Fuente de desesperanza

La huida

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La desesperanza peor no llega con la falta de libertad o de medios para poder vivir, peor que todo eso es constatar su inevitabilidad porque el ser humano es malo, sencillamente malo. Siempre he sido un ingenuo intelectualmente; para mí, y me reitero, la Cultura es una manera de vivir, de procesar la realidad que nos toca. Me repugnan casi por igual la erudición vacua y la ignorancia orgullosa. Mi ingenuidad radica en considerar las consecuencias de la Cultura como moderadoras del egoísmo natural.

La supervivencia o la estabilidad, en un sentido amplio incluyendo la reproducción, es la máquina de la vida… una forma complicada de comportamiento químico. Todo intento de trascender esto nos lleva al ridículo de alejarnos de la Naturaleza. El miedo a la muerte, nuestra incapacidad para entender y asumir este hecho, genera la idea de la perpetuación del vivir más allá de su frontera, que no es más que una ilusión óptica que desaparece con la corrupción de los cuerpos; las religiones dan sus primeras noticias con enterramientos, ocultando la verdad: tratando al cadáver como vivo, lo mismo que la chimpancé se queda con su vástago difunto varios días en brazos… El problema es que la idea de un mundo paralelo que niega la esencia mortal de éste trae como correlativa la idea de la pureza, esto es, la negación de lo vital (real) para alcanzar la inmortalidad (irreal): el control de los apetitos básicos, la comida y el sexo.

Mire a dos personas follando. Eso somos. La Presidenta del Consejo, el Ministro del ramo, la Jueza, el rico inversor, la gañana, el primoroso, a todos se nos ha enseñado a privatizar nuestra sexualidad porque la sencillez directa del acto, la animalidad exacta y amoral, incluso la falta de escrúpulos higiénicos, el sometimiento y el dominio, la pérdida de la razón por un olor o un tacto, el afecto, el cariño, la entrega, la sensualidad, el juego… esto es lo que somos. Nos dicen que tengamos cuidado, que nos perdemos… pero en realidad nos encontramos.

Construimos la sociedad dando vueltas a una negación, rodeando eternamente como la yedra abrazada a un muro todo lo que tenga una capacidad alegórica sexual. Casi todo lo demencial que somos proviene de la canalización del sexo, empezando por la familia. No me pongo freudiano, sólo quiero hacerles pensar (perdonen mi atrevimiento) qué es lo que verdaderamente les (nos) hace sentir bien, y no es tan complicado. La verdadera utopía no es un mundo perfecto a perseguir sino la Edad de Oro, la Naturaleza pero incluyamos la mortalidad: no olvidemos el relato bíblico, se nos expulsa tras comer del Árbol de la Sabiduría pero antes de comer del Árbol de la Vida, previendo los dioses que nos volviéramos como ellos: eternos, sólo los dioses son inmortales.

Con nuestra capacidad para el conocimiento, podríamos ser o haber sido relativamente felices. Aplicando la sabiduría a la vida, eso que llamamos con cierta pompa hedonismo, todo podría haber sido mejor, no lo veo tan difícil… Todo ese ansia de poder y falta absoluta de empatía encubren frustraciones personales tan ridículas que la mera consciencia de ellas engendra más violencia, porque la estupidez es un círculo vicioso. Nada más triste que constatar nuestra simpleza radical y absoluta, cuando el deseo nos quema en otra dirección.

Estoy bloqueado, veo con asombro cómo mucha gente afirma estar leyendo o compartiendo sus experiencias de encierro. Yo no puedo ni leer ni escribir. Mi cabeza sólo hace dar vueltas a la barbaridad, a la inasumible maldad que constituye a la basura humana. Sé de lo mejor, aprovecho cuanto de bueno encuentro pero la certidumbre que ahora me pesa es que somos malignos hasta límites que la imaginación no alcanza. El ser humano, lamento mi pesimismo, es una fuente de desesperanza… miro el futuro y sólo la huida me parece digna, deberíamos asumir que hemos hecho un mundo de mentira, un mundo en el que casi todo lo que importa ha sido ladeado o transformado en relaciones sociales a distancia en la que el combustible son víctimas, personas.

¿Aprendemos? Hay quien dirá que lo que hemos creado es una existencia estupenda, los ricos viajamos y visitamos ciudades, comemos en cadenas de restaurantes para todos los gustos, disfrutamos del cine en casa, tenemos todos los libros del planeta a nuestra disposición, vivimos maravillosa y deportivamente, con nuestra medicina salvadora a toda costa (empós de eternidad)… mas, ay, ¿y si esta paz no fuera nada?

¿Cambios? Estoy convencido (atragantado) de que vamos a otra sociedad peor, porque las circunstancias son peores y la sabiduría ha sido abandonada por la bazofia barata de la nueva religiosidad hipertrofiada: el Más Allá de la inmortalidad (irreal) ahora es Internet: amistad, sexo, conocimiento, arte, comida, familia, cuerpo… todo de mentira. “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate”. Yo, me voy.

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