El Hotel Theresa de Nueva York mantuvo políticas racistas en sus instalaciones hasta 1940, cuando pasó a convertirse en un referente de la comunidad negra. El final de la segregación racial posibilitó que por sus habitaciones pasaron celebridades como Ray Charles, Little Richard, Jimi Hendrix, Sugar Ray Robinson, Muhammad Ali, Lena Horne, Joséphine Baker, Dorothy Dandridge, Duke Ellington, Louis Armstrong o Dinah Washington. 

Fidel Castro también se alojó en el Hotel Theresa en 1960, al acudir a Estados Unidos por segunda vez para asistir una Asamblea General de la ONU y donde realizó la intervención más larga hecha hasta la fecha en esta institución: cuatro horas y 29 minutos. En el mítico hotel se reunió con Malcom X, Nasser y Nikita Jruschov, entre otros. Siempre guardó un grato recuerdo de su estancia en Harlem: “¡Qué placer!, ¡qué felicidad!, ¡qué afecto!, ¡qué cariño encontré allí!, ¡qué espíritu de lucha, de combatividad pude apreciar allí! ¡Increíble!”.

El largo discurso ante la ONU comenzó paradójicamente así: “aunque nos han dado fama de que hablamos extensamente, no deben preocuparse. Vamos a hacer lo posible por ser breves». Durante el mismo, acusó sin ambages de “imperialista” a Estados Unidos, estallando entonces una crisis diplomática que finalizaría con el final de las relaciones bilaterales y el cierre definitivo de embajadas que se produjo en 1961. 

Castro se reunió también en el Hotel Theresa con numerosos miembros del movimiento a favor de los derechos civiles, algo que provocó el pánico en las instituciones estadounidenses. Si la exitosa revolución contra el capitalismo en Cuba hubiese conseguido todo el apoyo del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, las contradicciones de la política norteamericana (racista en el interior, imperialista en el exterior) se hubiesen hecho imposibles de manejar.

Años después Cuba se convertiría en el refugio natural de muchos activistas negros. La líder del Ejército de Liberación Negro y antigua Pantera Negra Assata Shakur fue condenada por el asesinato de un policía en 1973. Después de denunciar malos tratos y torturas logró escapar de prisión y llegar a Cuba en 1984. Se cuenta entre los aproximadamente 70 fugitivos estadounidenses que se exiliaron por sus problemas con la justicia y es la mujer a la que el FBI ha puesto un precio más alto por su captura.

La presencia de Castro en Harlem y su visita al Bronx lograron que la opinión pública a nivel mundial conociera el racismo y la pobreza como formas disciplinarias de practicar la política en Estados Unidos. Castro recordaría en 1995 que “los hombres y mujeres de Harlem y de otros lugares de Nueva York, negros, blancos, hispanos, norteamericanos y de muchos países allí estaban juntos y trajeron a mi ánimo la idea de que yo no había cambiado, de que me mantenía fiel a mis principios”. Así lo hizo hasta el final, abriéndose con su muerte una etapa de incertidumbre en Cuba.

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