Todos los nutricionistas afirman que el único arma que tenemos para conseguir una alimentación sana y saludable es la selección de los alimentos que ingerimos al cabo del día. Esto se explica porque el proceso de nutrición, propiamente dicho, la absorción de nutrientes en el organismo viene programado de por si. Por ejemplo si ingerimos un trozo de pastel una vez en la boca comienza el proceso de absorción y o lo expulsas o seguirá un proceso, a través del organismo, ya programado en nuestros genes. Queda claro por tanto que la selección de los alimentos a ingerir es crucial para mantener una buena alimentación.

También, todos los nutricionistas saben que para poder elegir los mejores alimentos tenemos que estar lo mejor informados sobre las calorías que nos llevamos a la boca. En teoría esa labor la cumplen las etiquetas de los alimentos, donde se explica la cantidad de grasas, carbohidratos, proteína, azúcar y sal que llevan esos alimentos. Pero, ¿alguien es capaz de entender las etiquetas? O eres nutricionista o acabas loco.

Pero, ahora, según los resultados de una investigación desarrollada en Alemania, el etiquetado con código de colores (etiquetado semáforo) contribuye a mejorar el autocontrol sobre los alimentos más calóricos o menos saludables. Qué te dice un alimento con un punto rojo? y verde? ámbar? Es fácil no…?

“Demasiado fácil” debe decir la Industria Alimentaria, que ha criticado este tipo de etiquetas, con opiniones tan peregrinas como que “no se basan sobre criterios científicos solidos”. Y que “podría fragmentar el mercado comunitario”.

Hoy conocemos una nueva investigación desarrollada por expertos del laboratorio de análisis clínicos Life & Brain GmbH de Bonn (Alemania), cuyos resultados indican que el etiquetado semáforo mejora el autocontrol sobre los alimentos calóricos o poco saludables. Cuando se preguntó a los participantes sobre los alimentos por los que estarían dispuestos a pagar más, mayoritariamente eligieron los alimentos que estaban etiquetados con el código de colores pero con el color verde destacado (más saludable), algo que no sucedía con el mismo producto con el etiquetado nutricional convencional. También se constató que los productos etiquetados con el color rojo provocaban que los participantes del estudio estuvieran dispuestos a pagar mucho menos por el producto, algo que no ocurría con el etiquetado convencional.

Estos resultados parecen constatar que el etiquetado semáforo actúa como refuerzo, tiene más peso en las decisiones de compra de un producto con ingredientes saludables que se identifiquen fácilmente con un código de colores, que los alimentos que porten un etiquetado como el que se utiliza actualmente en los países comunitarios.

En esta investigación también participaron expertos del Centro de Economía y Neurociencia de la Universidad de Bonn. Según sus conclusiones, el etiquetado semáforo parece que permitía a las personas que participaron en el estudio resistirse más a los alimentos poco saludables cuando éstos se etiquetaban con el código de colores, algo que no ocurría con las etiquetas convencionales. Por tanto, se considera que una etiqueta semáforo posiblemente aumenta de forma implícita la toma de decisiones más saludables a la hora de elegir los alimentos.

Pero la Industria alimentaria ha invertido más de mil millones en desvirtuar estas afirmaciones con denuncias cuanto menos “dudosas”. Se puede citar como ejemplo la denuncia que realizó una empresa británica en el año 2013 planteando ¿Desde cuándo un zumo de naranja es peor que una Coca Cola light?, dado que este fue el resultado de una encuesta tras usar el sistema de etiquetado semáforo. La empresa argumentó que un vaso de este refresco se podría considerar saludable por no contener azúcar y menos de una caloría, pero ¿se tuvo en cuenta que el refresco contiene ingredientes artificiales como el E-150d (colorante alimentario soluble que otorga el color caramelo a la bebida), acesulfame-K o E-950 (un edulcorante artificial 200 veces más dulce que el azúcar) y ácido fosfórico o E-338 (ingrediente habitual en los refrescos con una gran resistencia a la oxidación)?

En definitiva, los investigadores respaldan el uso del etiquetado semáforo para mejorar la alimentación de los consumidores. Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la revista científica Obesity.

Una cosa esta clara. A mi entender con el etiquetado semáforo, los consumidores pueden seleccionar los alimentos más saludables. Dejemos nuestra salud en manos de la comunidad científica y no en las de la industria alimentaria.

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