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De Frank Liszt. El húngaro «arrojado» sobre Europa

L. Jonás Vega Velasco
L. Jonás Vega Velasco
Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.
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análisis

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Ponemos hoy punto y seguido, que no final, a la por otro lado alocada carrera que durante algunas semanas nos ha conducido por medio de conmemoraciones unas, e incluso celebraciones otras, a recorrer lo más florido y boyante de la tradición cuando no de la historia del Viejo Continente; para retomar con pasión, de qué otra manera cabría hacerlo, algunos de los aspectos más importantes a la par que descriptivos no ya tanto de un autor, como por supuesto de la época que le es propia.

Desde tales considerandos, que no por supuesto limitaciones, echamos hoy la vista atrás, y no nos detenemos hasta topar en la genealogía cronológica, que no por ello menos conceptual; en Frank LISZT, sin duda uno de los húngaros más conocidos, que por ello hace más paradójica la certeza de encontrarnos ante uno de los personajes más complicados de conceptualizar, no tan solo en su condición artística, sino más bien a tenor de su condición vital.

Y todo tal vez, o quizá resultase más adecuado decir a causa, de que pocos artistas llevan tan en boga el hecho de concebir la Música tan solo a partir de la concepción que de la propia vida hacemos. Así, LISZT no componía, plasmaba una interpretación gráfica de su vida. Y no puede cabernos la menor duda de que tuvo una vida fructífera.

Nacido en Hungría, un 22 de octubre de 1811, la dificultad que el hecho podría plantear en términos de conveniencia para de cara a la correcta proyección tanto del autor como de su obra, queda rápidamente superada al comprobarse desde un primer momento por un lado la rápida impronta que la genialidad deja en el Maestro (da su primer concierto no habiendo aún cumplido los once años) como por supuesto la pronta aparición de los primeros síntomas de lo que a la larga será el aspecto más marcado de su carácter, a saber su predisposición para hacer de lo cosmopolita su modo de vida.

Lo cierto es que no podemos ni debemos, en el caso de ser verdaderamente serios a la hora de poner de manifiesto los conceptos que luego se trasladarán para conformar la genialidad de LISZT, ignorar entre otros los condicionantes que a título de contexto circunvalaron los fundamentalmente primeros años del autor.

Nacido en el castillo de Esterházy, hoy condado de Oedenburg; el autor verá rápidamente colmados tanto sus mejores deseos, como incluso aquéllos que todavía no era consciente de que podría llegar a tener, al ser su padre un acaudalado funcionario responsable de las cuentas de unos príncipes emparentados para más señas con los que ya en su momento habían proveído el sustento de HAYDN. Si bien y tal vez en cualquier caso como valor añadido, su padre Adam, fue un conocido melómano a la par que músico aficionado, lo que sin duda redundó en la mejora de las premisas que habrían de hacer perseverar en las capacidades del que resulta ser hoy nuestro protagonista.

Satisfechos con intereses los empréstitos a los que por condición de naturaleza el autor pudiera estar obligado; por un lado el éxito de sus primeras apariciones, como no en menor medida la incomprensión de algunos de sus contemporáneos y coetáneos que se traducirá en gestos tan significativos como el dado por CHERUBINI quien en diciembre de 1823 le impide el ingreso en el Conservatorio de París en aplicación estricta del parámetro que impide el acceso a tal de extranjeros, LISZT tendrá que empezar a ir asumiendo lo que poco a poco se convertirá en el denominador común que presidirá su relación para con los demás, a saber, la envidia y el claro resquemor que su modo de entender la vida, reflejado como hemos dicho de manera flagrante en su música, viene a provocar en los demás, consolida una visión antagónica que pronto se proyectará en lo que vendrá a consolidarse como el mayor carácter de nuestro protagonista como será su clara concepción cosmopolita.

Se convertirá así LISZT en mucho más que un húngaro que deambula por Europa. Se convertirá en una suerte de canal de conexión a partir de cuyo análisis podremos obtener un primer intento de comprensión del tal complicado como apasionante Siglo XIX europeo.

