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Gento: leyenda de barrio

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análisis

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Antonio Gala dejó escrito en algún sitio que para estar en el mundo en los años 60 había que saber quién era Gento, aunque a él se lo colocó una vez una marquesa al lado en una cena de alto copete y pese a sostener una breve y protocolaria conversación con él, siguió sin enterarse de quién era Gento.

— Me llamo Antonio Gala y soy escritor. Tú a qué te dedicas?

— Yo no escribo, soy Gento.

—Estudias Derecho?

—No, soy Gento.

—Entonces…

—Soy Gento.

Hasta que tras preguntarle discretamente a la marquesa, ésta le susurró: “Es Gento”. El escritor cordobés no se enteraría de con quién había compartido mesa y mantel hasta que pasados unos días vió el rostro del ganador de seis copas de Europa en una caja de cerillas.

Luego, cuando ya a partir de los años 70, pese a seguir vinculado al Real Madrid, la galerna del Cantábrico colgó las botas, se convirtió en parte del paisaje humano del primer tramo de la calle Juan Ramón Jiménez, el más cercano al Bernabéu, paseando por allí su perro durante décadas, departiendo con sus vecinos y tomándose con ellos humildemente alguna caña en sus terrazas sin necesidad de presentarse a nadie. Porque era Gento.

MI padre, que también residió por esa zona de Chamartín cercana a la Castellana durante varias décadas -yo lo sigo haciendo- y que andaba entonces ya jubilado, sería una de esas muchas personas que, aunque no desarollaran con él una gran amistad, lo tratarían con frecuencia y compartirían con él más de un rato. Los suficientes como para que cuando, poco después, falleció fuera de Madrid, y meses más tarde Gento se cruzó conmigo en la calle, me diera sus condolencias con particular énfasis, y ponderando las virtudes de mi padre no solo en nombre propio, sino en cierto modo como portavoz de todo el barrio. Algo que especialmente hoy que Paco Gento también se nos ha ido, sigo agradeciéndole mucho, aunque no sé si ya se habrán visto y habrán compartido los cinco duros de las vueltas de las cañas en las tragaperras de algún garito de allá donde estén.

Y es que, al margen de las sombras de su vida familiar y privada que en los últimos años de su vida se conocieron, Paco Gento fue siempre un hombre sencillo, que no olvidó nunca su origen humilde ni se endiosó por lo que deportiva y socialmente alcanzó. Y a quien aunque fuese Gento, con sus seis copas de Europa y su presidencia honoraria del Real Madrid, todos cuantos conocían en el barrio seguían llamando Paco.

Algo que no está de más reivindicar visto lo mucho que ha cambiado el mundo del deporte desde que Gento dejó de correr la banda, ahora que todo son contratos estratosféricos desproporcionados, se va a jugar la Supercopa a Arabia Saudí por la mera y simple pela, y algunos galácticos probablemente ni sepan lo que es tomarse una caña en un bar.

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