Ha vuelto a caminar para sentirse vivo aunque duela. En Todo se arregla caminando (Destino), la sexta parte de sus Memorias de ficción el ex ministro de Cultura, director de la Casa del Lector, periodista y escritor emprende una nueva ruta que le lleva por esos recovecos de la ficción que se recuerdan como reales de tanto caminarlos con la imaginación. Por algo aplica a rajatabla ese sabio consejo que un buen día le dio su padre: caminar para arreglar todos los problemas.


Contundente el título de la sexta entrega de sus Memorias de ficción. ¿De verdad todo se arregla así?

En parte sí. La cultura ayuda a dar sentido a la vida. Nos abre mundos, explica nuestros sentimientos, nos auxilia a enfrentarnos al final inevitable. Caminar es una forma de pensar, quizás la mejor forma de pensar previa a la escritura. Es una forma de pre-texto. Sófocles, según Erasmo de Rotterdam, citado por Montaigne, decía que la vida más dulce es no pensar en nada, pues no hacerlo no duele. Yo prefiero el dolor de pensar para sentirme vivo. Los bomberos de Fahrenheit quemaban libros porque decían las autoridades que eran perniciosos para la salud mental de sus “ciudadanos”. Según ellos, la lectura los hacía infelices.

Meditar andando o meditar sentado. ¿Se nota la diferencia en el resultado final de lo escrito?

Para mí sí. Caminar no es solo un acto físico, sino, sobre todo, espiritual. Acompasar los pensamientos a tus pasos antes de sentarte para escribir. Viendo caminar a una persona sabemos lo que piensa, de la misma manera que sabiendo los libros que tiene en su biblioteca, sabemos cómo es.

Esta serie de libros traspasa y vulnera las fronteras de los géneros literarios establecidos. No es ensayo en sí, tampoco ficción ni memorias al uso, aunque tiene de todo ello y de literatura de viajes, de filosofía… ¿Todo cabe en el pantanoso mundo de la literatura?

¿Qué es Tristes y Pónticas de Ovidio? ¿Qué son Las confesiones de San Agustín? ¿Qué eran en su tiempo los Ensayos de Montaigne? ¿Qué son las Memorias de ultratumba de Chateaubriand? ¿Qué es el Libro del Desasosiego de Pessoa? o ¿Qué es Mínima moralia de Adorno? Los géneros no son maneras de escribir estancas. Nacieron, se desarrollaron, conviven y se mezclan unos con otros. Eso es lo que estos autores hicieron y lo que he pretendido hacer yo en estos seis tomos y más de tres mil páginas.

Su libro es una invitación a otros mundos, a otras realidades, otros escritores, otras historias… ¿Ejerce en cierto modo de guía de una especie de museo sin fin nada al uso?

Sí me parece muy interesante eso de ser el guía de un museo sin fin de objetos muy diversos, de diferentes épocas y tiempos. Todos objetos bellos a través de los cuales se puede explicar la existencia y el mundo.

De todo lo paseado para escribir este Todo se arregla caminando, ¿qué es lo que más le ha impresionado, sorprendido?

Los primeros años de mi vida los pasé en la casa de mi bisabuela materna en La Coruña. Una campesina gallega de unos ojos azules que todavía me deslumbran. Cuando murió, mi padre sabedor del dolor que me iba a provocar, no sabía cómo comunicármelo. Intentó que nos sentáramos en el salón de una manera muy formal pero, inmediatamente, me dio la mano y me dijo que saliéramos a caminar, que todo se arreglaba caminando. Y así fuimos por la orilla del mar hasta el faro de la Torre de Hércules. Esa noticia me dolió, aún me duele, pero ese caminar la aminoró. Oí por primera vez hablar de la muerte, pero también aprendí a combatirla caminando, pensando y todo ello me llevó a la lectura y a la escritura.

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De su dilatada trayectoria profesional, ¿qué echa más de menos en estos tiempos tumultuosos que vivimos: su trabajo como periodista o sus labores de ministro?

Yo soy profesor de la universidad, articulista, escritor, dirijo Casa del Lector, tengo infinidad de viajes por el mundo, estoy muy ocupado y no echo de menos nada porque siempre me he dedicado a lo mismo. Me entristece, eso sí, el maltrato al que se está sometiendo a la educación y a la cultura en nuestro país. Estamos perdiendo nuestra identidad cultural y al perderla estamos perdiéndonos como país. No hemos logrado enseñar a los españoles a conocerse a sí mismos, y quien se desconoce no se ama. Vamos camino de la disgregación precisamente por esta desatención educativa-cultural. El problema de España, desde los Reyes Católicos, ha sido siempre –entre otros muchos- el de la educación y así seguimos ya con pocas esperanzas de que ese pacto de Estado se lleve a cabo.

¿Tentado en cierto modo de repetir experiencias del pasado más allá de las literarias: periodismo, política, docencia…?

Como ya comenté, tengo muchas cosas a las que dedicarme. En política cultural lo he sido todo (Director del Instituto Cervantes, Ministro de Cultura) y creo que bastante bien, por lo tanto, esas cosas no se deben repetir. Incluso fui diputado socialista por mi provincia de La Coruña, uno de mis grandes honores. Lo comparto con dos grandes intelectuales y políticos de la Segunda República, Casares Quiroga y Salvador de Madariaga. Mi familia era de Izquierda Republicana, amigos de Casares y seguidores hasta el exilio de Manuel Azaña. Murieron en Francia, en París. Yo tuve más suerte. Entré en política en su honor.

Si algo ha podido constatar durante sus paseos, sus caminatas, ¿podría ser la muerte lenta e inexorable de una forma de entender la cultura y la civilización?

Sí, la manera de entender la cultura y la civilización como nosotros la entendemos está cambiando. Al individuo lo están convirtiendo en una masa informe y deshumanizada. Hoy todo es entretenimiento. El ciudadano se está convirtiendo en un mero objeto de consumo. Estamos perdiendo la libertad porque, sobre todo, la libertad proviene de la educación y la cultura. Hoy el nuevo Dios es la tecnología y los videojuegos que dicen, descaradamente los creadores de esta industria, es una forma de arte, sí una forma de adormecer las mentes. No sé lo que pasará en el futuro. A pesar de todo, el ser humano ha sobrevivido siempre, pero estos nuevos retos son contundentes e inquietantes.

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