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Encapuchados, cada vez más encapuchados

Óscar Iglesias Fernández
Óscar Iglesias Fernández
Profesor de Sociología de la UNED
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análisis

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Resulta alarmante la escalada de la tensión que se está produciendo en Cataluña por parte de grupos secesionistas que no dudan en utilizar la coerción o la violencia, en defensa, según dicen, de la democracia y de la República Catalana.

Se habla de libertad, de democracia, de presos políticos, de la opresión del 155, de ocupación de las instituciones catalanas, de SOS Democracia, de Welcome to the Catalan Republic…Y también, de cortar carreteras, líneas de tren, de paralizar el puerto de Barcelona y de intentar ocupar el aeropuerto del Prat.

De todo lo anterior, lo que me sorprende cada vez más son los encapuchados. Cada vez más encapuchados. Más y más encapuchados. O mejor dicho, menos y menos movilización que está siendo sustituida por una minoría de encapuchados, que cada vez se hacen más visibles y más violentos.

La contradicción entre hablar de democracia e ir encapuchado, quemando neumáticos, es indudable. Pero, por si alguien no lo ve, podría responder a la siguiente pregunta ¿Se necesita ir encapuchado para hablar de libertad, de democracia o de querer la República en Cataluña? Parece evidente que no.

Entonces, ¿Por qué ir encapuchados? También es evidente. Porque se pretenden realizar y se realizan actos que cuanto menos no son pacíficos y se quiere esquivar las posibles responsabilidades. Numeremos algunos:

  • 27 de febrero de 2018. Cortes de tráfico y neumáticos quemados en varios puntos de Barcelona al inicio del Mobile World Congress. Como escribía un periódico: “En la Gran Vía, sobre las 8:30, un grupo de encapuchados ha quemado algunos neumáticos frente al edificio central de la Universitat de Barcelona, lo que ha provocado una gran columna de humo y la interrupción del tráfico en un sentido de la marcha. La escena se ha repetido cerca de la estación de la Magòria de los Ferrocarriles Catalanes.”
  • 26 de marzo de 2018. “La A-2 se mantiene cortada debido a la quema de neumáticos que han provocado los manifestantes antes de abandonar el lugar.”
  • 1 de abril de 2018. “Los Comités de Defensa de la República (CDR) han levantado esta tarde las barreras en varios peajes de la red viaria catalana y han cortado una carretera, como parte de sus acciones previstas por Semana Santa para reivindicar la “república catalana” y pedir la libertad para los presos soberanistas.”
  • “Las 25 balas de 9 mm. que no aparecen: así fue el robo a la Guardia Civil en Economía. Documentos de los Mossos revelan que los manifestantes que participaron en el asedio a la comitiva judicial de la operación Anubis (20 de septiembre de 2018) robaron munición y material táctico de coches del Instituto Armado.”(El Confidencial)

Se podrían seguir detallando más acciones de estos grupos de encapuchados. Pero lo terrible, es que tanto los secesionistas de dentro y fuera del Parlamento, ensimismados en sus proclamas, se olvidan de lo fundamental: los ciudadanos catalanes. Unos ciudadanos que necesitan un gobierno que se ocupe de sus necesidades diarias.

Ya se lo dijo Puigdemont al exconseller Comín, con frases como “esto se ha terminado”, o que se vivían «los últimos días de la Cataluña republicana». A pesar de que ahora lo nieguen, y hayan presentado el 29 de marzo una querella contra la periodista Ana Rosa Quintana y los dos cámaras de Telecinco que captaron los mensajes que se intercambiaron a finales de enero en un acto en Bruselas.

Querella, que Puigdemont y Comín ponen porque, según ellos, lo que hicieron constituye un delito según el Derecho belga de atentado de la vida privada, castigado con penas de prisión de entre seis meses a un máximo de tres años. Es decir, Puigdemont y Comín piden cárcel para intentar tapar lo que de verdad piensan.

Pero ya no pueden ocultar la realidad. Una realidad, que hasta asume Artur Mas, cuando señaló, en una reciente entrevista, que investir ahora a Puigdemont «comportaría abrir más procesos penales contra más personas», por lo que «se tiene que ver si esto vale la pena, tras tener a tanta gente fuera del país, o es mejor rearmar fuerzas y tirar hacia adelante».

Y además, afirmó que la prioridad es formar un Govern: «Un Govern de Cataluña podría ayudar a reclamar más justicia y más legitimidad. Si hacemos bien las cosas, se decantarán a nuestro favor. Pero no será en los próximos días o meses, será más tarde. Esto requiere constancia, paciencia y mucha inteligencia política».

En definitiva, la solución es un Govern, no encapuchados por las calles. Un Govern, que por ejemplo se ocupe y preocupe de los 479.200 parados que hay en Cataluña.

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