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Gente de bien

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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– Podéis ir en paz.

Dejó el cura sentenciada la misa y todos comenzaron a abandonar el templo, con prisa, como cuando el tren reduce la marcha porque está entrando en la estación, y los impacientes viajeros se levantan, comienzan a recoger los abrigos y las maletas y aguardan impacientes en el pasillo esperando que el convoy pare, abra las puertas y se pueda acceder al andén.

Jose Vicente, vestido con un traje azul marino, dos tallas más que su hechura, comprado en las rebajas de unos grandes almacenes, compuesto de pantalón, chaleco y americana, camisa gris con cuello blanco de picos abotonados, corbata del mismo color que el traje, zapato negro y pañuelo blanco en el bolsillo de la americana, acompaña a Nuria, que lleva un vestido camisero de tafetán verde oliva, con cuello de camisa y manga larga con puño, ceñido a la cintura mediante un cinturón, de piel, también verde, que cierra una falda plisada que se abre hacia abajo, zapato de color marrón claro y una diadema en el pelo del mismo color que el traje, salen cogidos de la mano. A su alrededor corren cinco chiquillos que no han estado quietos ni un segundo durante la ceremonia. Ya nadie les dice nada porque todos los domingos es igual. Misa de doce, pase de modelos como si fueran a una boda. Y unos críos poco educados que se impacientan, hablan, se mueven y molestan a los demás fieles. En alguna ocasión, el párroco se ha dirigido a los padres suplicando corrección, y estos han mirado al cura con cara de no entender cuál es el problema para a continuación soltar aquello de «¿y qué quiere que haga, que los ate? Sólo son niños». 

Jose Vicente tiene una pequeña empresa de carpintería de aluminio. Su mujer, Nuria, trabaja en casa cuidando de los cinco hijos y haciendo las tareas del hogar. También es la que hace las pocas facturas que emiten para justificar con hacienda y prepara todos los papeles para que la gestoría realice los pagos trimestrales de IVA y el papeleo legal. En el taller trabaja Jose Vicente, el padre de Nuria que ya está jubilado y que era el dueño del taller, aunque le ha pasado la titularidad al yerno para no perder la pensión y dos hombres, uno de nacionalidad rumana que lleva más de quince años en España y un senegalés que trabaja con un contrato de cuatro horas como peón y que lleva cortando perfiles de aluminio, soldando y atornillando a jornada completa, casi un lustro, y al que pagan en B las tres partes del salario. El rumano está dado de alta como oficial de tercera y acompaña a Jose Vicente a montar las instalaciones y, algunas veces, cuando el trabajo lo exige, también acude a los clientes a tomar medidas de futuras instalaciones.

La gestoría le justifica a Vicente un salario bruto anual de 20.000 euros. Con ese salario, el matrimonio tiene garantizado no tener que hacer declaración de la renta y conseguir becas de libros para sus vástagos. Sin embargo, Jose Vicente conduce un Porche Cayenne, vive en un piso de ciento treinta metros cuadrados que está valorado en 490.000 euros y todos sus hijos van a un colegio concertado en el que, para poder acceder hay que hacer una donación anual de seiscientos euros por alumno, mas cuatrocientos mensuales de comedor obligatorios y un uniforme que vende el propio colegio a doscientos euros por atuendo. Con los 8.000 euros anuales que el gestor le justifica a Nuria como ingresos del taller, por llevar las cuentas, Nuria conduce un Peugeot 3008 de gasolina y paga las clases semanales de Barre y de Zumba.

Jose Vicente y Nuria salen juntos únicamente a misa de doce los domingos.  Esporádicamente, salen a comer a algún restaurante, junto a sus churumbeles maleducados, cuando hay que celebrar algún cumpleaños o aniversario. Pero normalmente, cada uno hace su vida. Duermen juntos y hacen el amor una vez cada quince días los sábados por la noche. Jose Vicente desayuna sólo, porque se levanta a las siete. Ella desayuna junto con los niños a los que lleva en su coche todos los días al colegio. Luego, martes y jueves pasa por el taller a recoger los albaranes con los que hacer las facturas (en A o en B). Jose Vicente come en el bar, junto con su suegro o en algún bar cercando dónde estén montando junto con Florín, el rumano. Cenar, cena en casa pero cuando llega, después de haber pasado un par de horas en el bar, los niños ya están acostados y Nuria ha cenado con ellos. Jose Vicente no es putero, pero tiene claro que si surge la ocasión, no la desperdicia, como hace dos veranos, cuando estando solo en casa, de rodríguez, una inglesa que estaba de vacaciones en el piso del edificio de enfrente, que alquilan como piso turístico, estaba desnuda frente a la ventana, Jose Vicente se la quedó mirando y ella le hizo señas para que subiera. Y no se lo pensó.

Jose Vicente es una persona de bien, que va a misa los domingos, viste correctamente cuando la ocasión lo exige y que daría, según él, la vida por España. Aunque no hizo la mili porque un tío suyo, militar, le libró por pies planos. Como hombre de bien, no se mete en política, aunque debería reflexionar porque no pagar impuestos, hacer facturas sin IVA y cobrar becas de libros también es una clase de política.

*****

Gente de bien

Decía el otro día en el Senado «Mariano Feijoó» algo así como “Deje ya de molestar a la gente de bien”.

