Lewis Hamilton tiene miedo. No lo sabe, no lo admite, no lo acepta, pero tiene miedo. Normalmente consigue esquivar los malos pensamientos, mirar hacia otro lado. Normalmente. Sin embargo y a veces, no puede evitar un escalofrío de inquietud, un desasosiego absurdo pero evidente. Lewis Hamilton tiene miedo.

Tiene miedo de un fantasma.

¿Y que es un fantasma? En esencia alguien que ya no está, un espíritu o ente que se alimenta de la imaginación de quien, queriendo o sin querer, es capaz de verlo.

El fantasma que acecha por las esquinas al actual subcampeón del mundo es, como cualquiera sabe en cuanto piense un minuto en ello, el de la figura del verdadero campeón del mundo, el hombre que lo ganó, derrotó, humilló, convirtió en mortal para siempre jamás.

Sí, para siempre jamás; ya no importa que Hamilton gane más carreras o campeonatos mundiales que ningún otro piloto, Michael Schumacher incluido, la mácula marcará quedará tercamente en su biografía, deslucirá su leyenda, y emponzoñará su corazón mientras viva y tenga consciencia.

Rosberg, Nico Rosberg. Al principio Hamilton recibió la noticia de su retirada inmediatamente después de alzarse con el título mundial con alegría, y hasta desprecio. Lewis, el mulato volador, es un hombre temperamental. Pero después comprendió.

Se despierta a veces por la noche, sudando, casi temblando de terror.

Es él, Lewis Hamilton, quien más tiene que perder en la temporada 2017 del Campeonato de F1. Si gana el campeonato del mundo siempre quedará la duda de si lo habría logrado en caso de que Nico Rosberg, su fantasma implacable y burlón, no se hubiera retirado. Y si no lo gana, si Valteri Bottas -y ahora el miedo es tan grande que le hace casi perder la razón- lo supera. Si el Mundial lo ganan Ricciardo o Verstappen y además Bottas queda clasificado mejor que él…

Suda Lewis Hamilton. Le muerde la rata del pánico en el estómago, los testículos y el alma. Ojalá hubiese sido él quien se hubiese retirado, quien hubiese ganado el Título Mundial en 2016 y hubiese dicho a Rosberg «ahí te quedas, nunca podrás demostrar que eras mejor que yo».

Todos los pilotos de la parrilla saben del miedo de Hamilton, de su desazón, aunque es Fernando Alonso quien más lo disfruta y no deja ocasión de poner los puntos sobre las íes: que el mundo sea consciente de ese desasosiego o debilidad de quien fue su más sucio y duro rival. Fernando Alonso que sigue ganando más dinero que Luisito Hamilton. Fernando Alonso a quien la historia recordará -lo juro por mis rayas de Tigre- como el mejor piloto que pasó por el Gran Circo de la Fórmula 1 en los últimos años del siglo XX y los primeros del siglo XXI. Independientemente de si vuelve a subir a lo más alto del cajón con numeritos o no.

A Fernando Alonso también se le aparece con cierta frecuencia el fantasma de Nico Rosberg, pero en lugar de miedo le origina alegría, hace que se le dibuje en la cara una sonrisa malévola e inteligente de absoluta satisfacción.

 

Otro burbon, por favor.

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