viernes, 29marzo, 2024
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españa con minúscula

Chirría la falta de personal, de lejos, en las residencias de ancianos

David Márquez
David Márquez
Escritor de artículos y ficción. Colabora con diversas publicaciones periódicas y ha publicado: ¿Y? (microrrelato) y DAME FUEGO (el libro) (microrrelato, poesía y otros textos), ambos trabajos inconfundiblemente en línea con el pensamiento y estilo que manda en sus artículos, donde muestra su apego a la libertad total de ideas, a lo humano y analógico, siempre combativo frente a cualquier forma de idiotez. amazon.com/author/damefuego
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análisis

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Resulta patente, insultante a la vista y la inteligencia y la conciencia, la saturación de personal y espacio, y así, la deficiente atención y el insuficiente servicio, aun a costa de todo el esfuerzo que la plantilla actual desarrolla. Esta realidad, se mire por donde se quiera, esta urgencia compete directamente al Estado. Los artículos 49 y 50 del Capítulo III de nuestra Constitución permanecen vergonzosamente incumplidos desde hace ya demasiado tiempo. Quizás los potentados y mediocres gobernantes (y no gobernantes), dados a olvidar sus/nuestras obligaciones para con los más viejos, olvidan también rascarse el bolsillo de sus preferencias, y ceder, como hombres y mujeres con lo que hay que tener, hasta donde sea necesario.

Conoce la clase gobernante, y no mueve un dedo, que es perfectamente asumible y acometible la tarea colectiva de poner fin a una situación denunciada no por mí, sino por muchos viejos (cuando se les da voz y cobertura mediática; antes ni existen) de esta españa con minúscula y suspenso en humanidades. 

De igual forma que se favoreció un encierro a punta de coacción y multa (declarado inconstitucional, por cierto), de un día para otro, sin mediación, ni revisión, ni oportunidad de contraste, así, por la cara, de la misma forma que aquello y todo lo que vino después fue posible en términos financieros, prácticos y burocráticos, con determinaciones exprés, implacables, y obediencia y colaboración castrense, de igual manera es más que posible y asumible, y se sabe, encarar y dar solución, empezando mañana mismo, al Estado de Alarmante Emergencia vilmente ignorado que padece el sistema de residencias en este país. 

¿Quién podría oponerse a tan digna, lógica, humana, inapelable causa, sin declarar tácita o explícitamente que no le importan en-ab-so-lu-to las condiciones de vida y la misma existencia de esos viejos a los que, por cauces públicamente aceptados, y esto sí que es miserable, se les desplazó a segunda y tercera fila en urgencias (o esa fue la orden) «valorando cuidadosamente el beneficio de ingreso», literal, «de pacientes con expectativa de vida inferior a dos años»

Toda una declaración de intenciones lógicamente extrapolable al ámbito de las residencias, que explica el asociado olvido de las tribulaciones que esta gente «tan mayor ya» pueda sufrir; total, para lo que les queda: discriminación inconstitucional, a todas luces, en la que los integrantes de cualquier «signo» político reincidirían, no lo dudo, en venideros, agitados tiempos: ley del más fuerte y bruto de la clase. 

A todos, empezando por los mecanizados «expertos» sin rostro, a todos los directores del Centro de Emergencias, a todos los Delegados de Salud les puedo ofrecer una lección sobre algún que otro caso de errónea «expectativa de vida» profesionalmente aplicada a algún que otro viejo dado por muerto demasiados años atrás. Y ahí sigue, a día de hoy, en el furgón de cola de la sociedad de mierda, subordinada su atención a todas esas inacciones, falsas necesidades de falso «interés general» y falsas urgencias que estos «compatriotas», que esta clase gobernante desorientada, caprichosa, irresponsable, inculta, cicatera/derrochadora y cruel prioriza para salvar España y hasta el Planeta Tierra (qué ínfulas, qué estafa) del desastre. 

