Hoy,la certificación de la muerte del proyecto europeo es ya una realidad contrastada en los salones dorados de la Bruselas germánica de la emperadora Merkel en donde la ignominia ha tomado forma en un acuerdo que condenará a miles de personas a los nuevos campos de concentración turcos , esos en donde la mirada de Europa se volverá miope ante la desesperación humana.

 El arrendamiento turco de la desgracia de los refugiados sirios no es más que una nueva muestra de la degradación de un proyecto europeo en el  la libertad, la justicia , la igualdad  y la dignidad de las instituciones se difuminan mientras el empuje de los populismos y la ultra derecha va configurando los nuevos pilares de la Europa del siglo XXI, esa donde la xenofobia y la insolidaridad se muestran como ingredientes de la receta de un nuevo nacionalismo emergente que arrincona a los partidos tradicionales de la derecha y la izquierda e obligandoles a transitar por  el abismo de sus contradicciones .

Parece así que la historia como decía Marx cíclica en su concepción se repite y con ello el regreso de los los fantasmas del pasado del fascismo y del totalitarismo que encuentran como siempre el perfecto caldo de cultivo para su germinación en la necesidad humana, esa que hace que seamos capaces de dar lo mejor o lo peor de nosotros mismos. Tal vez sea ese el reiniciar de un sistema capitalista necesario cada cierto tiempo de llevar a cabo el borrón y cuenta nueva de su economía , aún cuando ello lleve aparejado el sufrimiento y la muerte de miles de personas.

Vivimos así un tiempo de la vergüenza y del abofenamiento de unos líderes sin liderazgo y de una ciudadanía aun poco reactiva ante la desgracia ajena que se ve alejada de la cotidianidad del día a día , ese en el que cada cual parece pelear por la defensa de su supervivencia vital en el marco del hundimiento de un sistema económico capitalista incapaz de dar respuesta a los retos y desafíos del presente. Un sistema que como fallas y grietas de su propia estructura nos regala a modo de titular  crisis humanitarias, desastres medioambientales o tensiones financieras en las bolsas de China o Wall Street.

En definitiva, tiempos de cambio que nos aproximan a la oscuridad  a la oscuridad, esa que nace de aquellas democracias que dinamitan sus principios fundamentales y olvidan que los derechos humanos son la carta magna fundamental de convivencia entre quienes quieren configurar un proyecto plural , ese que hoy ha sido condenado al patíbulo a golpe de las plumas de fijo lacado fino repartidas en una cumbre que fijará en la historia el momento en que Europa certificó su muerte.

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