¿El problema es la corrupción o el sistema que la genera?, aceptando que existen distintos niveles de corrupción  dependiendo del nivel de degradación de las instituciones burguesas, no podemos olvidar que la corrupción es inherente al capitalismo. Porque los que dicen que existe un «capitalismo bueno» mienten, es un sistema basado en la explotación y la acumulación de riqueza.

¿Tiene futuro del capitalismo?; el capitalismo no tiene futuro, el sistema no aguanta, estamos ante una crisis de sobreproducción y de escasez de recursos naturales, desde los recursos energéticos hasta el agua potable empiezan a escasear a causa del hambre depredadora del sistema, estos genera nuevas guerras por el control de esos recursos, nos lleva a peligrosos enfrentamientos geoestratégicos por el dominio de espacios económicos y mercados.

El capitalismo se basa también en un crecimiento infinito que está llegando a su fin, las alternativas hoy como ayer son socialismo o barbarie. Un mayor reparto de la riqueza y una economía basada en cubrir las necesidades básicas de la humanidad y evitar la acumulación de riqueza son el único camino para salvar al planeta. La humanidad se encamina con paso firme hacia la autodestrucción.

Pero tampoco debemos olvidar que el capitalismo tiene en la clase obrera su víctima y su verdugo. Somos los pilares del sistema y si nos movemos juntos se derrumbará.

Las oligarquías lo saben y se han dotado de herramientas para evitar la unidad de la clase trabajadora, nos quieren desunidos y confundidos, una parte fundamental en esta estrategia es negar la vigencia de la lucha de clases como motor de la historia, defender que ya no existen explotadores y explotados.

Las trabajadoras y trabajadores debemos ser conscientes de que para ser capitalista hay que ser dueño de los medios de producción, hay que ser patrón, un obrero que se dice capitalista no es más que un consumidor que ha caído en manos del pensamiento inducido desde el poder, ha asumido la moral del esclavo.

Defiendo que los que somos militantes comunistas, o militantes de la izquierda en general, tenemos la obligación de ser tan realistas como utópicos, de tratar de entender el contexto, el momento histórico y la correlación de fuerzas. Debemos de ser capaces de perder parte de nuestra razón cuando sea necesario, pero jamás ni el primero de nuestros principios.

La situación es crítica para la clase trabajadora, ya no hace falta estar en paro para vivir en la pobreza, ahora puedes tener empleo y trabajar por un salario de miseria. Hace poco la discusión se centraba en si un salario de mil euros al mes era un salario suficiente para vivir con dignidad, ahora se llega a discutir si una persona en prácticas debe cobrar un salario y los insuficientes mil euros al mes se consideran un salario de privilegiados.

La degradación de los salarios y las condiciones laborales, la pérdida de derechos, las leyes que buscan criminalizar la protesta, están creando un caldo de cultivo muy peligroso que pude ser aprovechado por un discurso fascista, un discurso simplón, lleno de odio irracional, pero que está disfrazado de antisistema, un fascismo que trata de usar a su favor la desesperación, la frustración y el sufrimiento de la clase trabajadora.

Las elecciones francesas deben de servir como voz de alarma a la izquierda Europea, Le Pen ha perdido pero millones de trabajadores han votado fascismo y el vencedor de las elecciones es el BCE.

La derecha gana en Francia y el fascismo sube. La izquierda clásica, la del discurso de defensa de los intereses de la clase obrera se diluye y se hunde, dejando un peligroso espacio que también puede aprovechar el fascismo.

Estoy convencido de que el resultado en Francia debe preocuparnos, millones de franceses han votado fascismo en una democracia consolidada, a pesar de que la sociedad francesa  continua viviendo con un nivel de bienestar muy por encima de países como España.

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