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Exposición sobre Derain, Balthus y Giacometti en Madrid

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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Amistad, admiración mutua y pasión compartida por el arte del pasado y la pintura figurativa son los elementos que unieron a estos tres grandes artistas contemporáneos, cuyas obras estarán hasta el 6 de mayo en la sala Fundación Mapfre Recoletos de Madrid. Hablamos de André Derain (1880-1954), Balthus (1908-2001) y Alberto Giacometti (1901-1966).

La exposición se titula Derain, Balthus, Giacometti. Una amistad entre artistas y se compone de más de 200 obras entre pinturas, esculturas, obras sobre papel y fotografías, realizadas sobre todo entre los años 30 y 60 del siglo XX. En ellas se vislumbra un fuerte deseo de modernidad, de interés por la pintura antigua, por el arte de las culturas exóticas, “las fuerzas oscuras de la materia” (Derain), y la realidad “maravillosa, desconocida” que tienen ante sí (Giacometti).

Según ha señalado Jaime Pablo Jiménez Burillo, director del Área de Cultura de Fundación Mapfre sobre esta exposición concebida por el Museo de Arte Moderno de París, «los tres están muy lejos en los capítulos de los libros de Historia. Sin embargo no solo fueron amigos, sino que compartían muchas cosas. Y cuando los ponemos juntos, cada uno nos ayuda a entender la obra del otro».

Y en efecto, la historia del arte los ha situado en capítulos muy separados. Pero los tres artistas se conocieron a principios de los años treinta, debido al círculo surrealista y, sobre todo, a la primera exposición de Balthus en la galería Pierre Loeb. Un año después, en 1935, se consolidó la triple amistad y las influencias artísticas entre ellos se hicieron más evidentes. Llegaron a conocer a los mismos artistas, escritores y poetas. Los tres amaron el teatro y llevaron a cabo varios proyectos con los históricos Marc Allegret, Boris Kochno, Roger Blin y Jean-Louis Barrault. Y también a los tres les apasionó el mundo de la moda y el mercado del arte.

Derain, Balthus, Giacometti buscaron en el pasado referencias con las que completar sus obras. Derain basó su renovación artística en un auténtico humanismo plástico. Balthus entendió que “la verdadera modernidad está en la reinvención del pasado”. Y Giacometti quiso trascender con su arte copiando a los maestros italianos, la estatuaria egipcia o africana, etc. 

Precisamente la exposición se inicia con una serie de obras dedicadas a la figuración y las culturas primitivas, como se muestra en Le Joueur de cornemuse (El gaitero), de Derain, o Femme qui marche (Mujer que camina), de Giacometti. Le siguen los paisajes, figuras y bodegones, de esencias neoclásicas, y los retratos cruzados realizados a amigos y modelos comunes entre los tres, como la modelo y artista Isabel Rawsthorne.

A continuación, la colección muestra la relación de los artistas con el mundo del espectáculo. En este caso de Derain con los diseños escenográficos y de figurines de ballet. Destaca El barbero de Sevilla. Después es Balthus quien ocupa la siguiente sala, mostrando sus desnudos femeninos en una simbiosis perfecta entre tradición y modernidad, con obras como Nu au chat (Desnudo con gato); Jeune fille endormie (Muchacha dormida) o Les Beaux Jours (Los días felices). La exposición termina con el apartado La garra sombría, que ahonda en los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

En definitiva Derain, Balthus y Giacometti representan una modernidad diferente a la de su tiempo. Una modernidad que no va desde el impresionismo y el postimpresionismo hasta las vanguardias, sino que se sitúa en una figuración moderna, reivindicativa del pasado de la pintura, en una época de movimientos abstractos y surrealistas. Esto hace que compartan una genealogía y una modernidad más próxima a la de artistas como Edvard Munch, Pierre Bonnard, Edward Hopper y Lucian Freud.

Para Jiménez Burillo, la exposición es de “un realismo muy moderno, muy extraño y que no es academicismo”. Mientras que su comisaria, Jacqueline Munck, ha recomendado su visita porque ofrece «muchas claves» para conocer también la Francia de los años 20 y 30, el ambiente intelectual de los artistas o la relevancia de los galeristas de la época.

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