No crean que tras Un abuelo rojo y otro abuelo facha (Círculo de Tiza) se oculta un provocador nato que intenta hacer de la locura cordura sentando en el diván a un mito llamado España, empeñado en dividirse hasta la atomización a las primeras de cambio. Este joven escritor y columnista de Águilas ejecuta sin quererlo un manifiesto en toda regla sin serlo. No lo lean si tienen las ideas muy claras en cuanto a su ideología. Pero si lo intentan, acertarán.

 


 

Su primera declaración de intenciones apunta muy alto: disolver la literatura popular y la elitista. No le pregunto siquiera cómo lograrlo pero sí, asombrado, con qué amigos cuenta en esta cruzada contra molinos que parece son de viento.

Es una cruzada que me aplico yo para lo que escribo, porque me gusta leer literatura profunda sin que por eso tenga que volverse hermética ni sumergirse a la experimentación posmoderna, que también tiene su público. Me refiero lo que consigue Jonathan Franzen con sus novelas, que es lo contrario de lo que hacía su amigo David Foster Wallace. Creo que hay que aspirar a lo siguiente: escribir como un poeta, narrar como un cronista y razonar como un filósofo. Así que sí, apunto alto.

 

Demuestra con este libro inclasificable en cuanto a género literario se refiere que está inmunizado contra las ideologías. ¿Dónde venden esa vacuna?

A mí me transmitieron los anticuerpos mis padres, y a ellos mis abuelos, los rojos y los fachas. En mi familia tenemos claro que no hay que juzgar a los demás por su ideología. Si ellos lo hubieran hecho, yo ni siquiera habría nacido. Eso sí: las discusiones de las cenas navideñas son para echar a correr, como se puede imaginar.

 

¿Es efectiva en una sociedad tan politizada y polarizada como esta que vivimos?

Es efectiva para que la pasión ideológica de los demás no te arrastre a la irracionalidad, aunque muchas veces puedas estar de acuerdo con ellos.

 

Para abordar este fenómeno transitorio hacia la demencia llamado España, ¿es preferible vestirse de periodista o de narrador?

A veces nos parece que España es un esperpento, pero tenemos la

responsabilidad individual de analizarla más fríamente, de extraer

información veraz de la maraña barroca de animaladas, porque si no lo hacemos estamos más ciegos que Max Estrella. En cuanto a que el fenómeno sea transitorio, permítame que lo ponga en duda. España es como un esquizofrénico, unos días está mejor que otros, depende de lo que suene en la radio.

 

¿Está este país huérfano de pacos umbrales, o más bien se necesita hacer una selección natural por profusión del fenómeno?

Paco Umbral no hay más que uno, y en cuanto a los epígonos que le salen al pobre hombre hay que perdonarlos. El umbralismo es un error de juventud, y como la juventud se va pasando con el paso de las decepciones.

 

¿Hay nichos recónditos aún sin explorar en el territorio de la provocación literaria?

Cada vez hay más gente con la piel más fina que el papel de fumar con que se la cogen, así que pasa lo contrario: la provocación va ocupando terrenos por los que hace poco podíamos ir despreocupadamente.

 

Provoca que algo queda. ¿Practica esta máxima con fruición o le sale espontánea?

Casi nunca intento provocar. Dicho de otra forma: muchas veces provoco intentando ser muy razonable. Yo creo que la ofensa no está en las palabras dichas, sino en la persona que se ofende. Nuestra sociedad ha cambiado con las redes sociales. Le estamos dando a la ofensa un valor que no tiene. La ofensa permanente sólo tiene valor para los vendedores de pastillas contra la úlcera.

 

En este manifiesto atípico que es Un abuelo rojo y otro abuelo facha, ¿cree haber deconstruido finalmente el mito de las dos Españas o eso no hay dios que lo deconstruya?

Los mitos son indestructibles. Lo que he hecho con este manifiesto es quitarme de encima yo los restos de mito que me quedaban. Y de paso, encontrar nuevos amigos. Mucha gente desconocida me está escribiendo: “un abuelo rojo y otro abuelo facha, ¡como yo!”. Porque en España vamos de puros pero somos todos unos perros de mil leches.

 

Pese a su juventud, su trayectoria periodística goza de excelente currículo. Y la literaria, ¿hacia dónde la quiere encaminar? ¿O vuela ella sola sin que usted pueda hacer nada por evitarlo?

Igual que quiero disolver la frontera entre lo popular y lo elitista en lo que escribo me pasa con el periodismo y la literatura. Yo creo que soy un escritor que se ha metido a columnista, es decir, ni una cosa ni la otra. Tengo por ahí una novela en la recámara, lo que me falta es prisa por publicarla.

 

¿Le acompañará siempre la sátira en su carrera literaria o merece un descanso? La sátira, me refiero.

La novela que digo es más oscura que el sobaco de Mike Tyson, pero ya ve usted, la intento describir y se me satiriza. Pero en serio: con la novela esta me he dado el gusto de ponerme tétrico. Total, las novelas ya no las lee casi nadie.

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Un abuelo rojo y otro abuelo facha
Juan Soto Ivars
Círculo de Tiza
380 páginas
24 euros

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