Criticar a Franco empieza a ser una actividad demasiado peligrosa. El último en comprobar que vivimos una vuelta al pasado, con la consiguiente orden gubernativa de respeto reverencial a la figura del dictador, ha sido un militar de las Fuerzas Armadas que el pasado verano se atrevió a firmar un manifiesto contra el anterior jefe del Estado. El alto mando le ha abierto ahora un expediente sancionador por falta grave por haber impulsado el documento junto a otros oficiales, tal como informa el diario El País.

De llevarse a efecto el castigo, el suboficial –cabo de graduación– podría ser condenado a un arresto de 30 días y a la pérdida de destino, bajo el argumento de que criticar la figura del dictador “rompe la neutralidad política” exigida a las Fuerzas Armadas.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha recordado que será ella quien tendrá la última palabra en el expediente abierto al cabo primero, aunque ha recordado que la libertad de expresión debe combinarse con la obligación de neutralidad política de los militares, según informa Europa Press. “La apertura de un expediente no significa absolutamente nada”, ha asegurado la ministra de Defensa tras conocerse que el Ejército incoaría un procedimiento disciplinario.

Los hechos se remontan a finales del pasado verano, coincidiendo con el anuncio del Gobierno socialista sobre la exhumación de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos. Fue en esas fechas cuando un grupo de 181 militares retirados firmó un manifiesto en defensa del dictador y en contra de esa medida. En respuesta, al mes siguiente otro grupo de militares publicó un segundo manifiesto, en este caso contra el dictador, entre los que se encuentra el cabo primero que ahora ha sufrido la represalia del alto mando. En el primer episodio, el del manifiesto profranquista, el Ministerio de Defensa ordenó abrir un expediente a cinco de los militares firmantes por manifestar “expresiones contrarias” a la Constitución española y demás instituciones del Estado, además de “infringir reiteradamente los deberes de la neutralidad política”. Sin embargo, de momento ningún responsable político ha sabido o ha querido aclarar si finalmente los militares fueron sancionados o no.

Por su parte, en el manifiesto firmado contra el dictador participaron nueve militares en activo –un subteniente, cuatro cabos y cuatro guardia civiles–. A todo ellos se les ha abierto un expediente informativo. El instructor del procedimiento ha alegado que no se trata de la opinión sobre el dictador lo que podría suponer una falta por parte del cabo primero, sino proferir una opinión política precisamente en un momento en que en España se había abierto un “encendido debate político-social”. En definitiva, el Ejército apela a la pretendida neutralidad ideológica que se supone a todo soldado u oficial. El problema surge cuando, para corregir una supuesta falta, el instructor se decanta por proteger y hasta defender la figura de un dictador que provocó una guerra con un millón de muertos. ¿Acaso no está también emitiendo una crítica política quien trata de coartar la libertad de expresión de un oficial que no hacía más que manifestarse en pro de la defensa de los valores democráticos, tal como establece la Constitución?

En los últimos meses se han sucedido similares reacciones contra personajes públicos, grupos, entidades o profesionales que se atreven a criticar en público el régimen de Franco, algo que no había ocurrido en cuarenta años de democracia y que confirma que el país está sufriendo una clara involución política hacia posiciones reaccionarias. Así, en los últimos meses la Fundación Francisco Franco presentó una denuncia contra El Gran Wyoming, Dani Mateo y La Sexta por una parodia con los restos del dictador que fue emitida en el programa de humor El Intermedio. Según la fundación, el sketch humillaba a Francisco Franco y ofendía “a millones de españoles que se oponen a la pretendida profanación de su cadáver”. Finalmente, la denuncia fue archivada como no podía ser de otra manera, pero el mensaje, la presión y hasta la coacción contra los demócratas de aquellos que pretenden mantener fresca la memoria del dictador surte efecto.

La cruzada prosigue. ¿Quién será el siguiente? Y otra pregunta aún más importante: ¿Por qué quien defiende la democracia es quien siempre termina pagando un precio muy alto mientras el nostálgico del régimen anterior suele salir impune?

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