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Espartanos

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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Postrado junto a la ventana, Iñigo de espaldas a sus compañeros José Manuel y Martín, que esperan pacientemente su turno sentados en una mesa redonda de caoba, escuchan lo que el vicepresidente de la compañía contratante, Marcos, les tiene que decir.

Desde el gran ventanal de la sala de reuniones del prestigioso despacho de abogados, Íñigo, mientras el runrún de las palabras de Marcos se alejan cada vez más, aunque ninguno de los dos se haya movido ni un centímetro de sus posiciones, ve a la gente normal caminar por la calle. Al fondo, en la lejanía, puede vislumbrar las copas de los árboles de la Plaza de España. Bastante más cerca, queda la trasera del edificio de oficinas de la calle Princesa. Íñigo, ha perdido el interés de un balbuceante Marcos del que solo salen disculpas. La operación ha sido una gran cagada. Mala para la compañía que ha puesto en ellos toda su confianza para deshacerse de más de mil trabajadores de varias de sus factorías y que, según todo apunta, acabará con una sentencia condenatoria. Mala para el bufete que perderá confianza por parte de sus clientes y sobre todo, mala para un gobierno que ha trabajado, junto a ellos, con todo el ahínco del mundo para dinamitar las relaciones laborales que obligaban a los empresarios y defendían los derechos laborales de los trabajadores. Si todo se quiebra, como parece, ninguna multinacional más se atreverá a emprender un jugoso camino en el que los trabajadores fijos, con condiciones laborales muy costosas para el empresario, son sustituidos por empleados a tiempo parcial, sin condiciones de horario, sin derechos de indemnización por despido y con salarios notablemente más beneficiosos para sus clientes.

Marcos, ha acabado ya su exposición. Íñigo perdió el hilo del relato hace un tiempo. Ahora que el silencio ha inundado la sala, poco a poco como una niebla que cae ralentizada hasta que estás inmerso en un paisaje en el que no ves a tres metros, también, poco a poco, ha ido recuperando la consciencia del lugar en el que están y el motivo de aquella reunión de urgencia.

Se vuelve hacia el lugar en el que sus dos socios y el inútil del directivo de la empresa contratante están sentados y toma la palabra.La situación pinta mal. No has sabido emprender aquello que te confiamos y que has manejado de forma excesivamente intolerante y déspota. Te has enfrentado con los trabajadores. Has incitado su lucha desde tus declaraciones en los medios de comunicación y en lugar de convencerlos para que firmasen las condiciones de la regulación, has conseguido el efecto contrario, que luchen hasta ponernos en esta difícil situación que acabará mal. Y no solo para tu compañía sino que has cerrado las puertas a un negocio que podría haberse extendido a otras muchas. Nuestros amigos en el Gobierno ya nos han dicho que desde la Audiencia Nacional van a dictar a favor de los trabajadores. Nosotros apelaremos, porque es nuestra jugada. Ellos tienen mucho más que perder y menos condiciones para resistir. Pero si lo hacen, y todo parece que lo harán, volverán a ganar en el Supremo dónde los jueces son menos proclives a los intereses del Gobierno. Por eso debemos adelantarnos. Debes desmantelar Fuenlabrada para que, cuando el Supremo dictamine a favor de los trabajadores, no haya puesto de trabajo al que volver. Si, deberás readmitir a los trabajadores y sobre todo conservar todos sus derechos laborales, pero si no tienen puesto de trabajo al que agarrarse, puedes dedicarlos a barrer. O mejor, que no hagan nada, que se pasen las horas muertas en la factoría. Porque así, aún perdiendo en los tribunales habremos ganado para la causa.”

Todos se levantan de la mesa y se despiden. Marcos, está cabreado porque ha recibido un buen rapapolvo. Pero ahora no va a fallar. Cinco millones no son moco de pavo y es lo que se juega. Y si para desmantelar Fuenlabrada tiene que llamar a la policía y contratar esquiroles, desde luego que lo hará. ¡Y que se vaya preparando el cabecilla!


