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Gerifaltes

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Avelino vía alejado del pueblo en una pequeña casa junto a sus siete hijos, una mujer que aguantaba su mal humor y sus muchas manías y enfados cuando las cosas no salían bien, media docena de cerdos que comían las bellotas de diez celemines de encinas que rodeaban la casa, unas quince gallinas que les surtían de once huevos frescos todos los días y un mulo viejo que había heredado de su padre con el que araba la tierra. En seis fanegas de secano aledañas al monte bajo, sembraba cereal con el que hacer pan para dar de comer a sus hijos, mantener a las gallinas, al mulo y, cuando venían malos tiempos, a los cerdos.

Una tarde calurosa de verano, camino abajo, aparecieron dos siluetas lejanas. Dos personas ataviadas con sendos cayados, zapatillas deportivas, sombreros de paja y ropa de sport, caminaban a buen ritmo en dirección a la casa. A la altura del pozo, bajo la sombra de un gran castaño, tomaron asiento y descanso. Aurora, la mujer de Avelino, les dio las buenas tardes y les preguntó que se les ofrecía. Los caminantes, un hombre y una mujer de mediana edad, manos finas, pocas arrugas y pinta de no haber trabajado en el campo en su vida, le dijeron que habían alquilado una pequeña casita aledaña al viejo molino, en el pueblo y que habían venido a descansar y a pasar el verano lejos del mundanal ruido de la ciudad. Aurora, no entendía de qué tenían que descansar porque no tenían arrugas en la cara, estaban fuertes, sin llegar a ser gordos, y las manos que sujetaban los chuzos eran lisas como las de un niño. Le pidieron permiso para sacar agua del pozo con el que refrescarse del calor, echar unos tragos y llenar unas cantimploras que llevaban adosadas a la cintura. Mientras sacaban el agua del pozo con una herrumbrosa bomba manual, vieron picotear a las gallinas. El hijo mayor de Avelino y Aurora, Adalberto, llevaba mecidos en la camiseta ocho huevos que acababa de recoger. Los paseantes preguntaron a Aurora si les vendería una docena de esos huevos. Le pagarían cincuenta pesetas por ellos. Aurora, no se lo pensó dos veces y les vendió los huevos. Cuando llegó Avelino del campo, le contó lo sucedido. Durante las siguientes semanas, varios forasteros más llegaron de la misma forma que los primeros caminantes y todos preguntaban que si podrían comprar huevos.

Tal fue la demanda, que Avelino se hizo con treinta gallinas más. El nivel de la troje bajaba ahora más deprisa de lo habitual. Así que decidió vender los cerdos y dedicar todo el cereal a la cría de las gallinas. Ocho meses más tarde de aquella primera visita, llegó un tipo trajeado que ofreció a Avelino y Aurora comprar todos los huevos que pudieran producir. El precio era menor que aquellos diez duros que les cobraban a los caminantes pero creyeron que merecía la pena. Así que Avelino volvió a la ciudad en busca de cincuenta gallinas más. Sus hijos comenzaron a quejarse porque la mayor parte de los días no había pan. Pero Avelino les decía que dejaran de quejarse que el trigo era para las gallinas. Tantas gallinas sueltas eran incontrolables. Comenzaron a subirse al travesaño sobre el pozo que en su día había sujetado un caldero con el que subían el agua desde las profundidades y allí defecaban sobre las aguas.

Los primeros síntomas llegaron en poco tiempo. Los hijos de la pareja de avicultores comenzaron a tener un color azulado alrededor de la boca y de los ojos. Tenían que ir constantemente al baño y devolvían la poca comida que se echaban a la boca. Avelino estaba amasando una gran cantidad de billetes que guardaba bajo una tabla suelta del dormitorio. Aurora, por su parte, le pedía a su marido que vendiera las gallinas y que con el dinero obtenido comprara más grano para poder pasar el invierno porque ya casi no les quedaba. Además, estaba segura de que la enfermedad de sus niños tenía algo que ver con ellas, aunque no sabía muy bien la relación entre el color azulado de la piel de sus hijos y las gallinas. Pero Avelino no sólo no hizo caso, sino que, cegado por el dinero, volvió a la ciudad y compró otras cincuenta gallinas más.

