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Evolución del papel de la mujer hasta la II República

Del dominio del paternalismo, al logro del sufragio femenino

L. Jonás Vega Velasco
L. Jonás Vega Velasco
Natural de La Adrada, Villa abulense cuya mera cita debería ser suficiente para despertar en el lector la certeza de un inapelable respeto histórico; los casi cuarenta años que en principio enmarcan las vivencias de Jonás VEGAS transcurren inexorablemente vinculados al que en definitiva es su pueblo. Prueba de ello es el escaso tiempo que ha pasado fuera del mismo. Así, el periodo definido en el intervalo que enmarca su proceso formativo todo él bajo los auspicios de la que ha sido su segundo hogar, la Universidad de Salamanca; vienen tan solo a suponer una breve pausa en tanto que el retorno a aquello que en definitiva le es conocido parece obligado una vez finalizada, si es que tal cosa es posible, la pausa formativa que objetivamente conduce sus pasos a través de la Pedagogía, especialmente en materias como la Filosofía y la Historia. Retornado en cuanto le es posible, la presencia de aquello que le es propio se muestra de manera indiscutible. En consecuencia, decide dar el salto desde la Política Orgánica. Se presenta a las elecciones municipales, obteniendo la satisfacción de saberse digno de la confianza de sus vecinos, los cuales expresan esta confianza promoviéndole para que forme parte del Gobierno de su Villa de La Adrada. En la actualidad, compagina su profesión en el marco de la empresa privada, con sus aportaciones en el terreno de la investigación y la documentación, los cuales le proporcionan grandes satisfacciones, como prueba la gran acogida que en general tienen las aportaciones que como analista y articulista son periódicamente recogidas por publicaciones de la más diversa índole. Hoy por hoy, compagina varias actividades, destacando entre ellas su clara apuesta en el campo del análisis político, dentro del cual podemos definir como muestra más interesante la participación que en Radio Gredos Sur lleva a cabo. Así, como director del programa “Ecos de la Caverna”, ha protagonizado algunos momentos dignos de mención al conversar con personas de la talla de Dª Pilar MANJÓN. Conversaciones como ésta, y otras sin duda de parecido nivel o prestigio, justifican la marcada longevidad del programa, que va ya por su noveno año de emisión continuada. Además, dentro de ese mismo medio, dirige y presenta CONTRAPUNTO, espacio de referencia para todo melómano que esté especialmente interesado no solo en la música, sino en todos los componentes que conforman la Musicología. La labor pedagógica, y la conformación de diversos blogs especializados, consolidan finalmente la actividad de nuestro protagonista.
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análisis

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Los avatares por los que discurrió el pensamiento femenino, su desarrollo, y las implicaciones que los éxitos que le son achacables comenzaron a alcanzar consecuencias socialmente punibles, tienen, como pasa con la mayoría de los hechos que acaecieron hasta la consolidación definitiva en España de la que se dio en llamar II República; connotaciones que imbrican directamente con toda una serie de acontecimientos que se vinieron desarrollando por toda Europa desde la segunda mitad del siglo XIX, y que son fácilmente constatables si para ello procedemos a un análisis de los principales hechos a partir de sus consecuencias o premisas en campos tales como la Economía, la Política, la Religión y por supuesto la propia Sociedad.

Ateniéndonos a términos escrupulosamente económicos, el estallido de la I Guerra Mundial en 1914, y su posterior desarrollo hasta mediados de 1918, provocaron la sucesión de una serie de tumultos económicos de consecuencias estructurales, que igualmente se repartieron a nivel mundial. Así por ejemplo, entre los países beligerantes, como Alemania, se desató una ola de abandono e incapacidad industrial que provocó el colapso de sistemas como el industrial, a consecuencia de la incapacidad para absorber la altísima demanda que la economía de guerra imperaba, a la par que la ausencia de Materias Primas provocaba desabastecimientos generalizados. Además, en otra serie de países beligerantes, como podía ser Rusia, la existencia de estructuras bajo-medievales, como era el zarismo, traía aparejada la aparición de miedos escénicos propios de la convicción de que un sistema que basaba todo su desarrollo en la mera acumulación de masa humana, tenía sus días contados.

Sin embargo, la existencia de terceros países, en este caso los neutrales como España, permitió el desarrollo y posterior consolidación de una economía casi de mercado.

Además, la “tranquilidad” que caracterizaba la ausencia de guerra, permitía el afloramiento por un lado de capitales económicos propios, procedentes de a emergente burguesía urbana, así como de la incipiente nobleza rural. Estos capitales, unidos a la llegada de otros procedentes del exterior, procedentes de economías en Guerra, a la búsqueda de tranquilidad, promovieron el amasamiento de ingentes fortunas en escasísimos periodos de tiempo, lo que desencadenó el nacimiento de un espectacular Sistema Financiero absolutamente privado, como puede ser la Banca Mars en Cataluña, o la de la Familia Botín en el Norte.

