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En ocasiones veo postres

David Almorza Gomar
David Almorza Gomar
Profesor Titular de Universidad de la Universidad de Cádiz, en el Departamento de Estadística e Investigación Operativa, adscrito a la Facultad de Ciencias del Trabajo. Ha sido Vicerrector de Alumnos de la Universidad de Cádiz (desde el año 2003 hasta el 2013) y Vicerrector de Responsabilidad Social y Servicios Universitarios de la Universidad de Cádiz (desde 2013 hasta 2015). Durante estos doce años, ininterrumpidamente, ha tenido entre sus competencias el Área de Deportes de la Universidad de Cádiz. Ha promovido la creación del Aula Universitaria de Fútbol de la Universidad de Cádiz, y en estos momentos ocupa el cargo de Director del Aula de Fútbol. Tiene el título de Entrenador Nacional de Fútbol con Licencia UEFA-PRO. Ha entrenado en las categorías Infantil y Cadete del Cádiz C.F. desde el año 2010 hasta la actualidad. Además, en el Cádiz C.F. ocupa el cargo de Coordinador de Delegados y Auxiliares de Fútbol Base desde el año 2014.
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análisis

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En cierta ocasión, y coincidiendo con estas fechas en las que las fiestas acaban en celebraciones, y estas a su vez en comidas y/o en cenas que aunque se piense que no tengan efectos secundarios, ya llegará la báscula chivata para desmentirlo, Boris Pérez estaba pensando en el peligro que tienen para la salud.

Las comidas de Navidad y Año Nuevo, y las cenas de Nochebuena y Nochevieja, son familiares pero no son las únicas. También están las comidas de empresa y las reuniones con los amigos, que a veces empiezan por la comida y se alargan hasta incluso después de la cena. Además están los amigos turrón, que son los que viven fuera y vuelven a casa por Navidad, y a los que no se les ocurre llamar para hacer footing o para hacer dieta, sino para una celebración más y con más aporte calórico para el organismo. Que el cuerpo aguante esta ingesta masiva en aproximadamente dos semanas, concluyó Boris, sólo se puede explicar por razones de adaptación genética de las especies.

Como técnica de cara a este año, Boris decidió suprimir la parte más hipercalórica de las comidas: los postres. No fue nada fácil, porque se trata de la época de los polvorones, alfajores, peladillas y demás; también porque en una comida es la parte más suculenta del menú, en ocasiones se trata de la parte más elaborada, y da hasta pena no comerlos. Los acompañantes no le sirvieron de ayuda, porque insistían en que probara el postre, pero Boris se mantuvo firme pensando que esa falta de compañerismo era guiada por un instinto de suicidio colectivo mediante azúcares.

Para sobrellevar estas situaciones Boris se convenció de que los postres son objetos inmateriales pertenecientes al universo de lo paranormal, y que sólo son perceptibles por el sexto sentido del niño de la película con el mismo nombre.

Así fue transcurriendo por las fiestas y llevándolas más o menos bien hasta que, justo al final, llegó el roscón (de Reyes, claro), que se prepara expresamente para este día y que viene a ser como el postre final a todas las celebraciones, ya que a continuación se vuelve al trabajo. Es inevitable probarlo. Seguro que toca el haba, pero tiene una cosa buena y es que no hay que comérsela.

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