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¿Es posible hacer justicia?

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Hay que reconocer que a la justicia se le presentan también situaciones monstruosas, nada fáciles de resolver. En Francia se está juzgando ahora a Valérie Bacot, que se hizo famosa en su momento por haber matado a su marido, Daniel Polette, el cual fue su padrastro, marido y proxeneta, y que abusó de ella desde los 12 años. Se enfrenta a cadena perpetua.

Polette representa al mal absoluto. La violaba permanentemente hasta que la dejó embarazada a los 17 años, a lo que la madre reaccionó echándola de casa. Su vida era “un infierno cotidiano”, que transcurría “en un régimen diario de terror”. Acabó marchándose con él, se casaron y tuvieron cuatro hijos. Estuvieron casados 18 años, soportando sus agresiones, violaciones y hasta que la prostituyera. ¿Se puede añadir más al historial de este energúmeno? ¿Hasta dónde puede llegar la maldad humana?

Bacot le disparó con la pistola del marido, que le servía de amenaza. Temió que podía maltratar a sus propios hijos. ¿Hasta dónde puede llegar la violencia machista? Polette la sembró y, finalmente, la recogió en sí mismo. Popularmente, a la gente le pareció que Bacot había hecho justicia. Los franceses recogieron firmas, pidiendo la absolución. En libertad condicional, después de pasar un año en prisión preventiva, ahora va a ser juzgada entre el 21 y el 25 del mes de junio.

Como ella misma ha declarado, “este juicio no es solo mío, también es el del otro“. En efecto, quien tendría que ser juzgado es Polette, al que Bacot ya administró justicia con su propia mano. La Justicia reconoce el hecho de que fue ella quien le mató, siendo la autora de un asesinato, y por eso la va a juzgar, pero, probablemente, los motivos de esa muerte la sobrepasan. Quedó sola y aislada, a merced enteramente del maltratador, que ha enterrado en la tumba la totalidad de sus secretos. Sin duda, los jueces valorarán que la solución sentaría un precedente que puede ser catastrófico, porque cualquiera puede utilizarlo en su favor. Quizás por ello la fiscalía francesa pide la máxima pena.

Para quienes defienden la teoría de que se trata de violencia intrafamiliar nadie estaría implicado en las consecuencias de este acto más que los propios protagonistas, pero así no se podría resolver nada.

Es el conjunto de la sociedad la que tiene que actuar, rechazando de plano tal violencia para que nadie se atreva a ejercerla más. Sería una forma de actuación en completo desuso por tratarse de una venganza primitiva e impropia de una sociedad civilizada. No puede implantarse de nuevo el ojo por ojo.

La mayor acusación que hace Valérie se encuentra en el titular de su libro, escrito para la ocasión, Todos lo sabían (Toute le monde savait). Si es cierto que lo sabían, ¿por qué nadie actuó para evitar que se produjeran los hechos? Ni siquiera su misma madre se apiadó, sino que la rechazó. ¿Qué tendría en su cerebro esa mujer? Seguro que pensaría en salvar su relación sentimental a costa de lo que fuera y por encima de todo, lo que no sucedió, viendo que el fracaso estaba anunciado. Se confirmaría en su posición, cuando la hija se unió al marido al que puede que disculpara, poniendo toda la culpa en la hija depravada. No sucedió, tampoco, ningún seguimiento por parte de la Justicia, a pesar de que Polette fue condenado anteriormente por violar a una menor de 15 años, lo que siguió haciendo en cuanto quedó libre y dejó la cárcel.

La Fiscal tampoco ha dudado en pedir la máxima pena, la de cadena perpetua. Solo la conmoción sufrida por el hecho horrible ha llevado a buena parte de la población a pedir su absolución. Siempre es el pueblo el que reacciona. Enseguida nos enteraremos de las resolución del juicio, pero, en el mejor de los casos, los jueces deberán condenarla para que luego se produzca el indulto, que estará en manos del Presidente de la República, lo que es impredecible y, además, tardará, dado que estas cosas se producen con demasiada lentitud.

Habría que plantear si a esta mujer le quedaba todavía alguna salida. Posiblemente no y sus mismas hijas estaban ya en el punto de mira, mientras que iban creciendo. Era muy capaz este hombre de esclavizarlas igual que había hecho con la madre. Puestos en tal situación, ¿qué otra cosa podría haber hecho? Mientras tanto, ahora le queda rememorar el mismo calvario, al tener que contar todo lo sucedido ante el tribunal y responder a las preguntas de los jueces. Claro que si Valérie no ha muerto ya, después de soportar una vida llena de tormentos, puede que se haya hecho fuerte para mantenerse en pie y ofrecer sus experiencias a otras mujeres que se encuentren en situaciones parecidas. Siempre se puede hacer más para acabar con la violencia machista y no solo Valérie, sino todos nosotros. Quizás algún día nos convenzamos de semejante premisa. Mientras tanto, seguiremos siendo culpables.

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