Llegado el mes de febrero, la troje comenzó a enseñar el suelo. Ya no tenían trigo para hacer pan. Y apenas les quedaba cebada y avena para las gallinas. El mulo ya no podía con el arado. Como habían vendido los cerdos, ese año no hubo matanza y tampoco tenían carne para echar al puchero. El médico les clausuró el pozo, después de que la pequeña tuviera que ser internada en el hospital víctima de un envenenamiento por agua con exceso de nitratos porque las gallinas cagaban casi exclusivamente dentro del pozo. Tenían que comprar el pan, el embutido y hasta los garbanzos porque se habían desentendido de la huerta y de sembrar legumbres y habían dedicado todo el terreno a la siembra de centeno, avena y cebada para las gallinas. Incluso había reventado al mulo destroncando gran parte del encinar con el fin de poder sembrar más cereales para pienso avícola.

Para evitar que las gallinas se cagaran en el pozo, Avelino las metió en jaulas donde producían más huevos que sueltas. Poco tiempo después, se encontraron al mulo muerto y al poco, el empresario que les compraba los huevos, dejó de ir a visitarles. Ya nadie iba a por huevos y Avelino, se encontró sin monte, con un terreno árido por el exceso de nitrato de los excrementos de las gallinas, un negocio quebrado y una familia moribunda por el agua envenenada.

*****

Gerifaltes

Desde hace años, somos conscientes de que, terrorismo sólo es una definición interesada. Definen como terrorismo que un grupo de activistas, cansados de las tropelías de una empresa que tiene patente de corso, acabe con los recursos hídricos de los habitantes de Guatemala en 30 kilómetros, y que estos acaben hartándose y prendiéndole fuego a la maquinaria de esa empresa. Pero, si lo que se quema son las casas de los palestinos y el incendiario el ejército de Israel, entonces, ya no lo definen como terrorismo. Si el ejército ucraniano bombardea un hospital con el fin de masacrar a los civiles prorusos allí refugiados no es terrorismo. Si el ejército americano decide que un tanque sispare un pepino contra la terraza de un hotel dónde los periodistas informan de sus maquiavélicos planes, tampoco es terrorismo. Y si ese mismo ejército dispara desde un dron a personal civil en Irak no sólo no es terrorismo sino que aquel que se atreve a sacarlo a la luz (Julian Assange) acaba detenido y extraditado como un criminal al país de que realizó la matanza.

Vivimos en una coyuntura demencial donde los criminales son “legales” y aquel que se atreve a denunciar con nombres y apellidos, acaba encarcelado, arruinado o muerto.  Muchos de nosotros nos llevamos las manos a la cabeza cuando esta semana tuvimos que leer que la brigada antiterrorista había detenido a varios investigadores y científicos porque, en la calle, junto al Congreso de los Diputados habían organizado una protesta para concienciar a los políticos que la tierra sólo es una y que no tiene suplente y que la estamos matando. Para ello, arrojaron en la acera unos litros de zumo de remolacha que tiene el color de la sangre. Zumo que media hora después de la protesta de la que no se enteró ninguno de los políticos que estaban dentro, había desparecido con agua y que los que deberían protegernos de los malos y no de los científicos dicen que han provocado daños por valor de 3.306,69 € (¡si qué está cara el agua en Madrid!) y que esa protesta es una alteración grave de la sesión parlamentaria (los de dentro se enteraron por la prensa). Para darle más enjundia, mandan a la brigada antiterrorista, no porque los señores diputados hayan corrido ningún peligro, no porque las instituciones democráticas que se suponen representan al pueblo, hayan sido dañadas, sino porque el pagafantas y todos sus secuaces no pueden permitir que nadie pueda siquiera molestarles, ni que el régimen que han montado pueda ser puesto en duda.

En esta coyuntura en la que ni el propio Hitler hubiera soñado, dónde ser nazi es un plus y ser activista es considerado como terrorismo, dejamos que unos caraduras criminales con traje de lana, corbata de seda y salarios millonarios, nos arruinen la vida con salarios de miseria (12,5 veces más pequeños que los que ellos cobran), con condiciones laborales que ellos ni tocan, salvo para las personas que tienen sirviendoles en régimen de semiesclavitud, se dedican a desviar los fondos de nuestros impuestos, en lugar de para darnos servicios, para llenar las cuentas de resultados de amigos y caraduras que, una vez abandonada la política, les devuelven el favor regalándoles una silla en un Consejo de Administración con un salario, de nuevo estratosférico. Dejamos que decidan por nosotros que un amigo de los nazis es nuestro aliado. Que hay que regalarle armas y municiones para que pueda, llenar alguna cuenta en algún paraíso fiscal. Deciden que el pueblo Ruso es nuestro enemigo por arte de birlibirloque, que debemos pagar el gas, la luz, la gasolina y la cesta de la compra a un precio desorbitado porque hay que arruinar a Rusia para que el sátrapa americano, pueda seguir aparentando que es la primera potencia mundial, mientras su pueblo está en la ruina, la miseria les acecha y las armas y las drogas les llevan de forma anticipada a “pedir tierra”.