En términos sociales, España adolecía de una falta de renovación social propia de no haber participado en las crisis que habían reestructurado Europa en el último tercio del siglo XIX. El no haber tomado parte alguna en las guerras franco-prusianas de 1875, nos dejó una vez más fuera del reparto de papeles fundamentales que consolidaban la Europa, y por qué no decirlo el mundo, de cara al nuevo siglo XX.

Así, en España se respiraban los aires contradictorios de una Sociedad que por un lado acepta los privilegios propios de la revolución, mientras que por el otro se ve obligada a convivir con anacronismos como bien pudieran ser aquellos relativos a las limitaciones que para el trato femenino se dispensaban.

Esta diferencia tan radical, tenía su máximo reflejo en esa gran brecha que el país sufría, y que se reflejaba en la diferencia existente entre la incipiente Sociedad Urbana, propia de los conceptos de la Nueva Burguesía; y la rancia Nobleza Terrateniente, amarrada a sus tradiciones medievales, en las que la posesión de la tierra es el fin último.

Estas dos expresiones tan contradictorias, y que a la sazón representan el 5% y el 95% respectivamente de la población, tienen en consecuencia el mismo reparto proporcional en lo que concierne a jerarquización y papel de la mujer.

La mujer del campo vive recluida, esclava ignominiosa de una autoridad que se refleja primero en el padre, para pasar luego al marido. Sus funciones son claras, estando a la cabeza de las mismas la de la reproducción, y esta incluso con salvedades ya que el goce sexual les estaba específicamente prohibido, como queda puesto de manifiesto el hecho de que cualquier práctica sexual ajena a la “del misionero”, estaba tácitamente prohibida, ni aún con la aceptación del marido.

Por el contrario, la mujer de la ciudad, vive en un mundo del todo diferente. La continua excitación propia del continuo devenir cultural que rodea a la vida en la ciudad, promueve en la Mujer un concepto de renovación que cala si cabe más que en los Hombres. Como muestra, la mujer aprovechará su mayoritario acceso a puestos como el de la docencia del magisterio, para iniciar un cambio del sistema desde la base, comenzándolo por ello desde la raíz, esto es, formando a los jóvenes de la clase proletaria, adelantando con ello el cambio que está por venir

Como no puede ser de otra manera, el ejercicio político no puede permanecer ajeno. La irrupción de la Mujer en la política es un hecho. Desde los acontecimientos de la Inglaterra de 1911, la aparición de mujeres de la relevancia de Clara CAMPOAMOR, (de la que no nos acodábamos el otro día en el programa de la República), llevan a la clase política a comenzar los debates en pos de entender que la acción de la mujer en el ejercicio político ha de ir más allá de discutir si puede o no votar, para pasar realmente a formar parte de la Política con mayúsculas. Una Política que no lo olvidemos, empezaba a fraguar unas estructuras de sistema revolucionarias a nivel mundial, hasta el punto de hacer de su éxito el mayor de sus peligros.

Y al final del todo, como no podía ser de otra manera, la Religión. Lastre conceptual donde los haya, la Religión, y su manifestación más material, la Iglesia, llevaron a cabo, cogidos de la mano de aquellos elementos más conservadores y reaccionarios, una política de “castración” de todo aquello que pudiera oler a renovación que tubo, para el caso del desarrollo de la mujer, y en especial de la mujer del campo, consecuencias tan espectaculares como terribles.

Además, gracias a la estratagema de convertirse en portadores de la moral, superaron sus límites al convertirse en jueces y parte a la hora de decidir sobre lo que estaba bien y lo que no, sobrepasando el ámbito que por esencia tenían conferido, para jugar a ser Dios, nunca mejor dicho, y decidir sobre las consecuencias más terrenales del Hombre, y principalmente de la Mujer, a la que castigaron salvajemente, resucitando creencias como la de la maldad innata de esta, o la de su obligada sumisión al padre primero, y al marido después.

En definitiva una vez más, a la mujer de la Segunda República, le toca lidiar con uno de los papeles más complicados, así como otra vez peor reconocidos y amparados por la Historia. Ha de ver como se la trata igual que a una máquina, cuando no como un animal, convenciéndola de que su misión pasa sólo por tener hijos, unos hijos que en el peor de los casos habrá de entregar al sistema para que disponga de ellos en unas guerras diseñadas para mantener un sistema en el que ella siempre es perdedora.

Y si en el mejor de los casos perteneces a esa minoría privilegiada que habita en las ciudades, te ves arrastrada al mundo artificioso de una élite que tenía acceso a una Cultura que te servía para poder conocer y soñar con los otros mundos posibles, unos mundos cultos e igualitarios, que por otro lado estabas condenado a saber que en España todavía eran tan sólo especulaciones, porque los curas, los terratenientes, y el peor de todos, el miedo, jamás consentirían que se implantaran sin pasar antes por una Guerra Civil.

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