 

Espartanos

Este artículo además de recordar la lucha de unos trabajadores que llevan cinco años peleando, no solo por sus puestos de trabajo sino porque lo que les han hecho a ellos no pueda suceder nunca más a otros, tiene por objeto recordar que esta lucha, la lucha de los compañeros de @cocacolaenlucha, es la lucha de todos. Nadie está libre de sufrir un injusto despido. La gente cree que a ellos nunca les pasará eso porque su empresa va bien, pero como dicen los trabajadores del comité de empresa en este vídeo, ellos también pensaban lo mismo. Coca Cola nunca irá a la quiebra, todo el mundo bebe esa pócima. Pero en este hijoputismo liberal, no se trata de si la empresa tiene ganancias o no, sino de cuánto más pueden ganar quitándose de encima a trabajadores fijos con buen convenio y sustituyéndolos por otros en régimen de semi-esclavitud.

Antes de nada, vean el vídeo. Es un poco largo, 45 minutos, pero merece la pena. Yo he soltado más de una lágrima al verlo.

No voy a recordar aquí la cronología de este conflicto que lleva ya, como digo, cinco años. Para quién tenga la necesidad de consultarla, aquí está el enlace del artículo que mi compañero Julio Fuentes escribió hace dos años, aquí, en Diario 16.

Todos los artículos que he leído sobre el tema resaltan la famosa parábola bíblica de David contra Goliat. Pero ninguno ha destacado algo que para mí es fundamental y que ser David es complicado en estos tiempos en los que Goliat no sólo tiene la fuerza de su envergadura sino el apoyo de todo lo que le rodea, desde los medios, hasta el gobierno, desde los tribunales hasta la policía. Estos gladiadores del siglo XXI se han tenido que enfrentar al despido, a la falta de recursos por una huelga indefinida, a la ignorancia del pueblo, a la indiferencia de los medios de incomunicación e intoxicación,… y aún así, han conseguido dar batalla. Estar todo el día en la calle, ganarse a la gente a base de insistencia y ganar una guerra judicialmente contra todo pronóstico.

Decía el otro día el miserable de Marcos de Quinto, ese que cobró más de cinco millones de la empresa que se anuncia como “La Chispa de la vida” (y que en realidad es la de la muerte) mientras los trabajadores luchaban por su futuro, que la precariedad laboral no tiene nada que ver con la baja natalidad (no sé de dónde ha sacado esta idea). Que para precariedad la de los años 50 o 60 cuando el trabajo era mal pagado y sin derecho a protestar. Y es que hay que ser muy ruin para reírse de los trabajadores mientras tienes el lomo cubierto de billetes a base de putear al personal. Porque precisamente en este hijoputismo liberal del que este tipo es uno de sus paradigmas, hemos vuelto al trabajo mal pagado, al pluriempleo y a la miseria. Derecho a protestar, sobre el papel, hay. Pero es muy difícil ejercerlo. Porque desde las denuncias a las cargas policiales, puedes acabar en la cárcel y arruinado económicamente. Eso en el caso de tener trabajo digno y estable. Porque si encima eres precario, las protestas pueden llevarte directamente al desahucio y a que te quiten la custodia de los hijos por no poder alimentarlos.

Porque, como en el caso de las compañeras #Espartanas y #Espartanos, el ERE diseñado por el bufete de abogados Sargadoy, el mismo que diseñó la Reforma laboral llevada a cabo por el Partido Popular en el que se han dinamitado la mayor parte de los derechos laborales de los trabajadores, la precariedad es fruto de una estrategia llevada a cabo con el fin de introducirla a través de ese sistema de regulación de empleo, dejando indefensos a los trabajadores con convenio en activo para ser sustituidos por trabajadores eventuales en los que el horario, el salario y las condiciones son fruto de una imposición individual y no de la negociación colectiva.

La lucha de estos compañeros y compañeras es la lucha de todos. Porque gracias a ellos, no se han llevado a cabo otros despidos en otras multinacionales. Por su constancia y tenacidad, hemos vuelto a tomar conciencia de que la lucha es dura pero sirve para revocar injusticias. Y aunque estos compañeros, aun ganando han perdido su futuro, puesto que la misma judicatura que dictaminó su ERE como nulo, y que estableció que todos los trabajadores deberían volver a sus puestos de trabajo, no se ha preocupado de ver en qué condiciones han vuelto al trabajo, ni de observar que la factoría de Fuenlabrada ha sido desmantelada como embotelladora, ellos, las Espartanas y Espartanos nos han demostrado que la lucha es el único camino que tiene el trabajador para conservar sus derechos.

Solo pierde siempre, aquel que acepta por temor, por complicidad o por pereza la situación en la que vive y no da la cara. Luchando se puede perder. Sin luchar nunca se gana.

Toda mi admiración y mi fuerza para Las Espartanas y Espartanos.

Salud, república y más escuelas.

 

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