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España, a la cabeza en Europa de ludópatas entre 14 y 21 años

Antonio González Aguayo
Antonio González Aguayo
Licenciado en Historia, Escenografía teatral y con estudios de periodismo. Escribo en diferentes medios digitales.
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análisis

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Hace unos días cientos de personas participaron en Madrid en una manifestación contra el aumento de las casas de juego y apuestas, una verdadera “plaga» en los barrios más populares. Desde la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (Fejar) alertan de que el perfil del ludópata en España está cambiando rápidamente. Así lo advierte Juan Lamas, director técnico de esta federación, al asegurar que si hace unos años el adicto al juego era mayoritariamente un hombre casado entre los 35 y 45 años, ahora a las asociaciones de Fejar en todo el país llegan jóvenes de entre 18 y 25 años.

Y es que, actualmente, y como asegura la Guía Clínica “Jóvenes y Juego Online”, elaborada por Fejar y financiada por el Ministerio de Sanidad, los mecanismos para que los operadores de juego online puedan controlar la mayoría de edad de los jugadores “son todavía insuficientes”. Cualquier menor podría llegar a suplantar la identidad de uno de sus progenitores, con los datos de una tarjeta de crédito.

El problema llegó en 2011, cuando entró en vigor la regulación del juego online en España con la Ley 13/ 2011 y se incentivaron numerosas estrategias de publicidad a través de diferentes canales de comunicación y redes sociales. En este sentido fueron especialmente relevantes, entre jóvenes y adolescentes, los bonos de bienvenida, las promociones y los anuncios del juego online en todos los medios de comunicación.

La consecuencia fue que entre 2012 y 2015 aumentó el número de jóvenes en busca de ayuda para salir de su adicción al juego, afirma Juan Lamas. Una adicción que va in crescendo debido a que los jóvenes están muy familiarizados con el uso de las tecnologías digitales, lo que les expone masivamente a diferentes servicios de juego. Guillermo Ponce, psiquiatra especializado en adicciones, asegura además que “España tiene la tasa más alta de jóvenes ludópatas (de entre 14 y 21 años) de toda Europa”.

Y expone tres razones fundamentales que lo motivan. La primera es el efecto estimulante del juego, que puede ser capaz de aliviar transitoriamente estados de ansiedad y tristeza frecuentes en la adolescencia. La segunda, la propia expansión de modalidades de juego y la difusión de propaganda a través de internet, que suponen un aumento exponencialmente mayor de la disponibilidad para jugar, principalmente en aquellos que más utilizan estos medios. Y en tercer lugar, el hecho de posibilitar el acceso a diferentes modalidades de juegos de azar a una edad más temprana. “En solo unos meses se ven atrapados por el juego por la facilidad de acceder a él en cualquier lugar y las 24 horas del día”, asegura el psiquiatra.

Por todo ello recomienda a los padres que vigilen el uso de sus hijos en Internet y no dejen que caigan en estas trampas encubiertas que les puede causar una muy seria adicción. “Los videojuegos son solo la fase inicial porque, aunque carecen de ganancia económica, les aporta esa sensación gratificante de ser buenos cada vez que consiguen ganar puntos o pasar niveles y de ser ellos los que dominan las jugadas”.

Lamas insiste en que “el Estado debería asumir también parte de su responsabilidad a la hora de responsabilizarse de los costes de salud pública para recuperar a estos ludópatas desde edades cada vez más tempranas. En España el 1% de la población juega de manera patológica; es decir, hay afectadas unas 400.000 personas, a lo que hay que sumar el trastorno que genera en la familia, lo que supone que finalmente incide en un 2,5% de la población, un millón de personas, lo que es una cifra nada desdeñable”.

El trastorno de juego se define como una conducta de juego problemático persistente y recurrente, que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo y se manifiesta por la presencia de diferentes criterios establecidos. Entre ellos la necesidad de apostar cantidades de dinero cada vez mayores o poner en peligro o incluso perder una relación importante, un empleo o una carrera académica o profesional a causa del juego.

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