“Entre la gestión cultural y la creación literaria hay un abismo, a veces insalvable”

Eva Losada Casanova presenta ‘El último cuento triste’, relatos con los que pretende infructuosamente alejarse del unamuniano “sentimiento trágico de la vida”

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La escritora Eva Losada Casanova. Foto: Carla de la Serna.

La escritora madrileña, finalista del Premio Planeta y Premio Círculo de lectores en 2010, presenta de la mano de Huso Editorial su libro El último cuento triste, una obra con la que pretendió, en vano, alejarse del “sentimiento trágico de la vida”. En esta entrevista, la también fundadora del espacio literario La Plaza de Poe, dice con rotundidad que “hoy se escribe mucho y mal, mucho y sin filtros editoriales, mucho y sin respeto por los lectores, mucho para lucrar a pseudo editoriales”.

¿Por qué El último cuento triste?

Es el título del último relato. Un intento de desarmar mis textos de esa tristeza, de cumplir una antigua promesa literaria: no volver a escribir más cuentos tristes. Pero llevo a Unamuno como herencia y su “sentimiento trágico de la vida” es también el mío, así que ni cumpliré mi promesa ni este será mi último cuento triste. 

¿La memoria es el hilo conductor de tus pequeñas historias?

Es la evocación de la memoria, que resulta un material narrativo algo más amplio y que se aleja de la autoficción, género que no practico. Es la memoria de los personajes, es un encuentro con un futuro que desconozco, como ellos, pero que deseo. Quizá por eso sobreviene esa tristeza y nos envuelve a todos. Presto retazos de esa memoria a todos mis personajes, luego ellos hacen lo que les viene en gana, pintan su propio cuadro en libertad. 

¿El destino marca la vida de estos personajes o ellos diseñan su camino?

El destino a veces se les revela, otras veces viene impuesto, y en el mejor de los casos ni ellos ni yo lo conocemos. Quizá sea el lector el que mejor diseñe en su imaginación ese destino, ese fin de viaje o lo que queda por llegar. Me gustaría poder resolver cada uno de los conflictos que anidan en ellos, en los personajes, pero no es mi misión. Yo solo dialogo con todos, con los seres imaginados (y en ocasiones reales) que van asomando en estas pequeñas historias y en mis novelas. 

¿Hacer literatura es una forma de construir destinos?

No siempre. Hacer literatura para mí es solo una forma de explicarme el mundo y entender esos destinos que los personajes van construyendo, yo asisto a ello con pasión. Soy un testigo curioso y todo me asombra. Escribo sobre y a partir de ese asombro. Las preguntas construyen el resto, esa búsqueda permanente y moldear el lenguaje como el barro es, en mi opinión, la literatura.

“Hacer literatura para mí es solo una forma de explicarme el mundo y entender esos destinos que los personajes van construyendo”

¿Cuáles son tus referentes literarios?

La intención y el efecto de Edgar Allan Poe; la perfección de Flaubert; la atmósfera de Henry James; el tiempo narrativo y el foco de Virgina Woolf; la valentía de Jelinek; la multiplicidad y el desasosiego de Pessoa; la forma y el fondo de Buzatti; la belleza terminal de Kawabata; el realismo de Tolstoi; la vitalidad de Bernhard; el respeto por la literatura de Marías y Kundera; la libertad de Joyce; las estructuras de Delibes o el trabajo duro de Yourcenar. He perdido la cuenta ya. Aprendo cada semana, convivo con todos.

Fundaste La Plaza de Poe, un espacio cultural que se ha convertido en clave para los amantes de la literatura. ¿Cuáles son las diferencias que percibes entre la gestión cultural y la creación literaria?

Entre la gestión cultural y la creación literaria hay un abismo, a veces insalvable. En ocasiones ambos me resultan incompatibles. La creación literaria, como decía Zweig, es un gran misterio. En cambio, en mi caso, la gestión cultural carece de él. No soy periodista, no soy filóloga… soy (era) economista, así que estudié muchos años cómo gestionar lo que otros poseían, anhelaban… Hasta que un día comprendí que debía gestionarme a mí misma para poder ganar espacio creativo, ese que todos parecen querer robarte, pero que solo depende de uno mismo. Mi formación me ha ayudado mucho a dar forma a mis deseos, a saber cómo llegar donde quiero y a sentirme más segura ahí fuera, en un mercado que poco tiene que ver con lo que realmente significa el arte de escribir. La plaza de Poe es el resultado de todo o que soy. Voy invitando a los paseantes que me encuentro a habitar la plaza, a cultivar el encuentro.

¿Compartes aquello que se dice de que hoy se escribe mucho y se lee poco?

Matizaría esta reflexión tan rotunda y desesperanzadora. Hoy se menosprecia la buena narrativa, se alaba y vende el morbo, se confunde arte y entretenimiento. Hoy se escribe mucho y mal, mucho y sin filtros editoriales, mucho y sin respeto por los lectores, mucho para lucrar a pseudoeditoriales… Respecto a la lectura, quizá la humanidad esté poco a poco desprogramándose y le cuesta detenerse en ella. Somos pocos los que leemos mucho. Leer es casi una manera de vivir, una opción, sí, pero como decía Penac, no es un verbo impositivo. La lectura te posee o no, si sucede lo primero, eres afortunado, muy afortunado. Creo que no hay medicina, ni psicólogo, ni relajante muscular, ni afrodisiaco o droga, que pueda aliviarnos, con tanta fuerza y determinación, de la sordidez con la que en ocasiones se nos presenta nuestra vida como lo hace la lectura. Es un hábito que se cultiva, no nace solo. Se inicia por imitación, así que la cosa se pone complicada, sí. Ahora en muchos colegios se habla de libros, es cierto, de escritores y escritoras; hay plataformas, fichas, iconos… pero no se enseña a los jóvenes a detenerse, a leer, reflexionar y debatir. Solo hay píldoras, no hábitos. Fomentar la lectura no se logra con campañas divulgativas, más bien se logra creando hábito en la infancia, en casa, en el colegio, en el instituto o en la universidad.  Crear hábito y saber leer, claro. La inmediatez y la lectura no combinan nada bien. Leer es mucho más que unir palabras, leer es reinterpretar, reconstruir. Siempre digo a mis alumnos que si quieren avanzar en su escritura deben leer muchísimo, leer a los clásicos, ir a las fuentes de la creación literaria. Bajar a la mina.

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