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¿Filosofía? Claro que sí

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Con la filosofía sucede que se la tiene una especie de temor reverencial. Se considera una parte importante, pero casi nadie quiere hablar de ella. Es algo que tiene que estar en el mundo actual y humanístico. Se trata de su adorno necesario. Nunca viene mal desde una consideración socio-cultural de gente madura. Sin embargo, al final, aunque sea con la boca pequeña quien más quien menos masculla: ¿y para qué sirve la filosofía?, ¿da de comer? Porque esto es lo que interesa en definitiva. Lo importante es la ciencia, la tecnología, la robótica, la comunicación por Internet y similares, pero la filosofía…

La filosofía trata de cuestiones que conciernen a todos los seres humanos, por eso no puede estar superada nunca. Los recursos de la filosofía producen un pensamiento necesario en una sociedad tan compleja como la nuestra. Cuanto más compleja sea, tanto más necesario se hace este tipo de pensamiento. Analizar y reflexionar sobre lo que pasa y nos pasa nunca puede estar de más. Una orientación ética ayuda a vivir mejor como humanos. Aporta siempre ideas, fomenta relaciones entre los demás conocimientos, incluso con el arte, la religión y las diversas tecnologías. En este sentido, podría decirse que su papel es fundamental en la sociedad actual y para la vida cotidiana.

La vida se hace cada vez más difícil y los problemas reales de la sociedad siguen creciendo y hay que hacerlos frente. ¿Cómo no va a interesarnos nuestra casa común (ecología)? ¿O los Derechos Humanos, uno de los grandes referentes que siguen inculcándose? ¿La ingeniería genética, la interculturalidad? ¿La mayor participación ciudadana en una democracia? Claro que puede contribuir a todo esto la filosofía con sus reflexiones y argumentos críticos, que nos pongan ante la contradicción. Ayuda a entender los hechos y las situaciones, permite distanciarnos de la realidad para examinarla con ponderación, porque la lechuza de Minerva solo emprende su vuelo al atardecer (Hegel). ¿Qué decir del ejercicio de la libertad, que ahora está tan de moda? ¿No nos atrae en la actualidad nuestra propia responsabilidad, en lo individual, primero, y después colectivamente?

¿Acaso no nos interesa organizarnos mejor políticamente? Entonces no podemos olvidar a Sócrates, que se pasó su vida dialogando sobre esto. El relativismo de los Sofistas sigue inquietando actualmente, así como el hedonismo, el relativismo y el escepticismo. Las escuelas morales griegas siguen teniendo cosas que decirnos. En nuestra época de pensamiento débil tendremos que reflexionar sin descanso. A medida en que vayan retirándose las ideologías y se alejen las mismas religiones, la filosofía queda en pie para continuar orientando las respuestas a las preguntas más profundas de nuestra vida, que seguimos haciéndonos. Las respuestas religiosas pueden ser valiosas personalmente, pero cada día nos producen menos satisfacciones. Por eso seguimos leyendo a Marco Aurelio, Epíteto, Epicuro y otros griegos, pero también a Nietzsche, Witgenstein o Descartes. Este último nos abrió grandes perspectivas mentales, reconociendo que todos tenemos capacidad de juzgar.

Witgenstein es un filósofo muy debatido, tanto por sus orígenes como su forma de vivir. En mis tiempos universitarios uno de los profesores comentaba irónicamente que aprendiéramos filosofía de un ingeniero aeronáutico, como el austríaco Witgenstein con sus proposiciones alucinantes. Pese a ello nos esforzamos en leerle y entenderle. Aconsejaba que la filosofía tuviera que llegar a una aclaración completa de los denominados problemas filosóficos, que no eran tales, por eso no había que resolverlos, sino disolverlos, analizando el funcionamiento del lenguaje. Lo que le importaba es el sentido al que apuntaban tales pseudo-problemas. A la mosca hay que ayudarla a salir del mosquitero. Hoy entendemos que estos pseudo-problemas no son únicamente de la filosofía. Tantas son las cosas que debemos aclarar como las moscas que hay que liberar en la actualidad

La filosofía no es una ciencia, por eso no tiene que construir teorías, ni explicar nada, bastando con describirlos a través del lenguaje. La metafísica no es lo más importante, sino lo místico, es decir el problema de la vida y su sentido, que el espíritu humano no puede evitar plantear. Esto no tiene nada que ver con una ingeniería, desde luego. Incluso si pudiéramos responder a todas las cuestiones científicas, seguiríamos sin penetrar en el sentido de nuestra existencia.

Estas aportaciones de un filósofo del siglo XX sí que han orientado el camino de la filosofía posterior. Esta línea nada dogmática puede estimular el acercamiento a la filosofía por ser algo de actualidad, porque vivir tiene sentido. Otra cosa es la muerte, que “no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive”. Y la última sentencia: lo que se puede expresar hay que hacerlo claramente y “sobre aquello que no puede ser expresado debemos guardar silencio”. Plantear preguntas es lo que debe hacer la actividad filosófica, no dar respuestas.

Qué vigente me parece estar Witgenstein ahora que empleamos tanta palabrería para explicar cualquier cosa. Nos bombardean las palabras, pronunciadas con la mayor solemnidad y autoridad en las tertulias, en las Redes Sociales, en las opiniones vertidas como si fuera la verdad. Necesitamos volver al silencio para poder pensar y vivir como místicos.

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