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Fernanda, autoridad en la materia

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Ciencia, del latín scientia, esto es: “conocimiento”. Y sigue la RAE: “conjunto de conocimientos objetivos de las cosas obtenidos mediante la observación y el razonamiento…”, etc, etc. Nada que ver dicha definición con el uso o vinculación que del término se hace hoy día, el cual, más bien, una vez revestido de la “distinción oficial”, casi marca registrada, otorga al hombre o mujer de ciencia, y también al político, al charlatán y al buhonero, plena potestad para largar, publicar y llevar a efecto aquello que se les antoje. (Parece que algunos, los más ignorantes sobre todo, se transforman al escuchar la palabra “ciencia”. Según ellos, ya no tienes que corregir. No te equivocas, no fallas, es solo una cuestión de “acierto o error”, el cual está más que permitido.

Porque eres “científico”, y el error, que en otras profesiones se paga severamente, en esta ni se considera. Tienes poder absoluto. Puedes hacer y soltar por esa boca lo que te convenga. Te lamerán el culo, siempre, cómo no, los más ignorantes titulados). De igual manera, tanto los miembros, honoríficos o de base, de tan selectos clubes, como la temida “opinión pública” al completo, quedan legitimados, con todas las garantías, para endosar el correspondiente sambenito a cualquier disidente, rebelde, hereje o hereja que ose dar a conocer su propia ciencia, o cualquier ciencia carente de la susodicha distinción oficial, aunque sea milenaria y en la mayoría de las ocasiones, exacta: exactitud: “puntualidad y fidelidad en la ejecución de una cosa”. RAE.

Así, mi ciencia exacta en base a mi experiencia y los conocimientos derivados, me llevan a ejecutar (no lo digo yo), cuando así me lo propongo, uno de los mejores purés de patata que mis comensales hayan podido probar. Curiosamente, ni yo ni mis amigas científicas seremos reconocido/das como tales, principalmente por carecer de “acreditación oficial”.

Fernanda de la Figuera, a la cual visité en su día, hace muchos años, cuando me echó una mano y compartió su tarde conmigo, allá en los montes de Málaga, falleció el pasado 24 de abril, otro domingo. Su ciencia, milenaria, documentada como tal, exacta y al mismo tiempo aún imprevisible y sorprendente en cuanto a beneficios, continúa tipificándose (como la de miles de científicos no acreditados) no ya como “pseudociencia”, sino directa, brutal, miserable, cerril y, por encima de todo, interesadamente, como “delito contra la salud pública”. Al mismo tiempo, el gobierno de Mr. Joe Metemierda Biden (en cuyo país se legaliza por estados la marihuana más potente del mundo) y sus aliados no cesan de enviar (vender) armas a Ucrania en nombre de la paz. ¿Quién no ha recibido a estas alturas uno de esos correos no deseados para inversionistas?: “invierta en cannabis”, “la industria del cannabis está en auge”, “biotecnología y cannabinoides”.

Como la Santa Inquisición en su época, lo que más preocupa al poder y las Instituciones Oficiales no son tanto cuestiones de acción en sí como de pensamiento, con la reciprocidad asociada entre una y otro, en cuanto supone una clara amenaza a sus intereses mercantiles. ¿Por qué no han prohibido ya el tabaco? Nada. Lo harán cuando asome el beneficio. Mientras, ¡a recaudar! (¿y la salud pública?). En fin, uno siempre puede fumar hojas de parra o eucalipto o anís, en tanto no se convierta en hábito público o quede demostrado (acientíficamente) el mínimo beneficio para la salud, en cuyo caso habrá que perseguir semejante crimen y tipificarlo como “delito contra la salud pública”.

¿Qué os voy a contar? Si hay algo más peligroso que un fumeta es lo que pueda llegar a pensar, decir y no digamos escribir un fumeta, un científico de su propia mente y su propio cuerpo.

Descansen en paz, Fernanda y Escohotado.

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