Causa sorpresa el aparente ataque de nervios que ha sacudido a ciertos reaccionarios nostálgicos del extinto imperio británico. Ante la simple mención de Gibraltar, penúltimo vestigio de sus viejos dominios, han entrado en un frenético delirio de grandeza basado en su pretérita nostalgia, apoyado en ese ejemplo de calidad periodística que simboliza el periódico «The-Sun».

Al escuchar algunos de sus dislates no he podido menos que sonreir; pues, he recordado un teorema matemático aprendido en mis ya lejanos días escolares: «Si dos cosas son iguales a una tercera, son iguales entre sí». Llevado este teorema al actual problema de Gibraltar, en relación con el Brexit promovido por el anterior Gobierno inglés, podríamos formularlo de la siguiente manera. Si Gibraltar es miembro indisoluble de la Gran Bretaña y si Inglaterra sale voluntariamente de la Unión Europea, no queda la menor duda de que Gibraltar ha de salir también de la Unión Europea.

De las últimas manifestaciones de la primera ministra, Theresa May, se desprende que, como ha dejado caer,»hábilmente», «no se hará nada en contra de la voluntad de los gibraltareños», pero en último extremo, ¿cuál será la voluntad de los gibraltereños?

Hemos de partir, para poder analizar cuál ha de ser su futura voluntad, de una serie de hechos concretos. De una parte , está lo manifestado por las altas autoridades de la UE, que excluyen a Gibraltar de las conversaciones generales de la salida de la Gran Bretaña de la Unión, con lo que el tema de Gibraltar está excluido de la negociación general del Brexit, amén de  que el Gobierno español, puede usar su derecho de veto a cualquier punto de esa futura negociación que incluyera a Gibraltar, ya que España sigue siendo miembro de pleno derecho de la UE.  De otra parte, los efectos prácticos que sobre la actual estructura económica del Peñón tendría si se consumara la definitiva salida de Gran Bretaña de la UE sobre el conjunto de la actividad económica general de los habitantes de la última «colonia» en suelo europeo.

Partiendo del hecho de que en Gibraltar están registradas más sociedades mercantiles que habitantes; pues éstos sobrepasan en muy poco los 25.000, al ser necesariamente considerada  la «verja» de la Línea de la Concepción como frontera exterior de la UE, las empresas radicadas en suelo gibraltareño se verían excluidas del régimen general de libre circulación de capitales que rige en el resto de los países de la UE. El argumento inglés de que los más de 7.000 españoles del campo de Gibraltar que diariamente cruzan la «verja» para trabajar en el Peñón y que éstos serían sustituidos por otros trabajadores, posiblemente norteafricanos , con la consiguiente pérdida de trabajo de los españoles, ha de ser tratado en conversaciones entre España y el Reino Unido en las que nuestro  país puede esgrimir la realidad de los más de 300.000 ingleses censados residentes en España, con las consiguientes ventajas que a ellos les reporta.

Un indicativo de cuál sería la verdadera voluntad de los gibraltareños es el hecho de que en el propio referéndum que propició la salida de Gran Bretaña de la UE, más del 90% de la población de Gibraltar, con derecho a voto, fue contraria a la salida de la UE; precisamente porque los propios habitantes son conscientes de lo que significaría para la economía general del Peñón la salida de la UE. No debemos olvidar que existe un aspecto, precisamente basado en el sentimiento de la población, que tiene que preocupar, y mucho, al Gobierno Inglés. Se trata de que una gran parte de los ciudadanos del Peñón tienen una segunda residencia, sita en territorio español, especialmente a lo largo de toda la «Costa del Sol», por lo que podemos tomar como ejemplo las zonas de, Puerto Duquesa, San Pedro de Alcántara, Puerto Banús, Sotogrande, Mijas, …. que acogen a estos gibraltereños, no sólo en periodo de vacaciones, sino que les son imprescindibles para combatir la sensación de claustrofobia que produce el estar estreñidos permanentemente en el reducido espacio físico del Peñón, fuera de lo que son, propiamente las instalaciones militares de la base.

Existe lo que podríamos llamar efecto contagio que tendría que preocupar, también,  al Gobierno de su Majestad británica que podría ser determinante en la negociación. La realidad de la repercusión que en Irlanda del Norte y Escocia, ambos territorios que forman actualmente parte de la Unión Europea, como integrantes de Gran Bretaña, sus habitantes podrían tener deseos de continuar dentro de la UE tras la salida de Inglaterra; Irlanda del Norte, mediante su incorporación a la República de Irlanda que si continúa siendo miembro de la UE , y Escocia, forzando a Londres a un segundo referéndum que la desligara de Inglaterra para así, poder iniciar su proceso de integración en la UE, asunto que ya ha sido planteado en el Parlamento escocés.

Por todas estas razones, el Gobierno inglés debe tentarse muy bien la ropa en sus futuras conversaciones con la Unión Europea, teniendo presente que el problema de Gibraltar, necesariamente tiene que ser independiente del resto de la negociación y tratado bilateralmente con el Gobierno español, puesto que ya ha pasado la época en que los «gurkas», a punta de bayoneta , era la solución de un problema, como ocurrió en la Guerra de las Malvinas.

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