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Fusión Caixa-Bankia

Francisco Javier López Martín
Francisco Javier López Martín
Licenciado en Geografía e Historia. Maestro en la enseñanza pública. Ha sido Secretario General de CCOO de Madrid entre 2000 y 2013 y Secretario de Formación de la Confederación de CCOO. Como escritor ha ganado más de 15 premios literarios y ha publicado el libro El Madrid del Primero de Mayo, el poemario La Tierra de los Nadie y recientemente Cuentos en la Tierra de los Nadie. Articulista habitual en diversos medios de comunicación.
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análisis

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No es la primera vez que se producen fusiones en nuestro sistema financiero. Al principio las fusiones se producían porque las entidades financieras eran muy pequeñas y centraban su actividad en unos pocos clientes muy especializados en determinados negocios locales, ya fueran rurales, comerciales, industriales.

De hecho, gracias al desarrollo de algunos de estos sectores industriales, o comerciales, en lugares como el País Vasco, o Cataluña, especialmente, surgieron los primeros grandes negocios bancarios del siglo XIX, que rápidamente buscaron tener una vistosa sede en el distrito financiero madrileño de la calle Alcalá. La caída de otros sectores económicos también justificó los primeros cierres, absorciones y fusiones bancarias.

Tampoco es la primera vez que se produce algún intento de fusión de estas dos entidades que cuentan con todas las virtudes y los vicios del solar patrio. Hace casi diez años ya se alentaron operaciones de fusión, tan sólo aparcadas por la tremenda crisis económica desatada en el planeta, que provocó algún sonado y espectacular rescate como el de Bankia y muchos de sus fusionados de última hora, como Bancaja, Caja Canarias, Caixa Laietana y otros pocos restos del naufragio.

Lo cierto es que Madrid y Cataluña, en oposición, competición y colaboración abierta, o encubierta, vertebran España, mal que le pese a quien le pese, hasta el punto de que cuando La Caixa ha tenido que dejar de ser catalana para convertirse en valenciana y mantenerse en la liga económica española, renunciando a los sueños independentistas azuzados por el tres per cent, lo ha hecho sin pestañear

Hablamos de los bancos como si siempre hablásemos de lo mismo, cuando ya no hay bancos como los de antes y cuando, si algo caracteriza la vida moderna, es el continuo y permanente cambio al que se ven sometidos los conceptos, gracias a ese triunfo total de Humpty Dumpty, aquel magnífico huevo torpón, pero sabio, que andaba por encima de la tapia del País de las Maravillas, desafiando constantemente a la suerte y entablando hermosos diálogos nonsense con Alicia,

-Cuando yo uso una palabra significa lo que yo quiero que signifique… ¡Ni más ni menos!

Los bancos ya nos son lo que eran. Con los tipos de interés por los suelos lo de prestar dinero ya no es el gran negocio de los bancos y les tienes casi que pagar porque te guarden el dinero, de hecho es lo que hacen cobrando comisiones por todo cuanto hacen por ti, desde pagarte un recibo, darte una tarjeta de débito, o crédito, gastos de mantenimiento de tu cuenta, todo es susceptible del cobro de una comisión.

Inventan fórmulas, intentan establecer sistemas de atención y fidelización de los clientes, te dan café, personalizan la atención  en las sucursales, que ya no son sucursales, sino work cafés, zones, multi shops, multi coffee, oficinas store y mobile store. Los bancos te venden de todo, desde seguros a fondos de pensiones, desde atención sanitaria a viajes baratos, pero no vayas a sacar dinero en una oficina, para eso están los cajeros, entiéndete con las máquinas.

En contrapartida, sin entrar en detalles de qué fue antes, el huevo o la gallina, todo el resto de negocios, desde una plataforma de comunicaciones, a cualquier comercio, distribuidora, o fintech (Finance &Technologie: empresas especializadas en intermediar en negocios financieros de todo tipo), se introducen descaradamente en el negocio bancario.

Parece claro, a estas alturas, que la partida no la ganarán los pequeños piratillas, bucaneros, corsarios, contrabandistas y filibusteros que pueblan el mundo de los negocios, sino el grupo GAFA (Google, Appel, Facebook, Amazon) que están a punto de convertirse en bancos, con permiso y acuerdo de las grandes entidades financieras, o tras una guerra a muerte de impredecibles consecuencias.

En esta situación y con este paisaje desolado sembrado por la crisis económica de 2008, el cambio climático imparable y todas sus secuelas de migraciones, aumento de temperaturas, contaminación insufrible y la pandemia del Coronavirus, las consecuencias de esta guerra pueden ser impredecibles.

Por lo pronto los sindicatos, sin manifestarse en contra de la fusión, e intentando ver lo positivo que pueda haber en la misma, alertan sobre la necesidad de prevenir la pérdida de empleo que puede producirse, como ya ocurrió en anteriores fusiones.

Pero es que, además, el negocio de La Caixa y Bankia son coincidentes en el espacio-tiempo, es decir oficinas en los mismos sitios, el mismo negocio y poca presencia internacional en ambos casos. Nada asegura que la fusión vaya a salir bien, porque hasta la ventaja del mayor tamaño puede convertirse en un inconveniente en tiempos tan cambiantes.

Claro que me asustan las concentraciones de capital, de las que ya nos avisaron los inefables Marx y Engels, claro que hubiera querido un horizonte de banca pública pero esa batalla la perdimos cuando hicimos fracasar la intentona de Esperanza Aguirre de apoderarse de Cajamadrid, poniendo al frente a su queridísimo Nacho González. La victoria convertida en derrota.

Extrañas alianzas se produjeron, por cierto, en aquella tremenda batalla que llegó al Constitucional y en la que, al final, se impuso el acuerdo de la ministra Salgado, por el PSOE con el negociador del PP Luis de Guindos, que situaba a Rato al frente de Cajamadrid, dando el pistoletazo de salida a la conversión de la entidad financiera en Bankia, las fusiones con otras seis cajas de ahorro, el desmadre de la salida a bolsa, los escándalos de la tarjetas black y unos procesos judiciales cerrados con condenas y otros aún abiertos a la espera de sentencias.

A estas alturas, creo que el debate sobre banca pública o privada, que tan buenos resultados partidistas parece tener, puede resultar estéril e impedir que podamos contar con una banca con participación de recursos públicos, que oriente sus inversiones hacia el interés general y que afronte el reto de la redefinición del concepto de negocio bancario y su modernización, poniéndolo al servicio de la sociedad, de las personas y de aquello que ahora interesa: la justicia económica, la solución al cambio climático, la salud y la defensa de la vida, toda la vida, también la nuestra en el planeta.

No  sé si será posible, pero es lo que creo que habría que hacer.

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