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Friebe

Enseñando a nadar a la mujer casada (Esdrújula Ediciones, Granada 2021)

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Tuve la suerte de leer una prueba de Enseñando a nadar a la mujer casada de Juan Carlos Friebe, pero ahora que tengo el libro en papel se cumple el adagio de JRJ según el cual en ediciones diferentes los poemas dan cosas distintas, si entonces pude decir al poeta que no tuviera dudas: ahora el libro me parece todavía mejor.

Sí, es un libro de poemas y lo primero que llama la atención es el propósito narrativo en torno a un personaje central, Juana de Arco, y el carácter de denuncia que atraviesa todo, pues además de la martirizada por la Iglesia y santificada por la Iglesia (sic) Dama de Orleans son citadas y dignificadas Margarita de Porete (una beguina que fue quemada por hereje), Mariana Pineda (víctima política y quizá amatoria de un español muy español) y Aisha Ibrahim Duhulow (lapidada en 2013 con trece años en Somalia), además del asesinato a cuchilladas de una mujer por su pareja y otra mujer embarazada ahogada tras ser arrojada desde la patera en la que intentaba acceder a nuestras costas.

Es un libro sobre la intolerancia y los que ejercen de indiferentes (otra forma de intolerancia, ay de quiénes hoy no ven lo que se les reprochará mañana); con sutileza el autor consigue llevarnos a los clímax de indignidad contra las víctimas, donde aparecen en todo su esplendor con un único pecado: la singularidad. Ser distintas en la fe, en la ideología, en el género, en la piel y la pobreza… por ser mujer o no querer serlo, qué más da, el opresor siempre encuentra obligado su reprimir: se siente inocente de dañar y justificado.

La trama y las intenciones de Friebe se las dejo a ustedes. No sé por qué (quizá porque compartamos pasión) cuando lo imagino trabajando se me vienen a la cabeza músicos psicodélicos como el Syd Barrett de los originales Pink Floyd, capaces de lo infantil en lo terrible, de lo grave en lo ligero y de lo complejo en lo llano. Hay un niño asustado y travieso en él.

Su escritura aúna un uso del verso sabio y siempre atinado, con la inclusión de imágenes densas, duras, al tiempo que directas. Tiene el autor gusto por arrastrar el sonido creando una sensación de realidad muy presente: “huellas hollando huida con las prisas de la culpa”, “varones hasta cien a ciencia cierta anhelan”, “Cuitado y circunspecto, canónigo y notario / del primer día al último del proceso eclesiástico”, “con ese obsceno celo de lasciva virtud”, “saben que dicen que saben / bien amañada artimaña”… son versos que prueban ese placer meditado en los sonidos y la aliteración, la música cadenciosa que fluye a través de las estrofas, mucho endecasílabo y mucho alejandrino, todo bien trabado.

No hay nada de sensibilidad cursi en este libro alternativo, distinto, todo está al servicio de la denuncia del sufrimiento, como ya ocurriera en publicaciones anteriores como Las briznas o Poemas a quemarropa, los textos parecen tener una intención purgativa, buscan la purificación ante la estupefacción causada por el mal gratuito.

Poemario diferente con poco amor y menos metafísica, clamando por la libertad de ser cada cual lo que la realidad nos vaya sugiriendo: “[…] si no desvelo secretos de hadas, / si no ruego perdón por ser yo misma, / si no me pliego a sus reconvenciones: / si en vez de vestir Juan me invisto Juana”. Sobrecoge el relato que nos queda a lo largo del volumen de la perversión indecente de los asesinos, baste con esta cita y lean, por favor, a Juan Carlos Friebe:

 “Te quitaron la ropa. De hembra te vistieron.
   Ardiste pronto. Y se exhibió tu cuerpo
   para que el pueblo no tuviese duda alguna
   de que aún conservabas figura de mujer”. 
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