Hoy hace 40 años de que se celebraron las primeras Elecciones Generales del tercer intento de democracia en España. Habían pasado 41 años desde que en febrero de 1936 se celebrara el último comicio electoral y casi cuatro décadas desde el final de una cruel guerra, cuyos combatientes y sus ideas, ahora, en el ahora del 15 de junio de 1977, luchaban con pancartas y palabras por votos y escaños.

En los ciento y pico años anteriores España había probado de todo, reyes de alquiler prestados en Saboya, dos repúblicas fracasadas, media docena de guerras civiles, había luchado por su independencia y contra la de sus colonias, sufrido varias dictaduras así como reyes y regentes de todos colores. Los españoles habían muerto y matado por banderas, territorios, reyes, honor, caudillos e ideales y muchas veces por hambre, necesidad u obligación.

Para muchos el 15 de junio de 1977 fue un sueño, para algunos una pesadilla, un punto y aparte para unos y una coma y seguido para otros.

Hoy, desde dos generaciones de distancia, creo que fue lo mejor posible para el momento. Gala de la sensatez de quienes reconocían que su barco se hundía y de quienes sabían que sus frágiles pateras no estaban para grandes aventuras. Es fácil criticar desde la Playstation de la historia los acontecimientos de aquellos días en los que yo estrenaba pañales y otros de los que hoy arreglan el mundo desde el sofá no habían aún nacido.

El logro de aquel verano y la posterior Constitución provisional del 78 fue compaginar la ilusión de media España con el miedo de la otra mitad. Fue moderar y reflexionar.

Tras siglos de enfrentamiento, imposición, muerte y exilio, empezaba una etapa de coexistencia. Difícil. Interrumpida por frenadores y aceleradores violentos. Fue un éxito, fueron posible cuatro décadas de coexistencia, seguíamos enfrentados y viviendo de espaldas, pero se respetaba un marco nuevo que permitía cambios de poder sin muerte ni exilio.

El nuevo reto, que tendría que haber empezado hace más de veinte años, es pasar del coexistir al convivir. Eso dos verbos que a veces se confunden o se suponen sinónimos. Mientras la coexistencia solo define el hecho de estar al mismo tiempo en el mismo lugar, la convivencia exige más. «Se utiliza este verbo para designar la interacción con los otros de manera armoniosa, considerada, respetuosa y solidaria».

Tras 40 años de coexistencia pacífica pero enfrentada, tocaría avanzar hacia la convivencia respetuosa e integrada. La ocasión es buena. La sociedad ha demostrado con sus escasísimos recursos democráticos en dos comicios consecutivos en 2015 y 2016 que no sobra nadie ni necesita caudillos iluminados todopoderosos con mayorías absolutas. El recado es claro, después de cuarenta años, el intento provisional ha funcionado, con defectos, pero ha funcionado, ahora toca corregir los errores, consolidar los aciertos y hacer con generosidad y moderación, conjuntamente un update de lo que empezó en aquel verano del 77 con miedo e ilusión.

 

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Es abogado en Suiza y promotor de la reforma constitucional www.reforma13.es en España. Hijo de emigrantes asturianos estudió derecho en el país helvético. Casado y padre de tres hijos dedica desde hace años parte de su tiempo a explicar en conferencias, libros y entrevistas en toda España su propuesta de desarrollo de la Constitución Española.

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