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Filosofía del desasosiego

«El espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente, y no porque piensa». Fernando Pessoa.

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Fernando Pessoa representa la noción del desasosiego en los últimos 100 años. Esa sensación que arranca con una emoción se plasma también y gracias a él como pensamiento existencial, el que marcó su obra. Su vida, corta y prolífica, abatida por problemas hepáticos, se llenó de textos y seudónimos que dibujaron tal como sucedió con Kierkeggard un mapa de sus pareceres.

El Libro del Desasosiego, con el seudónimo Bernardo Soares, es su mejor obra a mi parecer y marca el esfuerzo por encontrar una intimidad donde la existencia se llena de abismo. «Y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la sustancia de millares de voces» «El espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente, y no porque piensa».

El descubrimiento de la imperfección en la vida humana marca el hilo de sus palabras pero no por ello renuncia al recurso de la esperanza, inseparable de la existencia. Su obra, en parte crítica con el frenético avance de la modernidad, pretende además otra esencialidad, una que sabe a eternidad y que debe luchar contra lo pedecedero: la vida. El control de la angustia quizás sea la lectura más acercada de su acercamiento a la intimidad y a la vida. Marca su ambición ante lo imposible o ante la irrealización de lo que somos.

Al dejarme llevar por sus palabras –si me permiten- me viene a la mente que la vida es un camino imposible de acabar y que genera dolor, pero es un dolor propio de la condición humana: imperfecta, contradictoria, enamorada con ser otra cosa ajena a lo humano. La realidad, que siempre es adversa porque impide culminar dicho camino, puede ser concebida como una derrota (un demonio la llamaba), donde debemos tener una lucida consciencia de nuestro desánimo,  para que eso nos conduzca a habitar en nuestra intimidad.

Tal vez -y sigo dejándome llevar- la concepción de una intimidad existencial sea el exilio de la libertad, el único posible ante la adversidad de lo real. Esa libertad creativa, poética, que debe ser sublime desde su concepción, dibuja o puede dibujar los entresijos de existencia, de la de todos. Un fragmento de un poema de Pessoa resume todo esto, en una segunda y tercera lectura (dulcemente): «Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía,/ Nada sería más simple./ Exactamente poseo dos fechas -la de mi nacimiento y/la de muerte./ Entre una y otra todos los días me/pertenecen.»

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