¿Saben lo que le digo a cualquier «salvador» de la Patria o el Planeta que sea capaz de aceptar una priorización por «esperanza de vida»? Que se hundan y pudran España y Europa ahora mismo, hasta el fondo, si no somos capaces de encarar el problema de la escasez de personal, solo eso, fíjense, en las residencias de viejos y viejas que aún respiran y sienten en esta españa y esta europa con minúscula cuya «cultura» deviene en huero, gastado concepto, carente de un significado que solo acciones justas y consecuentes, humanas, le pueden devolver. La primera de las cuales sería restituir el rango por antigüedad, en todos los ámbitos, comenzando por el salón de casa.

Una acequia rota, perdiendo agua; un bolsillo a punto de reventar; una balanza coja; un bozal con placa solar incorporada: así lucen los blasones que conforman el cuartelado en el escudo de armas que me he permitido diseñar para la desteñida bandera de la «clase gobernante» española y europea. ¡Qué digo! ¡La triste, gris cemento bandera del mismísimo Occidente!

Si todos los viejos en situación precaria de este mundo civilizado dejaran de apoyarse (bajo férreas disposiciones cuasi cuartelarias al estilo diana y retreta) en un estoicismo que ya quisieran imaginar las nuevas generaciones de ingratos e insatisfechos y, de la noche a la mañana, fuesen dotados de la fuerza física necesaria para lanzar al aire sus andadores y dar rienda suelta a una más que legítima mala leche, veríamos correr a unos cuantos gobernantes y delegados y directivos. ¿Veis cómo, al final, todo se reduce a una cuestión de músculo? Pero a los viejos solo les queda paciencia, y dan su ejemplo; los cobardes atareadísimos que los olvidan, también. ¿Qué esperan de la vida estos últimos? ¿Qué van a dejar en este mundo cuando se evaporen? ¿Las huellas de sus culos en sillas de restaurantes, tumbonas, escaños y asientos de avión? ¿De «primera» clase?¿Y?… 

Pero ¿dónde se encuentra, en términos de evolución y «progreso», aquel miserable capaz de abandonar a su madre a la puerta de un hospital o institución para residentes de «corta expectativa», sin decir adiós? ¿Y dónde el Estado, que ni lo castiga ni salvaguarda la adecuada manutención de su víctima, cuya queja, si es que aquella no renunció a la misma, tampoco se escucha? En su lugar, el Estado malgasta auténticas fortunas en insultantes campañas de «concienciación» dirigidas a… ¿quién? ¿Qué le van ustedes a contar a los herederos de aquellos animales promotores de una Inquisición, un «derecho de pernada» o una «incapacitación» (la cual, según la ley 8/ 2 junio de 2020, ya no existe, todo hay que decirlo)? 

Con esta gente no sirve la pregunta: «¿Y si se lo hicieran a tu madre, te gustaría?». Y no sirve porque, como vemos, son los mismos que abandonan a sus madres y padres, y venderían a sus hermanas con un copazo en la mano y el pulso a sesenta, y volverían a colgar a un galgo o apalear a un podenco y cambiar el aceite de sus apestosos coches a la orilla del Guadalquivir. ¿Qué «concienciación» les van ustedes a vender a un psicópata? Ahorren en campañas que solo suponen un despilfarro y un insulto a la mayoría de la gente, y den u obliguen a las residencias a dar toda la cobertura que merecen los viejos. Y si quieren montar campañas, que sean orientadas a la gente más joven, a las escuelas e institutos, para que allí abran los ojos y vean lo que les espera si no empiezan, ellos, a cambiar las cosas.

Visite a los viejos de vez en cuando, cualquiera que sea su edad, usted que se ha tomado la molestia de leer hasta aquí, si desea y no le da miedo profundizar y conocer in situ.Lleve algo de fruta, y algún libro en condiciones, también, pero no olvide etiquetar cada pieza con el nombre del/la interesado/a, no vaya a ser que se extravíe, como algunos fondos.

Buena suerte.

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