assad en la escena internacional se para en seco y se abren nuevas expectativas en la zona. Siria violó los acuerdos alcanzados con la comunidad internacional en el sentido de que no utilizaría armas químicas contra objetivos civiles y militares y pasó con creces la línea roja trazada por sus enemigos.

Este ataque fortalece la alianza contra al-Assad, formada por Israel, Turquía, Alemania, Francia y los Estados Unidos, y alienta a la oposición a continuar con su lucha contra el régimen. De la misma forma, el ataque es un claro aviso a Rusia y a Irán, los dos principales apoyos del régimen de Damasco, en el sentido de que pese a su apoyo los Estados Unidos no va a cejar en llegar hasta el final para que al-Assad abandone el poder sin cortapisas de ningún tipo. Indirectamente el mensaje también va a destinado a Corea del Norte: a partir de ahora, con la administración de Donald Trump al rumbo de la primera potencia del mundo, los Estados Unidos se reservan el derecho a intervenir militarmente allá donde consideren que sus intereses son vulnerados o amenazados de alguna forma.

Pese a todo, el camino para un cambio político en Siria no va a ser sencillo ni rápido. Para Moscú, los sirios son su principal aliado en Oriente Medio y tienen hasta una base militar naval, Tartus, en su territorio. Rusia, por ahora, ha anunciado que seguirá apoyando a al-Assad y ha considerado, en boca de su presidente, Vladimir Putin, una «agresión a un país soberano» el ataque norteamericano, dejando bien claro que no toleraría una mayor implicación por parte de los Estados Unidos en la crisis siria. La luna de miel, si es que alguna vez la hubo, entre la administración Trump y Moscú está a punto de terminar y queda bien claro que los intereses estratégicos de ambos superpoderes estaban destinados a colisionar muy pronto en esta zona tan sensible del mundo. El giro estratégico impregnado por Trump, frente a los titubeos y pusilanimidad de Obama, provocarán cambios en la zona, aunque todavía no podemos percibir las consecuencias en el largo plazo y el impacto que tendrán las acciones militares en el curso de la guerra civil siria. El tiempo nos dará las respuestas.

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