Las relaciones, y más entre países, siempre se basan en percepciones, percepciones acumuladas a través de los años. La percepción que nosotros tenemos de Europa es doble. Por un lado nos han sembrado la imagen del “padre lejano justiciero”, de la que viene la famosa frase del “lo llevaré a Estrasburgo”, haciendo referencia al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y ahora también al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

Y por otra, la que nos han repetido hasta la saciedad los respectivos gobiernos y la Administración Pública Española, de que “Europa es un club de estados”.

Pues bien, ni lo uno, ni lo otro. La actual Unión Europea, nace de un principio filosófico que tuvo un éxito notable al acabar la Segunda Guerra Mundial que decía “dos países nunca entrarán en guerra si el tráfico económico entre ellos es superior a la suma de sus presupuestos de defensa”. Es decir, el “chip” que está incrustado en el corazón de la Unión Europea es económico, no político-jurídico. Europa, es la Europa de los mercaderes y las cuatro libertades que recogen los Tratados  y son la de libre circulación de mercancías, trabajadores, servicios y capitales. Nada parecido pues, a la percepción que tenemos desde España; percepción que nos dan, día sí, día también, todos los grandes medios de comunicación.

Y todo así, ya regulan legislando más del 85% de las actividades de nuestra vida y al parecer, con notable éxito democrático.

Pero éste no es el tema de hoy. La pregunta es: ¿Y cómo nos perciben ellos?. ¿Porqué de los grandes encontronazos con Europa, sobretodo los del Supremo y de cierta derecha en los últimos años?. Pues porque su percepción, la de Europa, de nosotros no es nada buena, desde siempre.

Podríamos empezar, por ejemplo, por la imagen que se da de España en los cómics de Asterix y Obelix, que le valió a “Asterix en Hispania” la censura de la dictadura española en 1969. Pero vayamos a un ejemplo de hoy mismo.

Si nos preguntamos cuál es la plaza más europea de todas, pocas dudas tendremos en decir que ésta sería la Grand Place de Bruselas. Fijémonos ahora en los dos particularidades que hacen referencia a España. Y fijémonos en las fotografías que acompañan a este texo.

En una esquina de la plaza está una taberna típica que se llama “Le Roy d’Espagne”, donde, desde el siglo XVII, están colgados por el cuello muñecos a escala que representan a los soldados de los tercios. En la puerta, se puede ver también un retrato de Felipe II, digamos, que en nada le beneficia.

Pero hay más, en el edificio frente por frente al del Ayuntamiento de Bruselas, encontraremos la placa de la fotografía con el texto siguiente: “Delante de este edificio fueron decapitados, el 5 de junio de 1568, durante la rebelión contra la autoridad del Rey de España Felipe II, los Condes de Egemont y de Hornes, ilustres víctimas de la represión”.

Pero ésta no es la placa original, que se cambió sobre el 2000 (víctima de lo políticamente correcto) a partir de la visita oficial que realizaron en 1997 los reyes Juan Carlos y Sofía a Bélgica. La placa que estuvo allí por más de doscientos años decía «Delante de este edificio fueron ejecutados el 5 de junio de 1568 los condes de Egmont y de Hornes por el despotismo y la intolerancia del rey Felipe II de España y de los españoles».

A partir del Tratado de Lisboa, Europa, además de regarnos de dinero Europa durante decenios, nos han dado la oportunidad de demostrar que hemos salido del túnel y que nuestro país, el de los tópicos y que prefiere el genocidio antes del pacto, ha quedado atrás. Que ya no somos los que llenamos de “sus” ahorcados los árboles de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y parte de Alemania y Francia. Ahí, el tema de Catalunya lo tienen demasiado claro.

Pero no son fáciles de convencer, ya que la última prueba de la que no hemos salido, fue la guerra in-civil y esa transición, que ha olido siempre a corrupción amañada por el franquismo/fascismo,  y que perpetúa a través de los partidos las figuras caciquiles y las adhesiones inquebrantables; con ese Poder Judicial, además, que ha olvidado que son los ciudadanos quienes les pagan la soldada y no los poderes fácticos.

La última oportunidad que nos han dado son las directivas de alertadores de corrupción (WhistleBlowers) (2019/1937) llamada también Directiva ASPERTIC y la de la constitución del Derecho de Acceso a la Información establecido como un derecho fundamental de los ciudadanos de la Unión, (2019/1024), con sus canales de denuncia internos y externos obligatorios para todas las administraciones públicas y para todas las empresas de más de cincuenta trabajadores.

La Percepción lo será todo. Pongámonos las pilas.

1 COMENTARIO

  1. Señor Jover. Si en Grand Place de Bruselas levantaran un monumento con una montaña de manos amputadas, en recuerdo de las miles de manos que cortaron en el Congo, y de los 10.000.000 de muertos que dejaron. A lo mejor los belgas relativizaban su visión sobre España y los españoles.

    Aunque a usted eso le trae sin cuidado, a usted lo que le importa es echar basura contra España y los españoles.

    PD. La próxima vez que vuelva a echar basura, cuide de elegir bien el país que pone como ejemplo. No ponga a un país con la trayectoria de Bélgica que además ocupa el puesto 31 entre las democracias del mundo mientras España está en el 19.

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