Por «gente de bien» se refería naturalmente a las personas del PP y a sus votantes. Esos que darían la vida por España pero que si se diera el caso de una catástrofe o una invasión, serían los primeros en buscar un billete para salir del país. Los que aman tanto a España que si tienen dinero, lo ocultan en Suiza o paraísos fiscales. Los que no dudan ni un segundo en evadir impuestos por el medio que sea, camuflar salarios si son autónomos o intentar que hacienda, además de no pagar, les devuelva gran parte de los que no pueden evadir como el IVA. 

La «gente de bien» se caracteriza por ir a misa de domingo, llevar el pelo corto, vestir según la corrección tradicional, y no meterse en política porque, como aprendieron del genocida eunuco y hombre de armario (y no por la naftalina), Franco, una persona de bien no se mete en política. Ya lo decía el otro día la marioneta del dipsómano sobre la huelga de la sanidad en Madrid, “Es una huelga política”, como si lo que ella nos está haciendo a los madrileños, no fuera causa de una política «destroyer» basada en el principio simplista de usar el dinero público para enriquecer a amigos y adláteres mediante contratos privados que eliminen toda prestación pública de cualquier servicio o función administrativa.

Este facherío rancio que llaman liberalismo, no es otra cosa que clasismo fascista, una vuelta al Medievo. Un clasismo basado en la falacia más indigna: el individualismo.  Es evidente que el ser humano es un ser social, no es un cocodrilo que caza sólo en la ciénaga, sino un ser que ha necesitado del colectivo desde el principio de los tiempos para sobrevivir y evolucionar. Es más, el individualismo habría llevado a la especie humana a su desaparición hace milenios, y en esta coyuntura, está llevando a la sociedad a la extinción y a la tierra, al colapso.

Para nuestra desgracia, esta plaga, esta ruina que tenemos encima como nación, es un todo indisoluble e inalquitarable. Un régimen salido de un golpe de estado que represalió a más de un millón de españoles, asesinando impunemente a más de ciento cincuenta mil, exiliando a medio millón de personas y metiendo el miedo en el cuerpo durante cuarenta años al resto. Tras la muerte del dictador, todo fue un paripé montado por el régimen con ayuda del imperio, para hacer ver que todo había cambiado sin que cambiase nada. El falso golpe de estado del 81, sólo fue parte de un atrezo para eliminar la poca oposición que quedaba. Cuarenta y dos años después, el que entonces estaba en los papeles del futuro gobierno de concentración nacional, como ministro de economía, por aquellos días una baza importante del PCE, hoy es el candidato de una moción de censura de los fascistas del moco verde. Hoy, como entonces, el PSOE vota con el PP, en una moción simbólica, en contra de recuperar la indemnización de los 45 días por año trabajado en caso de despido. Hoy, como entonces, el PSOE, vota con el PP, a favor de entregar carros de combate y armas a un nazi cocainómano en una guerra entre USA y Rusia en territorio ucraniano. Hoy, como entonces, el PSOE se alía con los franquistas del 74 y vuelve a abandonar a los hermanos saharauis a los que niegan nacionalidad después de haberlos dejado en mano del sátrapa marroquí. Hoy como entonces, el PSOE, vota junto con el PP y el Moco verde, en la Comunidad de Madrid, en contra de limitar los precios de los alquileres. Hoy como entonces, el PSOE y el PP, el PP y el PSOE gobiernan para sostener la monarquía borbónica, para favorecer a fondos de inversión, bancos, emporios y todo aquel que tenga la misma visión política que el sistema que llevamos sufriendo 80 años. Hoy como entonces, la inflación se dispara, los beneficios empresariales crecen como nunca y los pobres son la última preocupación de los poderes públicos. Hoy como entonces, el Poder Judicial no reparte justicia sino régimen, con la connivencia de todos.

Desgraciadamente, como en la clase media, que no existe pero a la que todo el mundo cree pertenecer, todos creen ser gente de bien. Aunque cada día haya más ancianos solos, aunque cada día, la gente se preocupe más por sus perros y gatos que por sus vecinos, aunque cada día ante la tesitura de con IVA o sin IVA, todos tendamos al sin IVA. Todos se quejan de que pagan muchos impuestos y sin embargo todos intentan evadirlos. 

Ser gente de bien, se ha reducido a comprar un kilo de arroz o unas lentejas baratas para el banco de alimentos y poco más. Ya ni siquiera nos levantamos del asiento en el autobús o en el metro ante la llegada de un anciano que va arrastrando la vida. Ya ni siquiera nos preocupamos de preguntarle al vecino del tercero que tiene ochenta años y vive solo si está bien o si necesita algo. Ya ni siquiera nos preocupamos por el entorno ecológico. Sólo queremos tener gasolina para nuestro coche, electricidad para nuestra vivienda y gas para nuestra calefacción, sin que nos coman la cabeza con la crisis energética, el cambio climático o la guerra de USA con Rusia que nos importa una mierda mientras no nos llamen a filas, sin entender que es posible que para cuando eso sucediera, el planeta ya habría desaparecido bajo el fuego y la radicación de una guerra nuclear.

La «gente de bien» es cáncer de la sociedad que extinguirá la humanidad.

Salud, feminismo, ecología, decrecimiento, república y más escuelas públicas y laicas.

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