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“En la sociedad iraquí, incluso en los momentos más difíciles, se recurre a la sátira como válvula de escape”

El escritor bagdadí Ahmed Saadawi recrea en ‘Frankenstein en Bagdad’, una adaptación del mito de Shelley a la realidad de Irak

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análisis

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Traducida ahora por primera vez al español por Libros del Asteroide, Frankenstein en Bagdad fue publicada por primera vez en 2013 y desde entonces, su autor, el bagdadí Ahmed Saadawi no ha parado de cosechar excelentes críticas y numerosos galardones por ella, desde el Premio Internacional de Ficción Árabe en 2014, el Grand Prix L’Imaginaire en 2017 o Finalista del Man Booker International en 2018. Un trapero decide recolectar restos humanos de cadáveres esparcidos por las calles del Bagdad ocupado por las tropas estadounidenses durante la segunda guerra de Irak. Pretende formar un único cadáver al que poder dar sepultura. Para sorpresa de todos, el cadáver cobra vida propia.

A partir de ahí, Saadawi enarbola el humor –a veces muy negro– y sobre todo la sátira más inteligente para retratar una sociedad hastiada de tanta violencia y sin perspectivas de mejora. Este escritor iraquí es, hoy por hoy, una de las voces literarias más aclamadas a nivel internacional de toda la literatura árabe. En esta entrevista reconoce que le gusta seguir viviendo en Bagdad porque tiene la esperanza de que, ejerciendo la crítica constructiva, puede ayudar a mejorar a través de los valores culturales la inoperancia de un régimen político completamente fallido.

 

La receta del éxito de su aclamada novela, Frankenstein en Bagdad, también la podría recomendar cualquier psicólogo a un paciente que ha sufrido el trauma de la guerra que se vive en su país desde hace ya muchos años: sátira y humor. ¿Es la única medicina que puede sanar tanto dolor?

Efectivamente, las guerras que padecen Irak y Oriente Medio, y sobre todo las civiles, son guerras resultado del odio, de la exclusión del otro. Este odio nace del rencor y de la ira. El humor, la sátira, es un instrumento eficaz para restar importancia a las cosas importantes, o sea, para minimizar el volumen de las cosas y que parezcan en su dimensión real. Todo lo que podemos someter a la sátira y al humor es algo cercano para nosotros, todo lo que no podemos someter a ello son las cosas que pueden suponer para nosotros un riesgo para nuestras vidas. La sátira es un instrumento eficaz contra el miedo.

“La sátira es un instrumento eficaz para restar importancia a las cosas importantes”

 

¿El humor negro de esta novela es innato en su autor o lo ha buscado deliberada y exclusivamente para esta novela?

Quien lee mis novelas encontrará allí el elemento de la sátira. Y como había dicho antes, la sátira sirve para humanizar las cosas, para hacerlas más humanas. Las personas que no aceptan la sátira o no pueden utilizar el humor nosotros no podemos quererlas. El humor y la sátira existen en nuestra sociedad. En la sociedad iraquí, incluso en los momentos más difíciles, se recurre a la sátira como válvula de escape. Como ejemplo, durante los años 2005 y 2006, los más trágicos y virulentos, y de los que habla mi novela, diariamente se perpetraban cuatro o cinco atentados terroristas diarios con coches bomba. A pesar de ello, hubo un chiste muy recurrente. Le preguntaron al presidente iraquí, Yalal Talibani, qué es lo que podía hacer con los coches bomba si se acercaban a la denominada ‘zona verde’ de seguridad. Dijo: “Sólo tenéis que poner allí un aviso en las entradas a la ‘zona verde’: Prohibida la entrada a los coches bomba”. La sátira y el humor existen en la realidad.

 

Publicó su novela en 2013. ¿Es el Bagdad de hoy igual que el de hace cinco años?

Evidentemente no. Bagdad hoy en día está asistiendo a un desarrollo enorme, pero si queremos comparar Bagdad con Madrid o con Roma o París, en lo que se refiere al nivel de vida y la seguridad, nosotros necesitamos un trabajo ingente para poder equiparar nuestra ciudad a estas otras. Bagdad es una de las ciudades más antiguas del mundo y cuando sufre alguna calamidad o momentos difíciles siempre se recupera de sus crisis. Después de las vacas flacas siempre llegan las vacas gordas.

 

¿Y hacia dónde cree que camina Irak en un futuro próximo?

Hay un problema político profundo, que es el que genera el resto de los problemas que estamos viviendo. El régimen político actual es un régimen ineficaz. En las últimas elecciones celebradas en 2018 se registró la tasa de participación más baja de la historia de Irak. Algunas estimaciones de los observadores de las elecciones iraquíes situaron la tasa de participación sólo en el 20 por ciento de los electores registrados. Es una tasa muy baja, además hubo falsificaciones para de esta manera engrosar el número de votantes. Esto da buena muestra de que el ciudadano de a pie iraquí ha perdido la confianza en los partidos iraquíes. Si el régimen político no recupera la confianza de los ciudadanos, estaremos abocados a un mal fin, sobre todo si tomamos en consideración el régimen actual, un régimen salpicado por la corrupción que azota a todos los estamentos del Estado y sus administraciones. Esta corrupción suele impedir cualquier intento de reforma si no se produce una transformación positiva en el régimen político. Si no se acaba con esta corrupción institucional no habrá un buen futuro para el país.