Nos quieren tapar la boca con sucedáneos como una subida del salario mínimo (ficticia porque en la mayor parte de los casos, el incremento se ha comido los complementos) en un 5 %, mientras la gasolina ha subido en el último año un 60 %, la luz un 200 % y la cesta de la compra están ya casi en el 20 % (datos propios).

Vemos a personas de moral distraída aconsejándonos que volvamos al carbón, a la deforestación para calentarnos en invierno y al uso del agua como combustible (energía azul a base de hidrógeno, la llaman) para arruinar a Putin, cuando los rusos ya han ganado esta guerra militar y económicamente y los que hemos perdido somos todos nosotros que ahora pagamos todo más caro.

Tenemos que aguantar que estos sinvergüenzas, que llevan desgobernando Castilla y León, durante décadas, desde que el ser más indecente, asqueroso y desaprensivo que jamás pisó moqueta en nuestro país, llegara a la Junta a base de inventar un caso de corrupción contra el pobre Demetrio Madrid, no sólo se hayan cargado la sanidad y los servicios públicos de la región, sino que han dejado sin efectivos a los equipos de bomberos mientras nombraban a un vicepresidente fascista con 80.000 euros al año por no hacer nada porque ni tiene cartera, ni funciones pero, si asesores. Mientras vacían las arcas a base de asesores, se quema por falta de bomberos forestales y de medidas de prevención, la Sierra de la Culebra con todas sus especies en peligro de extinción.

Si el planeta ya estaba en la UVI, desde la guerra por poderes contra China, a través de Rusia en Ucrania, hemos entrado en la cuenta atrás. Toda la firma de acuerdos de la cumbre climática de hace tres años ha quedado olvidado. Los 100.000 millones de dólares al año comprometidos desde los países ricos para ayudar a las naciones más desfavorecidas a adaptarse al cambio climático y mitigar así los aumentos de temperatura, han quedado en saco roto. La deforestación, las emisiones de C02 y la contaminación amenazan con una extinción masiva para el 2080. Siguen sin entender que el decrecimiento es la única forma de poder paliar un futuro que como en las peores distopías, se presenta con grandes desiertos, gigantescas olas de calor, sequías atemporales y diluvios que arrasan el terreno en 24 horas. El crecimiento económico continuo, además de ser imposible y ecológicamente insostenible genera un calentamiento para el 2090 de entre 2,5 ºC y 6 ºC. Lo que pone en riesgo de extinción masiva a la mayor parte de las especies que habitan la tierra “incluso sin otros impactos no climáticos”.

Mientras el futuro del planeta, y con él, el del hombre, se va al garete, estos sinvergüenzas que dicen gobernar en nuestro nombre y por nuestro interés pero que sólo obedecen a los intereses de gentuza que en cualquier otra situación serían calificados de peligrosos delincuentes, terroristas sin escrúpulos, blindan Madrid para convertirla en un búnker y poder así celebrar una reunión de la organización que ha llevado la guerra allí dónde le interesaba, desde Libia a Sarajevo, desde Irak a Damasco, sin sobresaltos y sin que nadie pueda siquiera insultarlos desde lejos. Porque, como no se cansan de repetirnos, nunca hay presupuesto para agentes y/o bomberos forestales, sanidad, educación, ayudas sociales, servicios públicos o pensiones. Pero nunca falta un euro para pagar policías, comprar tanques, aviones de guerra, regalar armas a Ucrania o para que usted, como ciudadano no pueda ni acercarse a decirle a Borrell, Sanchez, Biden o a Ursula Von der Leyen que deberían pagar por habernos metido en una guerra que está llevando a la quiebra económica a miles de familias en toda Europa.

Sigamos pensando que todo esto no va con nosotros y que estamos a salvo. Que la felicidad no tiene precio ni se gana en ninguna revolución.

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3 COMENTARIOS

  1. Gracias Jesús. Casi siempre me encuentro con el paso cambiado sobre los de mi entorno, prensa, radio, tv, vecinos, etc., etc. Eres una ayuda para al menos seguir intentando caminar, si pudiera ser, en dirección contraria al precipicio.

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