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Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro: cultura y libertad

Antonio Illán Illán
Antonio Illán Illán
Escritor. Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático (jubilado) de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Ha desempeñado diversos puestos en la Administración. Tiene publicaciones de poesía, narrativa y ensayo. Colaborador cultural en medios de comunicación (prensa, radio y televisión), con más de 2.000 artículos publicados. Crítico de teatro en el diario ABC Castilla-La Mancha.
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análisis

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El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro ya está en marcha. Este año celebra su 41 edición. Con aires nuevos, con un director nuevo, Ignacio García, apasionado y dispuesto a seguir mejorando la trayectoria ascendente que dejó en el Festival Natalia Menéndez, y con un sentido de continuidad en todas las iniciativas que han dado buen resultado, que son casi todas.

Almagro es la capital del teatro cada mes de julio, el teatro de los clásicos que se hace presente, porque el teatro es eternidad. Espectáculos que agotan las localidades. Cultura y más cultura. Y no es gratis. La gente paga por ver un Lope, un Shakespeare, un Moreto, un Calderón, un Cyrano o los textos de Fray Luis de León, de Teresa de Jesús, Sor Juana Inés de la Cruz o María de Zayas. Y más, mucho más. En esta edición encontramos música que entronca con ese periodo áureo del Renacimiento y Barroco, aunque haya pianos de por medio, que es instrumento de uso algo posterior.

El teatro nació en la plaza como una representación de las aspiraciones y de las esperanzas humanas, como un acto de libertad y de crítica, como un encuentro para el regocijo y la animación colectiva, como tragedia y como comedia, como drama y como sainete. Por eso, cada año, en cada nuevo Festival de Teatro, la ciudad de Almagro se hace eje de libertad, de creación, de alegría y de convivencia. Juntos los actores y el público por las calles de un pueblo que atesora en cada esquina el recuerdo de tanto arte, de tanta ilusión y de tantas conquistas. Almagro, con su Corral de Comedias y su festival de teatro va mereciendo ya ser declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Estamos en la capital del Teatro en verano y en España, Almagro. Recuerdo a Lorca, un clásico del siglo XX. El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la educación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su desmayo. El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los personajes (metáfora de las personas) pueden poner en evidencia morales viejas o equivocadas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y el sentimiento de la humanidad.

El Corral de Comedias es emblema de la historia de nuestra cultura, desde el Siglo de Oro castellano hasta nuestros días, y eso, sin duda, se ha convertido legítimamente en una seña de identidad que ni excluye ni segrega, sino que, por el contrario, acoge a artistas y creadores de todas las culturas y de todas las lenguas. Este año con la gente de Colombia, invitada especialmente. Lo de allá y lo de acá en convivencia. No es necesario repasar la trayectoria de este festival para recordar que por estos estíos de Almagro han desfilado artistas y creaciones procedentes de los más diversos países del mundo y se ha representado sin censuras ni cortapisas.

Almagro y su festival son mucho más que el mítico Corral de Comedias. Son diversos los recintos teatrales, algunos nuevos inician su andadura en la presente edición. Ahí están el Hospital de San Juan, el teatro Municipal, el Palacio de los Oviedo, el espacio AUREA, el Patio de Fúcares, el Silo, el Palacio de Valdeparaíso, el Claustro del Museo,  Iglesia de las Bernardas Espacio Miguel Narros, La Veleta, la gran Plaza Mayor o el teatro en los barrios.

Ignacio García, el director, quiere avanzar en la idea de universalidad e integración, en ese ir y venir de la cultura del Siglo de Oro que surca los mares: el barroco español y el barroco americano. Se trata de crear un puente cultural de ida y vuelta con Latinoamérica. Y también hay una mayor apuesta por la música, que debe ir de más a más, al fin y al cabo la ópera barroca nace en este tiempo del siglo XVII, donde hay mucho explorado y mucho por explorar.

Son centenares las actividades que el programa contempla, bajo el epígrafe “Soñemos, alma, soñemos otra vez” y con la imagen ideada por el pintor colombiano Fernando Botero para el cartel. Queden como muy significativos los treinta y un estrenos que tendrán lugar, dieciocho de ellos absolutos y trece en España. La Compañía Nacional de Teatro Clásico tiene una presencia mayúscula. Tienen su espacio las compañías de Castilla-La Mancha. No es poca la representación extranjera, con Colombia a la cabeza. Lo global y lo local se dan la mano.

Almagro, entre el 5 y el 29 de julio, levanta el telón con un programa teatral inclusivo para todos los públicos, con una presencia de la música y la danza que homenajea el origen del Festival y la frondosa teatralidad barroca, con acciones al margen de lo teatral para llenar las calles de libros y de versos, con una apuesta por las nuevas miradas creativas, con una visión panorámica de géneros, estilos y orígenes, y con una voluntad férrea de situarse en el mundo como reserva natural del Siglo de Oro, reconocida a nivel mundial, para el cuidado y lustre de nuestros clásicos en español y en otros idiomas.

En este oasis universal de la cultura, en la ciudad manchega se busca recuperar la herencia de libertad de cuantos en ella representaron contra poderosos e inquisidores, contra comendadores militares y mentes cicatera. Es un homenaje a cuantos a lo largo de la historia han hecho del teatro un ámbito de libertad imprescindible para que todos nos desenvolvamos como personas. Cultura y libertad. Y un homenaje a toda una vida teatral es el premio que cada año concede el Festival y que en la presente edición ha recaído merecidamente en Carlos Hipólito.

Hoy también el teatro es la imagen de lo que pasa, de las emociones que se sienten, de los dramas y tragedias de la humanidad y de su comedia y su farsa. Y esa misma dimensión universal de la que el teatro participa nos reclama a todos que miremos más allá de nuestro escenario, más allá de nuestro entorno, nuestra ciudad y nuestra patria, y fijemos los ojos solidarios en otras gentes, otros países y otras sociedades a los que ni siquiera se concede “papel” en la vida.

La representación y la realidad deben hacernos pensar en que, si el teatro tiene históricamente asumida, entre otras funciones, las de denunciar el mal uso del poder, la desigualdad y la injusticia, queda mucho teatro por delante, porque hay abundantes males que evidenciar y mucha injusticia que erradicar. Y todos podemos comprometernos a ser un caballero de la Mancha llamado don Quijote, cuyo oficio y ejercicio es “andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios”.

¡Enhorabuena al Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro y que siga la fiesta!

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