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Feliz Vidad

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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El viernes pasado, 300 días después de nuestro último encuentro presencial, por fin pude celebrar la vida con mi amiga Elisabeth G. Iborra, cómo no, en un lugar que se rinde culto a la alegría y a la vida como es Latxaska Etxea, que, en estas últimas semanas, requiere reserva con antelación para comer o cenar allí porque están a tope. Sí, en plena pandemia, están demostrando que el éxito radica en su buen hacer culinario y su excelente trato humano. En palabras de su gerente: “hacemos las cosas desde el corazón”.

Llegué unos minutos antes que ella y, cuando me vio, me dio un abrazo de los suyos, con la intensidad que vive la vida. Mi primera reacción fue no entregarme del todo al abrazo, por aquello de la Covid19, pero luego me fundí en ese abrazo de corazón a corazón, notando cómo, a los 20 segundos, nuestros corazones acoplaban el ritmo de sus latidos. Me quedé con la sensación que ese es el momento en el que estamos los humanos más cerca de la energía del Universo.

En mitad de la exaltación culinaria, Elisabeth me preguntó qué iba a hacer estas navidades, si iba a ir a celebrar la vida a casa de mis padres en Málaga. Por un lado, me di cuenta de que quedan dos semanas para la maratón gastronómica del 24 al 25 que suelo hacer con mis padres en menos de 12 horas y, por otro, me asaltó la duda de si ir a verlos o no. El corazón me dice que sí, la cabeza que no o que, en caso de ir, me haga el test de antígenos antes de llegar a casa de mi tíos que sólo van en verano, para evitar entrar en casa de mis padres. En USA, tras el Thanksgiving, se han multiplicado los fallecimientos por covid19, y en Alemania, el país europeo que creemos que todo lo hacen mejor que nosotros, acaban de decretar un cierre de los comercios no esenciales y la prohibición de viajar hasta mi santo, el 10 de enero.

Ya pocas familias occidentales van a la misa del gallo el 24 de diciembre, para celebrar el nacimiento de Jesucristo, la mayoría aprovecha las navidades para celebrar el encuentro con la familia, con las personas que nos dieron el pasaporte a esta vida.

Quizás, en un futuro post covid19, las Navidades se conviertan en las Vidades y celebremos el mero hecho de estar vivos, pues es el mejor regalo que nos podemos hacer. Quizá se conviertan en un homenaje laico a las miles de almas que han fallecido este año por coronavirus. Porque si algo hemos aprendido este 2020 raruno es a apreciar que hayamos sobrevivido nosotros y nuestros allegados a él, aunque todavía queda que lleguen las vacunas en 2021. ¿Seremos consecuentes o provocaremos otro confinamiento después de Reyes? La magia de la vida está en nuestras manos.

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