Un viento helado recorría Europa a medida que el escrutinio electoral confirmaba lo que los pronósticos auguraban: la extrema derecha liderada por Giorgia Meloni ha ganado las elecciones generales en Italia. Un partido antieuropeísta, antiglobalista, antifeminista y rayano en la antidemocracia fue el más apoyado por la ciudadanía italiana en unos comicios que han mostrado la desafección absoluta de la ciudadanía hacia el sistema político, económico y social actual.
¿Italia se ha vuelto fascista, como en los años 30 del siglo XX? No ¿Meloni es Mussolini? Tampoco. Sin embargo, tanto el recuento como el dato de abstención muestran, precisamente, que el pueblo italiano, como ocurre en muchos otros países del mundo democrático, ha perdido la fe en la clase política tradicional y ha decidido refugiarse en la última opción que les quedaba. Italia ya dio un aviso en 2018 con el ascenso de Matteo Salvini. El otro poder, el que no es elegido por las urnas consiguió que su fiel lacayo del Partido Democrático (lo que sería el PSOE en España) primero rompiera el gobierno Liga-M5S y, posteriormente, diera un segundo golpe colocando a Mario Draghi como primer ministro.
Aunque el recuento aún no ha terminado, Giorgia Meloni ha vencido y, junto con sus aliados, ha logrado un resultado histórico. Su partido, Fratelli d’Italia (FdI) ha obtenido un 25% de los votos. Hay que tener en cuenta que hasta hace poco tiempo lo habitual era que no superara el 5%. Meloni ya se prepara para ser la primera ministra italiana. Por primera vez en la historia una mujer tendrá el poder.
Respecto a sus otros aliados, Salvini apenas ha alcanzado el 8,5%, lejos del psicológico 10%, lo que supone una derrota para el hombre que elevó en 2018 a la extrema derecha a niveles ignotos. Ahora está por ver si, tras estos resultados, podrá mantenerse al frente de su partido.
Grave crisis de la izquierda
A las opciones progresistas las ha salvado el último arreón del Movimiento 5 Estrellas (M5S) porque el Partido Democrático, como ocurrió con el Partido Socialista de Francia, se ha pegado un buen batacazo, a pesar de ser la segunda coalición más votada en Italia y ser el partido en el que los ciudadanos que viven en el extranjero más han confiado.
El Partido Democrático, cuya candidatura estaba encabezada por Enrico Letta, a la hora en que se escribe esta crónica apenas alcanzaba el 19,2% de los votos, a 7 puntos y dos millones de votos de distancia respecto a Meloni, lo que le convertirá en el primer partido de la oposición. Con estos resultados no podrá cizañear como hizo en la pasada legislatura para colocar, finalmente, al candidato de las élites como primer ministro. Una muestra más de que las opciones políticas tradicionales ya no cautivan a la ciudadanía porque han perdido su confianza.
Por otro lado, el M5S ha sido quien ha salvado la cara a la izquierda y, sobre todo, ha evitado que la victoria de Giorgia Meloni fuera más abultada. El 15,16% se ha logrado en las últimas semanas, cuando los sondeos daban una victoria a la coalición Meloni-Salvini-Berlusconi de un 80% de los comicios. «Todo el mundo nos vio en cifras individuales y cuesta abajo y en cambio hicimos una gran remontada. Somos terceros en Italia y primeros en el sur», afirmó su líder, Giuseppe Conte.
Giorgia Meloni llegará al Palazzo Chigi con el frío recibimiento de los líderes de la Unión Europea, salvo los que le son afines, como el húngaro Viktor Orban. Es cierto que en la última semana de campaña ha rebajado mucho el tono, sobre todo para tranquilizar a la economía y a la UE. Por eso, en su discurso de victoria, Meloni citó una frase de San Francisco de Asis: «Empieza por hacer lo necesario, luego lo posible y de repente te encontrarás haciendo lo imposible».
Los efectos secundarios de la inyección experimental a la que o trató de obligar el títere exBCE que habían puesto.
Como vemos no es un caso particular de Italia, cuando en EEUU antecedió Trump; en UK,Johnson; en Brasil, Bosonaro; y en la misma Italia rompieron el fuego Berlusconi y Salvini, que ahora son el apoyo de Meloni en la constitución de gobierno; mientras en España emergía Vox del seno del propio PP; etc., etc del resto de Europa. El fascismo, edulcorado bajo el eufemismo de extrema derecha siempre ha estado en Standby, en los tiempos de bonanza, y mientras crecía conscientes de que sus objetivos no se pueden presentar con la crudeza con que los aman hasta que el poder no está en sus manos simulaban rechazar el peligro que conllevan; pero es la única ideología que pude hacer y decir las cosas de Trump o Bolsonaro, arremeter contra los derechos humanos, o manifestarse con el totalitarismo de los regímenes que intentan imponer, o reducir a todo el que no piense como ellos a la exclusión eliminación que emerge del trato que le muestran al ser humano a través de la emigración.
Un repasito por los textos sobre el estudio del fascismo es suficiente para comprender que no se trata de calificar sino de deducir porque estas corrientes se pueden describir como tales.