Integrado conceptualmente en lo que denominamos Tercera Generación de Románticos, LISZT es, como SCHUMANN lo fuese antes que él, un Romántico desbordado. Será así pues que el otrora incomprensible carácter compositivo del autor, adquiere desde esta perspectiva no solo visos de comprensión, sino que se hace más bien imprescindible al quedar correctamente imbricado dentro de la casi infinita concepción que acaso de manera pueril pretende fingir como que comprende el Romanticismo del Siglo XIX europeo.

Inmersa en esta larga égloga, la música del húngaro limita en unas ocasiones, a la par que trasciende en el más de los casos los límites reales o imaginados que la tosca mente del Hombre impone a una labor comunicativa que conecta como solo KANT se atreviera a hacer antes, lo material del pragmatismo humano, con ese infinito solo concebible, que no apreensible, desde el factor Racional. Y todo sin caer en lo que llamaríamos enciclopedismo o sea, sin ceder a la tentación de reducir al Hombre.

Aunque…¿Cómo comprender al Hombre? Pues siguiendo en este caso a DESCARTES, explicitando primero un análisis, que redunde después en la integración de una unidad superior.

En virtud a tal protocolo, tenemos que en LISZT redundan todos los atributos propios del XIX en Europa. Romanticismo desmedido que llora en términos éticos en tanto que sabe que la preconización de su muerte no hace sino llevarle a una mayor grandeza; unido a concepciones un tanto más materiales como puede ser la consolidación definitiva de la certeza radical de la desaparición palmaria del hasta ahora dominio evidente, a saber el implícito en la Tradición Absolutista, redundan como nadie convirtiéndose en virtuosos explicando aquello que viene a suponer no solo el fin de un sistema, como sí más bien la superación del mismo, con todo lo que ello supone.

Y claro está, pertenecer intacto bregando en las tumultuosas aguas que tan enfurecida torrentera hace discurrir por el continente, parece una ensoñación, cuando no un ardid al que LISZT no está dispuesto a prestarse. Más bien al contrario, se sumergirá devorando con fruición los placeres y los cálices que el demiurgo pondrá ante sí.

Y lo mejor de todo no es que saldrá ileso de todos ellos. Lo mejor es que saldrá enriquecido. Pero… ¿Cómo es que tiene todas las respuestas, incluso las de preguntas que aún no han sido formuladas?

La respuesta a tamaña cuestión hay que buscarla, precisamente, en la condición que lleva sobrevolando de manera constante, toda la presente construcción.

El carácter de trotamundos del que hará permanente gala el intérprete, adquiere especial vigencia llegados a este punto en tanto que la misma confiere a LISZT la condición no ya solo de polifacético, cuando sí más bien la de Hombre que ha bebido sin limitaciones de todas las fuentes. Así, si es cierto que su estancia en Francia le dota de los medios tanto para entender como por supuesto para enriquecer el Romanticismo; no lo será menos el afirmar que Alemania moldeará su carácter imprimiendo en él dotes y aspectos formales que por otro lado estarán presentes a lo largo de toda su obra, vacunándole con sobriedad de los ataques de exhibicionismo a los que son tan dados los pianistas en Europa por entonces.

Se consolida así un músico multidisciplinar. Brillante hasta la saciedad en la ejecución al piano; puestos a revertir su valía como compositor diremos que su aportación en los terrenos del Poema Sinfónico no tienen parangón, haciendo que esta bella aunque manipulada estructura compositiva adquiera, en la medida en que supera viejos traumas, una noción de verdadera estructura semántica propia.

Podemos por ello decir que el aparente desconocimiento que tanto de LISZT como por supuesto de su obra tenemos, es debido a lo complejo que resulta por ejemplo, ubicarlo. Así, en palabras de su más importante biógrafo, Emil HARASZTYZ: “Si LISZT fue el primer compositor modal, fue también el primer lineal, el primer cubista, pero siempre el músico del subconsciente.”

En definitiva, LISZT fue un valiente, que no dudó nunca no solo en vivir absolutamente en el siglo que le fue propio. Se erigió además en intérprete favorito de cara a hacerlo comprensible para los que habrían de venir tras él.

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