Ya no hay respeto por los hombres de Estado. Desde que el PSOE eligió como líder a un tipo que es casi comunista, qué digo comunista, peor, pro-catalanista, España se rompe. A saber, Don José María Aznar, el único e inigualable, aislado en un Partido Popular que ya, francamente, no me representa. Albert Rivera, mirándose las uñas; de Podemos, para qué vamos a hablar. Y Don Juan Carlos I de España (que podría haber sido también V de Alemania, de Francia y de lo que haga falta porque él es un monarca muy europeo), sin ir a los actos de las primeras elecciones.

Un tipo que se llama Juan Carlos Alfonso Víctor María tiene que estar siempre en todo, manque sea por rellenar en caso de que te falle alguien. ¿Tú quién eres? Yo me llamo no-sé-qué; pues yo me llamo Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Su Majestad para los amigos y los colegas del trabajo. Es que es otra cosa.

Para reinar hay que valer, miren ustedes. Y hay que valer desde el nombre. Por eso no me gusta la República, porque podría poner al frente del Estado a alguien que no tenga ni tres nombres, ni tenga nada. Qué menos que tener como máximo representante a un tipo que se llame Federico José Aurelio del Órden; o Juan Javier Alfredo de la Magistratura; Fernando Alfonso Salvador de la Vigilia y el Buen Suceso. Ustedes estas cosas no las saben porque son unos plebeyos, es más, no quería decirlo, pero lo digo: Este artículo es también un acto de pedagogía para que ustedes se asomen a las ventanas del buen gusto y la distinción. Ya saben que uno es hombre de Estado y tiene que darse a su pueblo, así que aquí dejo mi lección de esta semana, a su disposición, que no se diga: Si ustedes quieren que su hijo sea algo en la vida, qué menos que ponerle Tristán Orlando Jorge Luis; José Rubén Segismundo; Víctor Santiago Manuel… Eso para ellos, en el caso de ellas, tampoco hay que escatimar en lo rancio: Josefina María Victoria; Alejandra Isabel Federica; Juana Cristina Margarita… Es en estos detalles donde está la magia de la Monarquía Parlamentaria.

Volviendo a la ausencia. Aparte de lo aparente y lo galán que es don Juan Carlos (está madurito, pero yo le sigo viendo su atractivo), están las cosas que ha hecho Su Campechanidad el Rey por España, que esa es otra. Don Juan Carlos I iba por el mundo que daba gloria verlo. ¿Que iba a Marruecos?, pues se bajaba del avión y decía: Mohamed, qué te gusta lo que te encanta. Pum, tres mil empleos. ¿Que había que llevarse bien con el Presidente o lo que sea que haya en (qué sé yo, por decir un sitio) Libia? Pues ahí estaba don Juan Carlos invitando a un cubata de Estado, que es como se hablan las cosas. No como en el Congreso, que se empeñan en parlamentar y que si el diálogo y que si la transparencia: Cubata de Estado. Reunión, dos merluzas por cabeza y de postre un entrecot. Copa aquí. Y luego, en el puro, abordamos el tema de los presupuestos.

No sé la opinión que tendrá Don Jaime Peñafiel al respecto, pero no me extrañaría que se hubiese posicionado en contra de que Su Campechanidad el ex-Rey no haya ido a los actos del cuarenta aniversario de las elecciones. Don Jaime es un hombre de Estado al que la dictadura de lo políticamente correcto tiene censurado.

Por eso desde estas líneas le digo a Su Majestad (el nuevo), con el respeto que se merece la cabeza de nuestro Estado, Grande de España, vigilante de que todo esté en su sitio, garante de que no haya tonterías, ni majaderías, ni cosas que podríamos calificar, pero no calificaremos porque no somos unos extremistas: Felipe, picha, que es tu padre, joé. Invítale manque sea pa que te vea un rato, hombre, no seas malaje. Que desde que estás ahí de Monarca no hay quién te vea. Pásate por Zarzuela y hacemos entre todos una merienda-cena. Invitamos a todos tus amiguis, si quieres. Podemos invitar a Willi, tu coleguita inglés (a su hermano Harry no, que le gusta mucho la carne con tomate); y a los suecos también les podemos invitar (aunque no es por nada, pero no se puede ser más sieso); podemos invitar si quieres a los daneses, aunque desde el discurso aquel del Rey de Dinamarca creo que son unos modernitos. No sé, podemos hacer lo que quieras, Felipe, pero, hombre, por el amor de Dios y la Santa Soberanía, no le hagas estas cosas a tu padre, joé. Que tú a tu padre le debes mucho, Felipe, tú imagínate que no te llega a enchufar, a ver cómo hubieses llegado a Rey de España.

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