Fotografía: Safa Alwan.

 

¿Hasta qué punto el día a día del protagonista central de su novela es una metáfora de la vida cotidiana en su país actualmente?

Uno de los significados del protagonista de esta novela es un símbolo de todos nosotros. Como iraquíes, cada uno de sus ciudadanos es una mezcla y una simbiosis de varias culturas. En las familias iraquíes podrás encontrar, por ejemplo, a una persona árabe, pero su madre es de origen turco o kurdo, o viceversa. Hay una confluencia de culturas y razas en la sociedad iraquí. Hay matrimonios, por ejemplo, entre suníes y chiítas, e incluso matrimonios mixtos entre musulmanes y cristianos. Y si nos remontamos a tiempos anteriores, muchas familias que hoy dicen que ser familias chiítas hace doscientos años eran familias suníes, o viceversa. Y buena parte de las familias iraquíes son de origen cristiano nestorianas. O sea, que presumir de la identidad es una ilusión. Nosotros somos personas que venimos de orígenes diferentes, somos una mezcla. Alguien puede decir que yo soy chií y defiendo la causa de los chiíes, y que incluso puedo matar a los suníes, o viceversa, pero no podemos hablar de una identidad pura, somos al fin y al cabo una simbiosis, una mezcla de varias fichas genéticas. Los pueblos y las grandes naciones son aquellas cuyos ciudadanos provienen de una mezcla, un mestizaje cultural, si cabe incluso la expresión. Por eso, cuando hablo del protagonista de mi novela, hablo de cada uno de nosotros. Yo también soy él, todos nosotros somos Frankenstein.

“Presumir de identidad es una ilusión. Los iraquíes venimos de orígenes diferentes, somos una mezcla”

 

Otra metáfora que parece querer transmitir con su novela alude a la sensación de que el nuevo Irak que se está reconstruyendo tras la guerra se hace poco a poco a costa de millones de retazos de víctimas, y el resultado no es otro que el nacimiento de un monstruo imprevisible.

La ausencia de ley y el imperio de la venganza claro que pueden dar lugar a un monstruo en cualquier parte del mundo, pero eso no tiene nada que ver si el pueblo es civilizado o subdesarrollado. Cuando un huracán arrasó Colorado, en Estados Unidos, empezaron a surgir personas malas, se extendieron los robos en las tiendas, incluso hubo crímenes, y no pudieron controlar los sabotajes gracias a una resolución dictada por el gobierno, en la que se mandaba a matar a todas las personas que recurrieran al robo con violencia. Lo que ocurrió entre 2003 y 2005 en Irak es que las fuerzas estadounidenses y también la policía militar debían haberse encargado de asegurar la estabilidad y la seguridad en Bagdad, según la resolución de Naciones Unidas, pero no cumplieron debidamente con su cometido. Pensaban solamente en poner zonas de seguridad para sus tropas. A raíz de eso surgieron muchos grupos armados de suníes y chiítas y, por lo tanto, entramos en una guerra civil. La ausencia de ley dio lugar al monstruo Frankenstein.

 

El chatarrero Hadi es la pieza angular de la historia y entronca directamente con la tradición de la literatura árabe oral. ¿Ha buscado pretendidamente este sentido a su novela?

Sí, efectivamente. Este personaje recurre a la oralidad y extrae muchas historias de la tradición procedentes de Las mil y una noches. Soy consciente de esta relación de los relatos que contaba el protagonista y también los que guardan relación con la tradición literaria árabe.

 

Actualmente, sigue viviendo en Bagdad. ¿Por qué? ¿le inspira de alguna manera el caos que respira a su alrededor?

Sí, yo siempre he sentido una gran admiración hacia mi ciudad, Bagdad. Es una ciudad de fantasmas, y sigo queriendo y sintiendo mucho afecto hacia esta ciudad. Quería a esta ciudad cuando era una ciudad de fantasmas y la sigo queriendo incluso cuando estos fantasmas ya han desaparecido. Seguiré profesando amor hacia Bagdad y trabajaré con otras personas para que Bagdad se transforme en una ciudad mejor. Participo en muchas conferencias relacionadas con su reconstrucción, sobre todo de monumentos históricos, y aporto junto con mis compañeros una serie de propuestas para mejorar la vida cultural. Y lo más importante es que queremos preservar nuestro derecho a hacer una crítica constructiva. No aceptamos que nadie calle nuestras voces, porque a través de la crítica, y sobre todo la constructiva, podemos mejorar y perfeccionar Bagdad. Lo peor que pudiera pasar es que no podamos opinar o que nuestra opinión nos ponga en riesgo e incluso me viera obligado a abandonar Bagdad.

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