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Garzón

Braulio Llamero
Braulio Llamero
Escritor. Su última novela, recién publicada, “Lo que nunca se contó de Artemio”. Su último libro para niños, “¿Puedo borrarme de vampiro?”. También es periodista y ha trabajado en medios locales y regionales de radio, prensa y televisión. Fue columnista diario durante décadas en La Opinión de Zamora (donde también fue director) y Tribuna de Salamanca, entre otros. Más información en www.brauliollamero.com
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análisis

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En el gobierno hay dos tipos de ministros, como sabes. Los nombrados por el PSOE, con carteras repletas de competencias; y los designados por UP, que son ministerios sin cartera. Lo más parecido a un ministerio real que tienen es Trabajo, de Yolanda Díez, y en realidad es solo medio ministerio, porque se desgajó de él Seguridad Social y algún otro área. Los demás son caramelitos insustanciales, con envoltorio de bombones. Universidades, de Castells, es menos de un tercio de lo que fue siempre Educación, Ciencia y Universidades. El Ministerio de Derechos Sociales, que añadieron a la ornamental vicepresidencia segunda de Iglesias y que ahora lleva Belarra, contiene poco más que nada, en cuanto a competencias y dinero, y desaparecerá en cuanto acabe la coalición. Igualdad, de Irene Montero, era apenas una Dirección General o un negociado, que apenas se dejaba ver, dentro del conglomerado de la vicepresidencia primera, de Calvo. Y lo de Consumo, de Garzón, es un pequeña fracción de lo que siempre fue la potente cartera de Industria, que ni ha notado el pellizco. Con esto, incomprensiblemente, se conformó UP en su día para permitir a Sánchez revalidar su presidencia. No creo que haya precedente en país alguno de tal asimetría en una coalición, con un parte conformándose con migajas literales.

Pues bien, con la más irrelevante de esas migajas tuvo que conformarse en su momento Alberto Garzón, líder de IU y en calidad de tal, pariente pobre de la coalición; con Consumo. Una cartera ficticia, con apenas competencias ni presupuesto. Garzón hace lo que puede desde ella y lleva peleando desde que llegó por acabar con la infamia de las casas de apuestas. Pero todo ha de negociarlo, necesariamente, con otros ministerios que son los que pueden dejarle hacer algo o no. El juego depende, en realidad de Interior y de Justicia. La alimentación, de Agricultura y Sanidad. Y así. En consecuencia poco más le queda, para justificar su presencia en el Gobierno, que hacer algo que por lo demás es consustancial a los responsables de Consumo: lanzar alertas, hacer pedagogía y tratar, en definitiva, de influir en la mejora de los hábitos de consumo del país. Esta semana fue lo que hizo; alertar sobre lo que viene advirtiendo la OMS, las grandes ONGs, los expertos y científicos, los médicos en cada centro de salud: el consumo de carne es excesivo y nocivo tanto para nuestra salud como la del planeta, por lo que debemos intentar diversificar nuestra alimentación. Lo dijo así, como sugerencia, educadamente. Pero le ha caído la del pulpo y el Gobierno PSOE, con su presidente a la cabeza, se ha lanzado sobre él con furia mediática.

—Los ganaderos son sagrados -le han venido a decir-. Piensa en los votos, antes que en la salud o el cambio climático. ¿O acaso crees que estás en un Gobierno transformador?

Un abrazo al ministro de Consumo. Si yo fuera él, saldría cuanto antes de esa tomadura de pelo que le han dado. Por salvar, o sea, su organización.

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