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Es el dinero

Francisco Silvera
Francisco Silverahttp://www.quenosenada.blogspot.com.es
Escritor y profesor, licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid. He sido gestor cultural, lógicamente frustrado, y soy profesor funcionario de Enseñanza Secundaria, de Filosofía, hasta donde lo permitan los gobiernos actuales.
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análisis

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Con un tremendo miedo, nerviosismo y dolor he vivido el 1 de octubre. Voy a dejar claro que yo no soy neutral, ayer me llamaron «cobarde» y «fascista» gentes que jamás han dejado un testimonio público por el que poder ser foco de opinión o, incluso, perseguido; yo no sólo no me he callado nunca sino que defiendo lo que pienso sin patrón alguno.

El proceso de degradación educativa, de degradación en el marco laboral, de la elevación de lo reaccionario a natural (sin complejos), la vuelta a las esencias (tradiciones, pueblos, banderas, himnos…) en mitad de una crisis económica no resuelta sino que ha conseguido convertir en estructura la injusticia… ya fue diagnosticado por Marx, la economía genera la ideología. Por eso, no se engañe, es el dinero, por favor; el nacionalismo (catalán o español) sólo es una tapadera para poder canalizar la violencia de capas de la sociedad que sólo encuentran frustración en una realidad cotidiana deprimente y sin alternativas. Ha sido la válvula de escape de la indignación que el 15M o Podemos y las Mareas no han conseguido fraguar. No se trata de neutralidad en la cuestión catalana, se trata de despertar de un sueño que puede terminar siendo una pesadilla, porque creo que estamos en los albores de un enfrentamiento.

Ser pacífico no es imponer tu idea de la paz, es actuar para evitar la confrontación

Yo soy un tipo normal lleno de contradicciones que no se permite dar más lecciones que las del estudio y la coherencia, yo respeto a quienes defienden ideas distintas a las mías cuando veo pasión y razón en su defensa, los otros, ésos que lloran fácilmente en coro amparados por símbolos (construcciones humanas) o se ríen a carcajadas de los que no son como ellos, ésos me dan miedo. Ser pacífico no es imponer tu idea de la paz, es actuar para evitar la confrontación; no se trata de conseguir lo que cada uno de nosotros queremos, sino de calcular el daño que podría causar conseguirlo… es infantil pensar que alcanzando nuestros objetivos todos los demás deban plegarse a estas nuestras razones «objetivas», es la base ideológica del totalitarismo.

… No entiendo a quienes justifican a sus partidos, ideologías, pueblos, banderas o familias por encima del dolor de otros, tampoco entiendo a quienes viven en el silencio interesado que sólo busca poner o quitar la mano cuando convenga. He defendido por escrito, aquí mismo, la instrumentalidad de las fronteras, naciones o como se quieran llamar, he abogado por una disolución progresiva (por medio de una educación que genere ciudadanía crítica) de los Estados y la gestión directa por parte de la ciudadanía. Puedo entender el ansia de independencia de la ciudadanía catalana (jamás por oposición del «pueblo catalán» al «pueblo español», que existen sólo en el ideario fascista de siempre) y puedo apoyarla, me importa un carajo la unidad de España (como la de Cataluña o Francia)… pero estoy cabreado y asustado, porque creo que la admirable movilización crítica de los catalanes, sí admirable (querría pensar que lo ha sido), es en realidad el fracaso de la economía especulativa… y ha sido, empero, encauzada por partidos de sentimientos excluyentes porque cuando la Nación se equipara a la divinidad: o estámos con ella o contra ella; me sobrecoge oír la palabra «traidor» utilizada profusamente por políticos secesionistas o la facilidad con que aparece el «no tenemos miedo», «habrá que ir a la calle», «los mossos defenderán a los catalanes frente a los represores del Estado español» e incluso hablar de pegar tiros…

Me ha dolido la virulencia de la actuación policial, terrible, extralimitada, pero como estamos en una democracia que se investigue y se sancione, cabe la denuncia. Y no somos tontos, una democracia falla casi tanto como el número de ciudadanas y ciudadanos que la componemos, pero si cabe la denuncia y procede, hay defensa del individuo. Si perdemos esta perspectiva, el conflicto pasa a ser un debate de legitimidades que sólo lleva al falseamiento de toda información, hecho o trayectoria que beneficie a mi «país».

Sólo falta que alguien prenda una mecha para justificar una espiral de violencia, como ya ocurrió en aquella guerra infame… Voy para viejo, y tengo miedo, mucho miedo, por la gente joven, por mis gentes queridas, y tengo miedo por mí, cada vez más me inunda la sensación de fracaso de una vida dedicada a la Literatura, al pensamiento, a la música, al placer medido y a la amistad, para ceder el testigo a la canalla violenta más chusca.

 

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